Luismary estuvo dos semanas sin conocer el paradero de su esposo, quien está en la lista de presos políticos del país. Estaba detenido en un comando militar en Caracas y fue trasladado a una cárcel común a mediados de septiembre, pero sus familiares no fueron notificados.
«No sé si está vivo, si está bien, si está enfermo o si tiene hambre. Esto es una tortura silenciosa», dijo a El Pitazo, con la voz quebrada, el 1 de octubre, mientras sostenía una foto de su esposo desgastada por el tiempo y las lágrimas.
Aunque ningún funcionario le ha dado información, la ama de casa conoció extraoficialmente que su esposo está en la cárcel de Yare, en los Valles del Tuy. «No lo he podido ver, porque no han autorizado las visitas», dijo con resignación.
Traslados de presos políticos
El traslado de los presos políticos a cárceles como Yare (Miranda), El Rodeo (Miranda) o Tocorón (Aragua), sin avisar a sus parientes, es una denuncia recurrente, en medio de la opacidad gubernamental.
«Esto ratifica el patrón de desaparición forzada como mecanismo de coacción, tortura, amenaza y persecución en Venezuela», señaló a El Pitazo la activista Andreina Baduel, integrante del Comité por la Libertad de los Presos Políticos.
La lista que maneja esta organización no gubernamental eleva a 170 el número de presos políticos que son víctimas de desapariciones forzadas.
Baduel mencionó los casos del periodista Roland Carreño y del dirigente político Freddy Superlano. Ambos estaban en la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) en El Helicoide, Caracas, y presuntamente fueron traslados a la cárcel El Rodeo en Guatire, hace un mes.
«No saber dónde están impide que sus familiares les entreguen los medicamentos que necesitan para la hipertensión», alertó Baduel.
Desapariciones forzadas
La organización no gubernamental Justicia, Encuentro y Perdón también ha documentado estos traslados silenciosos de presos políticos. Su coordinadora Martha Tineo los calificó de arbitrarios.
«Se constituyen en desaparición de personas, lo cual es un crimen contra los derechos humanos. Tanto a los detenidos como a sus familiares y amigos se les somete a un terrible sufrimiento», afirmó.
Opaco y deshumanizante
En Venezuela, estar en la lista de presos políticos no solo significa estar privado de libertad por razones ideológicas, también implica atravesar un sistema penitenciario opaco y deshumanizante. Las organizaciones no gubernamentales han alertado que las restricciones y los tratos crueles son el pan nuestro de cada día en las cárceles.
«En El Rodeo I son infinitas», describe Andreina Baduel. En este penal está su hermano Josnars Adolfo Baduel -detenido desde 2020- y un familiar puede verlo, quince minutos a la semana, por un vidrio. La comunicación es a través de un teléfono.
La alimentación, hidratación y entrega de medicamentos no está garantizada. «Es muy difícil saber de ellos», agrega.
En El Helicoide las condiciones son parecidas. El suministro para los presos políticos solo se recibe los días viernes. En Yare III y Tocorón también hay normas estrictas para el ingreso de paquetería. Los parientes no pueden llevar comida a diario ni dejarles provisiones.
«En todo el sistema existe un patrón de horror que también afecta a los familiares, según su nivel de visibilidad», remarcó Babuel, hija del exministro de Defensa Raúl Isaías Baduel, quien murió en 2021 en la cárcel tras 12 años detenido.
La activista Martha Tineo maneja la misma información. “Penosamente en todos estos los centros de reclusión hay documentación de tratos crueles e inhumanos, incluso, de torturas, de tal manera que me temo que, en ninguno, los prisioneros están a salvo y mucho menos en mejor situación entre un lugar y otro”, destacó.
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Fuente: El Carabobeño
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