Caracas, 10 nov (EFE).- Han pasado 15 años desde que el rey Juan Carlos I mandara callar al entonces presidente venezolano, Hugo Chávez, por sus reiteradas interrupciones, en la XVII Cumbre Iberoamericana, al que era mandatario español, José Luis Rodríguez Zapatero, durante su discurso. Y lo hizo con una pregunta retórica que todavía resuena en la memoria colectiva: «¿Por qué no te callas?».
Cinco palabras que llegaron más lejos de lo que jamás hubieran imaginado, aquel 10 de noviembre de 2007, los protagonistas de una película con guion improvisado. La pregunta sirvió para hacer chistes, estampar camisetas o como motivo de conversaciones jocosas.
La parte divertida del asunto, con repercusión internacional por tener como escenario el cónclave iberoamericano celebrado en Chile, dio paso a una gran tensión en las relaciones entre España y Venezuela.
Todo comenzó cuando Chávez calificó de «fascista» al expresidente español José María Aznar -quien no estaba presente-, interrumpiendo a Zapatero, mientras este le pedía, reiteradamente, que cesara en los ataques a su predecesor.
El monarca reaccionó de manera improvisada, con la popular pregunta: «¿Por qué no te callas?». Pese a todo, Chávez insistió, y exigió que el rey se disculpase, un perdón que no se produjo.
Los días posteriores, Zapatero intentó rebajar la crispación, mientras Chávez incrementaba la confrontación con repetidas declaraciones acerca del incidente.
El tono subió y, el 14 de noviembre, Chávez verbalizó lo que España interpretó como una amenaza: «las empresas españolas van a tener que empezar a rendir más cuentas y yo voy a meterles el ojo a ver qué están haciendo aquí, a todas las empresas españolas que estén en Venezuela».
Semanas después, el mandatario reiteró que si el monarca no pedía disculpas, tomaría «acciones». Y siguió utilizando el enfrentamiento con la amenaza de que si la derecha volvía al poder en España, nacionalizaría los bancos españoles en Venezuela.
NORMALIZACIÓN FUGAZ DE RELACIONES
El episodio quedó zanjado en julio de 2008, cuando el rey recibió a Chávez en el Palacio de Marivent, su residencia de verano en Palma de Mallorca.
Durante el encuentro, tras un efusivo saludo, ambos bromearon sobre el incidente, momento en el que Juan Carlos I le regaló al mandatario una camiseta que llevaba estampada la popular pregunta: «¿Por qué no te callas?».
Y así quedaron normalizadas las relaciones entre España y Venezuela.
Pero la muerte de Chávez en 2013 y la llegada de Nicolás Maduro -nuevamente con el PP en el Gobierno en España desde 2011, con Mariano Rajoy al frente- avivó la tensión que se había logrado contener, con altibajos, en los años precedentes.
Maduro se mostró especialmente molesto cuando, en octubre de 2014, Rajoy recibió a Lilian Tintori, esposa del opositor Leopoldo López, y en marzo de 2015, cuando se entrevistó con Mitzy Capriles, cónyuge del que era alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, entonces encarcelado.
Fue el comienzo de una sucesión de protestas diplomáticas, llamadas a consultas e incluso retiradas temporales de embajadores.
En abril de 2015, después de que el Congreso español pidiera la liberación de los políticos venezolanos encarcelados, Maduro acusó a Rajoy de maniobrar contra Venezuela.
Horas después, España convocaba al embajador venezolano en Madrid, y Venezuela al embajador español en Caracas.
La semana siguiente, España llamó otra vez a consultas a su embajador en Caracas en protesta por las acusaciones de Maduro al Gobierno español de «apoyar al terrorismo» en Venezuela.
Desde entonces, Maduro insultó a Rajoy reiteradamente, lo que llevó a España a retirar al jefe de la diplomacia en Venezuela entre abril y mayo de 2016.
Las desavenencias se reprodujeron en febrero de 2017, cuando Rajoy pidió «justicia, derechos humanos y libertad para los presos políticos», a lo que Maduro respondió llamándole «protector de delincuentes y asesinos».
España volvió a convocar al embajador y, un mes después, se produjo su relevo.
Lejos de rebajar tensiones, se incrementaron, y el nuevo diplomático fue declarado persona «non grata» en enero de 2018, y expulsado de Venezuela, a donde regresó tres meses después.
Pero lo peor estaba por llegar. En mayo de 2019, las relaciones peligraron como nunca antes. El embajador acogió en su residencia, en calidad de huésped, a López, quien violó el arresto domiciliario bajo el que cumplía condena.
Allí vivió el opositor hasta octubre de 2020, cuando huyó del país, un año y medio en el que las relaciones vivieron momentos muy críticos, y Venezuela acusó a España de apoyar a un «delincuente» y ayudarle en su huida. Las acusaciones alcanzaron su culmen con la llegada de López a Madrid días después.
Entonces, comenzó una cruzada sin precedentes, pero, con el relevo de embajador en diciembre, si bien no se firmó la paz, se calmaron las aguas, una tregua -con puntuales desacuerdos- que lograron mantener los dos diplomáticos españoles que sucedieron al valedor de López.
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