Por la calle real

Fortunato González Cruz

Aprovecho los Días Santos para reflexionar sobre cómo contribuir para superar esta crisis cruel e inverosímil. Cruel por lo desalmada e injusta, inverosímil porque ha sido consecuencia de un proceso complejo difícil de explicar y duro de comprender.

Los términos más frecuentes en la abundante documentación analítica del chavismo son dictadura, tiranía, totalitarismo, narcoestado, castrismo y socialismo del siglo XXI, vocablos no necesariamente contradictorios. Los aliados más connotados del gobierno son Rusia y China por negocios y un toque de geopolítica. Libia e Irak por tener gobiernos radicales islámicos. No Cuba porque está involucrada en el modelo y por lo tanto forma parte medular del problema.  Nicaragua, Bolivia y Ecuador son herederos con sus tajadas que pintan poco.

No se trata de elecciones limpias, liberación de presos políticos, canal humanitario y reconocimiento de la Asamblea Nacional. Eso no basta. La gravedad y profundidad de la crisis venezolana supera estas importantes metas y apunta hacia una recomposición total de la sociedad, de la economía y del estado. El problema es esencialmente político y la calidad de la política, de los partidos y de sus dirigentes es bastante precaria. Sin arreglos políticos no habrá mejoras en la institucionalidad, ni en la economía, ni en la sociedad. La comunidad internacional sabe que debe actuar pero le falta un punto de apoyo firme y confiable, que no lo tiene ahora.

Visto así, la conformación de un punto de apoyo interno requiere un enorme esfuerzo de la sociedad civil, sin caer en la tentación de la antipolítica. Una organización que supere el inmediatismo electoral y sea capaz de construir consensos para el corto, el  mediano y el  largo plazo. Para ello es indispensable la asesoría y asistencia política internacional del primer nivel, no el mediocre que se reúne en la República Dominicana. La presión multilateral y de países democráticos no debe ser sólo por una preocupación altruista por Venezuela, que les importa poco, sino por el peligro que significa un estado en manos de organizaciones criminales. Las sanciones a personas y organizaciones en ese campo es eficaz, como las sanciones de los tribunales internacionales. Importantes también las actuaciones de los organismos multilaterales como la ONU, la OEA, la Unión Europea y Mercosur; y de países con democracias consolidadas.

Lo peor de nuestros males está en la pésima calidad de la política, y de allí que la agenda internacional debe colocar como prioridad la democratización y la transparencia de los partidos mediante la acción de las alianzas o vínculos con las redes u organizaciones como la Internacional Socialista o las que unen a los partidos de centro derecha.

La prioridad absoluta es la elaboración de una agenda nacional consensuada (no negociada) entre las fuerzas democráticas internacionales y el grupo de apoyo interno, sobre la base del proyecto político, social y económico contenido en los valores y principios constitucionales: Estado de Derecho, institucionalidad democrática, pluralismo y alternabilidad, gobierno civil, economía de mercado, federalismo y municipalismo.

Desde esta perspectiva, el evento electoral programado para mayo es un accidente que puede ser positivo o negativo para la agenda nacional y para los cambios por venir, que está sometido a una gran desconfianza y a demasiadas especulaciones. Los argumentos que se manejan para tratar de convencer de votar o no son poco convincentes: unos señalan que la abstención favorece al oficialismo y otros que la participación legitima al proceso. Lo primero es posible pero no en balde Maduro tiene más del 80% de rechazo, y las bolsas del Clap y el bozal de arepas pueden pero no tanto. Y el proceso electoral carece  de constitucionalidad, de legalidad y de legitimidad desde su origen, vicios que no se pueden subsanar a posteriori en Derecho. Pero esa a mi juicio no es la cuestión.

¿Es conveniente un triunfo de Henri Falcón? Se corre el riesgo de que el remedio resulte tan malo como la enfermedad, porque peor sería una exageración que no cabe en la mentalidad más pesimista; pero existe la posibilidad de que el madurismo se acabe, no así el chavismo.  ¿Podría ayudar a la definición de la agenda nacional para la reconstrucción del país? Buscando una respuesta me sorprendió el Domingo de Resurrección y se la dejó a mis amables lectores.

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