Pedro, el subteniente de artillería, se reincorporó al Ejército Libertador cuando Bolívar pasó por Trujillo, en su Campaña Admirable. Por esos días, las fuerzas republicanas revitalizan su entusiasmo con el triunfo del comandante Girardot, en las montañas de Agua de Obispo, en Carache, precisamente el patio natural del joven Pedro Chipía. Esta victoria, impulsó a Bolívar a ir sobre Barinas, lo que mejoró la acción de Niquitao, desplegada por la tropa de José Félix Ribas.
Diestro sobre los equinos, participó en la Batalla de Araure el 5 de diciembre de 1813, obtiene el grado de Capitán. Se destacó en combate con el Batallón Barlovento, comandado por el coronel Vicente Campo Elías, quienes dieron una frontal embestida a los realistas, de esas, cuerpo a cuerpo, aniquilando los restos del enemigo a bayoneta y culata. El parte de guerra, señala que este trujillano fue herido en esta confrontación.
Algunos historiadores afirman, que la otra batalla importante fue como la de Sabana de Taguanes, que Bolívar dirigió parcialmente, la guerra era a muerte; habría que estar en esas botas. Al día siguiente, aquellos vencedores de Araure, sin dormir, tanto sanos como heridos, con sus ropas rasgadas y sangrantes, pero felices, se reunieron en el pueblo de Aparición. El Libertador les pasó revista, y allí estuvo Pedro Chipía. Continúa la marcha, para luego entrar gloriosamente a la ciudad de Caracas.
En 1814, al vivir la terrible derrota el ejército republicano en La Puerta, el 15 de junio, comandado por Campo Elías, se produjo la masiva migración a Oriente, más de 20 mil personas huyendo del enemigo. Venezuela quedó despoblada, en la miseria y bajo el control de crueles militares carniceros.
Bolívar arriba a Cartagena, lo recibe la hostilidad y la indecisión, se le imputó la derrota del ejército patriota, y comenzaron a discutirle y criticar su autoridad y hasta la capacidad como jefe militar, siendo objeto de fuertes críticas por lo de la Guerra a Muerte, al igual que, su idea de revolución continental, aquello de «la Patria es América». Bajo las órdenes de Bolívar, Pedro Chipía estuvo en el sitio y toma de Santa Fe de Bogotá, igualmente, en las jornadas hostiles de Mompox y Cartagena. Bolívar renuncia a la jefatura de la campaña libertadora, ante el rechazo y oposición del gobierno de Cartagena.
En mayo de 1815, Chipía decide acompañar a Bolívar en su destierro, y se dirigen a Kingston -Jamaica, y prosigue su actividad conspirativa por la libertad de Venezuela. Como parte de su inquietud y su necesidad de nuevos conocimientos, se apersona a los muelles, radas, a los rústicos astilleros, a observar y aprender los aspectos básicos navales, donde se va interesando por conocer de embarcaciones, también de la fabricación de barcazas, goletas, lanchas, canoas, barquetas, flecheras, curiaras, bajeles; igual el lenguaje de los marinos, sus costumbres y la interrelación con estos nuevos amigos. Aquel medio desconocido para él, debió impactarlo de forma maravillosa, el mar, su gente y todas sus circunstancias. Guiado por su obsesión libertaria, lo tornaba más inquieto. El 6 de septiembre, Bolívar produce su monumental Carta de Jamaica, dirigida a Mr. Henry Cullen, en la que expone sus ideas y proyecto histórico independentista.
Entre amar a la Patria y el atentado a la vida, no existe tregua
El 12 de diciembre de 1815, ordenado por el general realista Pablo Morillo, “el abrazador”, ocurrió el atentado a la vida de Bolívar; contrataron a su propio esclavo Pío, y es víctima en su lugar (la hamaca), el coronel Amestoy. El Libertador testimonió que salvó su vida, gracias a un problema entre la dueña de la posada y el edecán Chipía, «Efectivamente, salí a buscar otra casa sin haber participado a nadie…hallé lo que buscaba, y me resolví a dormir en ella aquella noche» (Diario de Bucaramanga, 326-327). Estaban viviendo con muchas carencias, esperando ayuda de amigos.
Bolívar en su relato, agregó: «la posada en que estaba alojado con el actual general Pedro Briceño Méndez y mis edecanes Rafael A. Páez y Ramón Chipía, había tratado mal, y aún insultado, a este último, faltando así a la consideración debida, lo que me hizo, no solo reconvenirla fuertemente, sino que determiné mudar de alojamiento» (Perú de Lacroix. Diario de Bucaramanga. Mencionado en Ruíz Rivas, Guillermo. Bolívar, Más allá del mito. Tomo I. 326-327. Foto Prin. Caracas.1972); el inquieto Chipía además de las penalidades por la falta de recursos económicos, fue objeto de insulto por esta desconfiada mujer. A los pocos días, ante la indiferencia del gobierno de Jamaica, para con la causa libertaria, arriban el 31 de diciembre, a Puerto Príncipe, Haití.
El día 28 de diciembre de 1816, mientras Bolívar desembarca en Juan Griego, Chipía se reincorporó a la lucha, comenzando por detener a los desertores, porque tenían que evitar el salto de talanquera hacia el bando realista, y a varios capturó, entre ellos puso preso al teniente coronel Manuel Matos, y los sometió a la justicia de guerra. En la denominada Segunda Campaña de Guayana, es el responsable de operaciones militares de los independentistas.
La vieja «Ciudad Letrada» trujillana lo referenció escasamente, y lo poco, lo copiaron repetitivamente; y la actual, no lo considera, ni escribe, ni se refiere a Pedro Miguel Chipía, siendo como fue, un destacado e importante prócer en la gesta independentista de Venezuela; esto pudiera achacársele a desinformación o porque no combatió en Carabobo o simplemente porque, al parecer, era nativo de Carache. Discúlpeseme si en algún lugar de Trujillo, existe alguna avenida, escuela, institución que lleve el nombre de este prócer. También mantienen silenciado al coronel Manuel Gogorza Lechuga y otros valores trujillanos.
Chipía, cumplió una admirable hoja de servicios a la Patria, fue edecán del Libertador, en un momento muy dramático y desesperanzador para éste, tuvo que expatriarse, resteado en sus posiciones de lucha y solidario con el líder, lo acompañó. En ese angustiante periplo, fue tan respetable Chipía que, es el oficial que recibió de Alejandro Petión, el armamento para la primera expedición que salió de Haití para la liberación de Venezuela. Sus impresionantes acciones militares nos induce a pensar en un ser de acendradas convicciones republicanas, de férrea lealtad, cultor de la amistad, de inobjetable virilidad, con dominio y don de mando, audaz y firme en sus decisiones, aún a costa de su vida.
Llevó con orgullo en lo interno, eso que don Mario Briceño Iragorry llamó «extraversión telúrica», que distingue al inquieto trujillano en otras latitudes, dispuesto a realizar cualquier sacrificio en favor de importantes causas, como son los indiferenciables asuntos de la Patria. De modales cultos y porte distinguido, era drástico y disciplinado.
Por su lucha desplegada entre la Nueva Granada y la Guayana, se infiere que promovió la idea de la integración suramericana, sintiendo devoción por la libertad y la igualdad, lo que asumió como su compromiso de vida y salió a pelear por ellas. Una referencia historiográfica señala que, nació en la Villa de Carache, el año 1788, sin señalar la fuente. O’ Leary, escribió que este prócer, era oriundo de Carache, así, recientemente, lo acepta y lo quiere esta población, que en antigua época, formó parte del cantón Trujillo.
El héroe de San Félix
En el curso de las acciones militares de Guayana, mencionadas por Dávila, el 11 de abril de 1817, entre las riveras del Orinoco y el Caroní, se consuma la cruenta Batalla en San Félix, Chipía al frente del Batallón Barlovento, no dio tregua a las fuerzas monarquistas del brigadier Miguel de la Torre. El guerrero trujillano, al frente de la caballería sin aguardar órdenes del general Piar, resonó su voz de mando: «Alto, frente, alinear» (Dávila, 95), que completó el capitán Landaeta con «fuego a la bayoneta», fueron estas las palabras marciales y entusiastas del triunfo republicano, en el que nuestro personaje se coronó de gloria.
Con el resultado obtenido, se reafirmó la República y se conquista Angostura, que se convertirá posteriormente, en sede del gobierno nacional. En esta batalla, Pedro Miguel Chipía dio su tributo a la libertad de Venezuela, que le correspondió como trujillano, ofrendó su vida este varón carachense (extracto tomado de mi artículo publicado en: lapuertaysuhistoria.blogspot.com).
Para los orientales y sureños venezolanos, Chipía tiene un alto significado y valor, porque estuvo personalmente involucrado, con responsabilidades en los planes y acciones militares para la liberación de Oriente y Guayana. Es parte de su historia regional y significativa.
He tenido conocimiento de una loable y justa iniciativa para llevar los restos mortales de Chipía al Panteón Nacional, la que los trujillanos y trujillanas debemos asumir, o cuando menos, sumarnos a ella.
A propósito del arrojo personal de este militar trujillano, el historiador Vicente Dávila escribió que, son «¡Felices los que mueren así, dejando en su país una hoja de laurel que a medida que los años pasan reverdece más!» (Dávila, 97). Sin lugar a dudas, es ejemplo para la juventud venezolana, legó su caudal de nobleza y de lealtad de conciencia para la defensa de la libertad y soberanía de la Patria.
Escuchamos de nuestro noble cantor que «los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos» ¡Chipía vive!