La reconstrucción del país es un hecho. Y nos contamos por cientos de miles, quizás más, quienes con ilusión deseamos trabajar para que sea pronta, eficiente y próspera. Devolverle a Venezuela los años perdidos, que nos lanzaron de vuelta al siglo XIX, cuando éramos una incipiente república que trataba de levantar cabeza después de dos terribles guerras civiles y levantamientos de caudillos a lo largo de aquellos cien años. En aquel momento no se había descubierto el petróleo. Hoy estamos en una situación similar: a PDVSA hay que empezarla a reparar casi desde cero. Lo bueno es que contamos con el know how.
Tendremos que devolverle al trabajo su valor, porque nuestra gente se acostumbró a vivir de dádivas. Nada mejor que igualdad de oportunidades para que cada quien se labre el futuro con su esfuerzo. No hay presupuesto que aguante regalar todo. Ya lo vivimos y sólo hay que fijarse dónde hemos llegado y sobre todo, cómo hemos llegado. Para lograr esa igualdad de oportunidades, hay que repotenciar la educación. Cito por enésima vez a mi amigo, mi maestro, mi gurú Luis Alberto Machado: “no es que la educación sea una prioridad. La educación es la prioridad”. Tenemos que lograr que esa maravillosa frase de Simón Rodríguez, “el maestro debe ser el primer ciudadano del país”, sea una realidad. Y con ellos, los médicos y los policías.
Habrá que trabajar mucho para recuperar la justicia. Pero hay que hacerlo, porque un país sin justicia no puede llamarse ni siquiera país: se convierte en un antro… ¡Sí lo sabremos los venezolanos! Y eso me lleva al tema de los valores: hay que escoger personas idóneas para los cargos, no obsecuentes militantes de partidos políticos. Personas con valores sólidos y méritos suficientes para ser jueces, fiscales, defensores y rectores electorales. La meritocracia -tan burlada, despreciada y vapuleada- debe ser el norte de todas nuestras instituciones, públicas y privadas.
La empresa privada deber ser una aliada del gobierno, porque son las empresas privadas –fuentes de trabajo y progreso- las que levantan un país. Por último, pero no de último, debemos recuperar nuestra hermandad y solidaridad. Trabajar el perdón. Recuperar la alegría. Creo que todos estamos listos y de acuerdo.