Política, entre la realidad y el sueño | Por: Clemente Scotto Domínguez

 

“…antes de pensar en imponerse o en resistirse a los demás, antes de pretender dominar al mundo real configurándolo según unos valores o haciendo efectivos unos objetivos imaginados, la voluntad tiene que auto-someterse a una disciplina, a fin de estar en la forma requerida para alcanzar las finalidades propuestas”.

Manuel García Pelayo en “Idea de la Política”

Lo que afuera pasa, con las confrontaciones entre las diversas potencias y sus alianzas por los desequilibrios en la geopolítica mundial que surgen con la emergencia de nuevos actores que reclaman sus espacios de dominio, nos obliga a mirar nuestro adentro, nuestra realidad interior, nuestros propósitos como sociedad y estado, conjuntamente con las circunstancias que nos vinculan a esa realidad externa, regional y mundial  -que como diría el productor de Dossier está “en pleno desarrollo”-; con el fin de constatar el estado de   “…la forma requerida para alcanzar las finalidades propuestas”.

Observar la política en su realidad nos permite acercarnos a la doble cara de la moneda. De una parte, ella se despliega en la tensión de la lucha y el conflicto de las confrontaciones entre las naciones o alianzas de ellas y también al interior de éstas, con  la confrontada tensión entre partidos, camarillas y grupos de poder con intereses de diversa índole. Es así, que mientras una cara se nos muestra como pugna entre fuerzas o grupos de fuerzas antagónicas, es decir, caracterizada por el dinamismo de la confrontación; del otro lado se nos evidencia que esa confrontación, normalmente se sostiene y explica por su referencia a una ideología o un sistema de creencias y valores, y que por tanto en medio de ella vibra el intento por encontrar un cierto orden de coexistencia bajo el cual se desarrolle el fluir de los actos en los que transcurre la convivencia política.

Nos enseña García Pelayo, “El voluntarismo y el racionalismo son dos tendencias tensamente presentes a lo largo de la historia del pensamiento teológico, filosófico y jurídico…. La misma polaridad se ha desplegado a lo largo de la historia del pensamiento político en la que se desarrolla una tendencia que afirma que la razón no tiene esencialmente otro papel que el de sirvienta de la voluntad, única que crea y mantiene los órdenes políticos, pero frente a la cual se desarrolla otra tendencia no menos vigorosa que, afirmando el primado de la razón sobre la voluntad, no le deja a ésta más función que la de proclamar y mantener el orden racio-natural de las cosas”.

No es necesario insistir en el papel de la voluntad dentro de la realidad política, ya que a ésta le es inherente el poder, la lucha, la actualización histórica de los valores y la consecución de los objetivos, fenómenos que suponen una voluntad que les dé vigencia. Pero por otra parte, la voluntad sólo puede actualizarse a través de un proceso de racionalización; como nos recuerda el epígrafe de García Pelayo: “En primer término, antes de pensar en imponerse o en resistirse a los demás, antes de pretender dominar al mundo real configurándolo según unos valores o haciendo efectivos unos objetivos imaginados, la voluntad tiene que auto-someterse a una disciplina, a fin de estar en la forma requerida para alcanzar las finalidades propuestas”.

Si bien no es la que da el impulso, el contenido de esa disciplina sólo puede darla la racionalidad, es decir la conexión entre el orden objetivo de las cosas y la finalidad propuesta. Esta afirmación es válida tanto para la vida personal como para la vida de los cuerpos histórico-políticos. Un sencillo ejemplo de la cotidianidad, nos puede ayudar a situar los conceptos; tomemos para la reflexión el propósito de reducción del peso corporal que es impulsado en la voluntad de hacerlo como convicción de las bondades que de ello derivan para la salud, la longevidad satisfactoria, la buena figura y otras narrativas y emociones, donde la seducción  nos motiva; sin embargo a esa voluntad debe necesariamente, acompañar e imponerse una disciplina, constante y consistente, para controlar la ingesta alimentaria en cantidad y calidad, en horarios y rutinas, en prácticas y ejercicios, junto a otras atenciones y acompañamientos,  “…a fin de estar en la forma requerida para alcanzar las finalidades propuestas”. Si en el propósito hay previsto encuentro competitivo como boxeo, tenis o natación, también aparece y debemos considerar la voluntad del otro y su forma requerida para alcanzar sus finalidades propuestas.

En nuestra actividad política siempre nos ha gustado insistir en el contenido de la expresión La política es una alianza dialéctica entre la realidad y el sueño. Es necesario entender y atender la relación dinámica donde se tensa al sueño que impulsa la voluntad y la realidad que sustenta la racionalidad; es decir, cuán cerca estamos de la realidad donde actuamos y cuánto nos orientamos hacia el sueño de la realidad a la que pretendemos alcanzar; porque sólo un acertado conocimiento y ponderación de los elementos y actores e intereses que conforman la realidad donde nos encontramos y a la cual queremos transformar, puede orientar con mayores aciertos las acciones políticas y las nuevas comprensiones que de ello surgen “…para alcanzar las finalidades propuestas”.

En la realidad nacional interna de la década de los noventa, un conjunto de eventos políticos, civiles, militares, sociales y económicos pusieron en evidencia a aquella “Venezuela, una ilusión de armonía”, como se denominó una obra de compilación con diversos autores publicada en la década anterior. Ante las diversas crisis que amenazaban y sufría el país como un todo social, fueron propuestas y ejecutadas acciones para “cambios” bajo el impulso de voluntades con contenidos ideológicos como “el gran viraje” y “la agenda del FMI”… que desataron nuevas crisis y confrontaciones.

Como contraparte, también fue propuesta la “agenda alternativa bolivariana” con la orientación hacia cinco grandes equilibrios (político, económico, social, territorial e internacional), de lo cual se derivaron las propuestas “para la transformación de Venezuela” presentadas como programa de gobierno. Realizada la elección popular en 1998, ésta fue acogida popularmente y con ese propósito, en legítima constituyente, se debatió y acordó abiertamente la Constitución de 1999; a la cual han adversado un buen número de connacionales en el impulso de ideas que contrarían la orientación que debería prevalecer en la gestión de gobierno. Con esa realidad hemos vivido las contradicciones y confrontación política interna y externa que nos ha acompañado por más de veinte y dos años.

En paralelo, durante la década de los noventa en la realidad política internacional, sucedieron eventos que evidenciaron crisis del mundo en el tiempo histórico que vivimos; la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y posterior derrumbe del sistema soviético en los países del Este de Europa; el despedazamiento de Yugoeslavia; el impulso de la apertura económica de China y el consenso de Washington, que significaron, como calificó J. Stigliz, “los felices noventa” para el grupo de países del G-7.

“De aquellos polvos vienen estos lodos”, dice el dicho popular y en efecto la historia encierra un conjunto de realidades que son clave importante para conocer y procurar influir en las condiciones que nos toca vivir, de modo que no todo quede al albur o al azar de quienes tienen la mayor capacidad para mover las cartas sobre la mesa de la geopolítica mundial, por lo cual es necesario y conveniente revisar lo que hemos hecho como sociedad, como país y actores políticos  “…para alcanzar las finalidades propuestas”.

Una voluntad con el expresado deseo para construir un camino propio, a nuestra necesidad y alcance en un momento tan especial de la humanidad, siempre nos impondrá considerar, actualizar y profundizar en la comprensión de nuestra historia con la realidad social y política de nuestro país; su ubicación privilegiada con las  demandas y posibilidades en sus fachadas andina, amazónica, atlántica y de manera preponderante en la del Caribe oriental de nuestramérica; la importancia de los recursos contenidos en nuestro territorio terrestre y acuático; la abundante bio-diversidad y el plural componente etno-cultural de nuestra sociedad; también, los vínculos político-económicos con otros países, aliados o adversarios de esas “finalidades propuestas”, según sus propios intereses y necesidades.

Las aguas turbulentas en el mar negro y los vientos que levantan amenazas de tormentas en otros mares, incluido nuestro Caribe, son una exigencia para vernos hacia adentro, revisar el rumbo y el estado de nuestra propia nave, para hacer como aconsejaba al buen marinero, el maestro Mateo, “hay que saber poner la nave del tamaño de la marejada que se presenta”.

Sin perder de vista, pero más allá de la atención al desarrollo de los eventos externos, cargados de noticias falsas, vacíos e intereses oscuros, ocupemos nuestra pasión en la adecuada atención a nuestro camino y necesidades; hagamos las apreciaciones sobre las acciones y sus resultados, acerca de los propósitos, la voluntad política y la racionalidad de la disciplina con la que hemos llegado a este momento histórico del año 2022, “…para alcanzar las finalidades propuestas”.

 

 

 

 

 

 

 

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