David Uzcátegui
En la actualidad, la polarización política se ha convertido en una problemática que amenaza la paz de muchos países. Y Venezuela no escapa a esa amenaza.
Más que eso, podemos decir que la polarización extrema se ha institucionalizado en nuestro país y es una de las mayores piedras de tranca para el avance y las soluciones a los problemas que nos agobian como colectividad.
La polarización se caracteriza por la creación de dos bandos opuestos, que se adhieren de manera rígida a sus propias creencias y valores. Estos grupos se ven atrapados en un ciclo interminable de confrontación y desconfianza, donde los puntos medios y el compromiso son vistos como traiciones a la causa.
En lugar de escuchar y entender las perspectivas de los demás, se refuerzan las propias creencias y se rechaza cualquier opinión contraria.
A medida que la polarización se intensifica, los ciudadanos se ven presionados a tomar partido y demonizar a aquellos que no comparten su perspectiva. Generalmente se experimenta una fuerte carga emocional que involucra la vida personal dentro del conflicto, algo que genera un intenso e inútil desgaste de energía.
Cuando las diferencias se radicalizan, surgen enfrentamientos entre grupos. La falta de tolerancia y respeto hacia los que piensan diferente lleva a la discriminación, la marginalización y la exclusión. Estos conflictos pueden tener consecuencias devastadoras para la estabilidad y la paz de un país.
Cuando las sociedades se dividen por posturas políticas extremas, se dificulta el avance hacia soluciones constructivas. También se experimenta la deslegitimación de las instituciones que existen y están capacitadas para intervenir en la resolución de los conflictos de las sociedades.
Se obstaculiza el tan necesario diálogo y se generan tensiones que pueden desembocar en conflictos que escalan fácilmente y cuyas consecuencias son tan dolorosas como difíciles de sanar.
Cuando los políticos y los partidos están más enfocados en vencer al otro lado que en buscar soluciones para los problemas reales, los intereses de la ciudadanía se ven relegados a un segundo plano. La polarización crea un ambiente tóxico en el cual los acuerdos son difíciles de alcanzar.
Además, se debilita la confianza de la población en sus líderes políticos. Los ciudadanos observan con frustración cómo sus representantes se enfrascan en disputas partidistas interminables, lo cual los aleja de buscar el bienestar común.
La falta de confianza erosiona la cohesión social y aumenta la fragmentación de la sociedad, creando una brecha cada vez más profunda entre los grupos en los que se divide.
Uno de los primeros pasos para superar la polarización es fomentar un diálogo constructivo entre todos los sectores. Esto implica la creación de espacios donde las personas puedan expresar sus opiniones de manera respetuosa y escuchar activamente las perspectivas de los demás.
Toca también a los líderes políticos la responsabilidad de actuar como ejemplo de respeto y colaboración. Hay que abandonar las tácticas divisivas para construir consensos. Su orientación debe ser hacia buscar soluciones pragmáticas dirigidas al bienestar general, en lugar de fomentar agendas particulares.
Todo esto está dirigido a la construcción de puentes entre diferentes grupos políticos, sociales y culturales. Esto implica el fomento de espacios donde se pueda superar la desconfianza y se logren forjar alianzas.
Es fundamental que los líderes políticos y los ciudadanos se comprometan en debates informados y abiertos, buscando áreas de acuerdo y entendimiento mutuo.
La educación desempeña un papel fundamental en la formación de ciudadanos informados y comprometidos. Urge que los sistemas educativos incluyan la enseñanza de habilidades de pensamiento crítico, educación cívica y alfabetización mediática.
Los ciudadanos deben comprender cómo evaluar la información, reconocer los sesgos y desafiar las noticias falsas. Promover una ciudadanía activa y responsable es crucial para contrarrestar la polarización política.
Los ciudadanos deben hacerse el hábito de involucrarse en los asuntos públicos, más allá de las elecciones. Esto se logra con trabajo en organizaciones comunitarias, apoyo a iniciativas de diálogo y promoción de políticas inclusivas.
Cuando los ciudadanos se sienten parte de la solución, la polarización puede disminuir y se abre espacio para la construcción de consensos.
Superar la polarización es un desafío complejo, pero no imposible. Requiere un esfuerzo conjunto de líderes, ciudadanos y la sociedad en conjunto.
De esta manera, la sociedad venezolana podrá asegurar la ruta hacia un cambio efectivo, para lo cual el conflicto interno es un gran obstáculo.