Un día, las lágrimas de una madre hicieron que una lengua desdeñada por la comunidad internacional reencontrara su nobleza y conquistara la gloria por el poder la poesía. Se cuenta que Frederic Mistral había escrito, siendo un joven estudiante, sus primeros versos en francés. La madre, una campesina de Provenza, al no comprender la lengua en la que estaban escritos los poemas de su hijo, empezó a llorar. Frederic decidió entonces escribir de allí en adelante en provenzal, su lengua materna. La vieja lengua de los trovadores volvió a ser la lengua de la poesía. Mistral recibió el premio Nobel en 1904, y en homenaje a él, Lucila Godoy, la poeta chilena, premio Nobel en 1945, tomó el apellido cuando decidió cambiar su nombre por el de Gabriela Mistral.
En un recital, un joven bilingüe preguntó a Frederic en qué lengua debía entonces escribir sus poemas, y el poeta ratificó:
– Escribe en la lengua que entienda tu madre.