Por: Gonzalo Fragui
(Natalicio del poeta Carlos César Rodríguez, 4 de noviembre de 1922)
I
El poeta Carlos César nació en 1922, igual que mi padre. No se conocieron personalmente pero se enviaban saludes. Los dos murieron de 95 años. De todas maneras, mi padre era mayor porque había nacido el 12 de junio, aunque a él le gustaba decir que el 13, para hacerlo coincidir con San Antonio de Padua, Patrono de Mucutuy.
II
Un día Carlos César llamó a mi casa desde Caracas. Me dijo:
– Gonzalo, estoy a punto de entrar al quirófano, me van a hacer una operación de corazón abierto. Lo llamo para despedirme, por si acaso no regreso.
– Qué va, poeta, recuerde que usted tiene el compromiso de superar a su hermana mayor.
La hermana mayor, quien había cuidado como una madre a los hermanitos menores, andaba por los cien años. Cuando salió del hospital, Carlos César me volvió a llamar.
– Me pusieron un marcapasos y me dieron quince años de vida.
Nos seguimos viendo con frecuencia. A los veinte años de la operación me volvió a llamar.
– Gonzalo, me dieron quince años de vida, y voy por los veinte. Ya llevo cinco de ñapa.
III
Carlos César era muy tranquilo. El maestro Briceño Guerrero estaba un poco contrariado porque había enviado una comunicación al Decanato de la Facultad de Humanidades y Educación de la ULA y no había obtenido respuesta. Decidió entonces ir personalmente a hablar con el Decano, el poeta Carlos César Rodríguez.
Briceño llegó y el Decano lo mandó a pasar, le preguntó a qué se debía su visita. Briceño dijo que había enviado un oficio y no sabía qué había pasado con esa comunicación. Carlos Cesar le dijo:
– Vamos a ver, todas las comunicaciones que llegan al Decanato yo las selecciono y las meto en una de estas tres gavetas. En una de esas debe estar.
Carlos César había sido el fundador de la Facultad, luego fue electo Decano por varios períodos y nunca había tenido conflictos, las cosas fluían. Briceño preguntó:
– Y, disculpe, ¿qué contienen esas gavetas?
– Es sencillo: en una gaveta se guarda los problemas que se resolverán solos, en otra los problemas que el tiempo resolverá y, en la tercera, los problemas que ni el tiempo resolverá.
Briceño se echó a reír y se olvidó de todos los problemas.