Pocos presos políticos en el penal de Tocuyito lograron comunicarse con sus familiares

Rosa* no suelta su teléfono. Espera con ansias la llamada de su esposo, recluido en el penal de Tocuyito desde el pasado 25 de agosto

Foto: Heberlizeth González

El Carabobeño

Rosa* no suelta su teléfono. Espera con ansias la llamada de su esposo, recluido en el penal de Tocuyito desde el pasado 25 de agosto en el marco de las detenciones postelectorales. Nadie da información a los familiares sobre los presos, pero algunos de ellos pudieron comunicarse este jueves.

Pocos privados de libertad lograron llamar a sus familiares. En una corta llamada, José*, oriundo de Puerto Ordaz, le dijo a su mamá que está bien,  comiendo, que dormía poco, pero que no se preocupe. Su  madre no confía en esas palabras, cree que, posiblemente, lo obliguen a decir eso, así como lo hicieron con otros presos, según conocieron a través de videos. Quiere ver y abrazar a su hijo.

Pero no todos los familiares corrieron con la «suerte» de la mamá de José*. Rosa* tiene casi 20 días sin saber de su esposo, el último contacto que logró fue cuando lo trasladaron desde el estado Trujillo a Carabobo. Solo le ha podido pasar sus medicinas, pero no sabe si está bien de salud.

Pocos familiares frente al penal

Este viernes había pocos familiares frente al penal.  Al parecer se fueron a descansar debido a que un numeroso grupo pernoctó en el lugar ante el rumor de que supuestamente varios presos serían liberados durante la madrugada. Todos están a la expectativa y esperan que pronto les permitan visitas.

Se conoció que, en algunos casos de Puerto Ordaz que están próximos a cumplir los 45 días de detención mientras el Ministerio Público realiza las investigaciones, comenzaron a llamar a testigos, aunque los familiares desconocen si para las audiencias serán traslados al estado Bolívar o a Caracas.

Mientras tanto, se siguen comunicando a través de señas o con las franelas azules que les asignaron a todos los presos como uniforme. No tienen más ropa sino esa.

«Voy a salir de aquí odiando ese color», bromea Rosa* mientras ondea un pañito azul, respondiendo al saludo de un preso a cientos de metros.

 

 

*Nombre ficticio para proteger la verdadera identidad de los afectados.

 

 

 

 

 

 

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