Pobre educación para los pobres |  Por: Antonio Pére Esclarín

 

Por: Antonio Pére Esclarín

Estamos iniciando un  nuevo año escolar, muy difícil y problemático,  por la negativa del Estado de asumir en serio su  deber de garantizar a todos una educación de calidad y retribuir dignamente a los educadores, como lo establece la Constitución. Lastimosamente,  la educación va a seguir siendo  un derecho negado a grandes sectores de la población, que no tienen acceso a ella o reciben una educación de muy baja calidad. Tenemos bachilleres que no entienden un texto sencillo, son incapaces de expresarse en forma oral o por escrito con claridad, y no pueden resolver problemas matemáticos simples. La educación de los pobres es cada vez más una pobre educación, lo que contribuye a mantener y aumentar su pobreza humana, social y económica.

Resultan alarmantes los pobres números de alumnos que se han inscrito en escuelas, liceos y universidades. Se calcula que la gravísima crisis que vivimos ha dejado sin educación a unos tres millones  de niños y de jóvenes en edad escolar. Los salarios de los educadores son irrisorios y no les alcanzan para sobrevivir. Unos trescientos mil   educadores han salido del país en busca de  mejor vida, y muchos de los que todavía continúan, se dedican a otras actividades para poder comer Las escuelas de educación están prácticamente vacías, pues los jóvenes no quieren ser educadores. Hay un gravísimo déficit de profesores y en muchos centros no dan algunas materias por carecer de profesores;  numerosas  escuelas han dicho que sólo  van a trabajar dos o tres ratos  a la semana.. A esto hay que añadir  que sólo una tercera parte de las escuelas públicas están en condiciones para reiniciar las clases.

Nuestro sistema educativo reproduce y agiganta la desigualdad y la exclusión, y en la actualidad, la educación pública, en todos sus niveles, vive una situación lamentable. Lo más trágico es que, después de tanto discurso igualitario y tanta prédica de incluir a los excluidos,  las políticas sociales y económicas tan desacertadas, impiden a millones cumplir su derecho a la educación y la poca que sobrevive está siendo subvencionada por el heroísmo y sacrificio de numerosos maestros y profesores que, a pesar de la difícil situación, siguen dando lo mejor en favor de sus alumnos. En cuanto a la educación privada, cada día más costosa pues a los gastos de funcionamiento y buena dotación deben añadir mejores salarios y bonos al personal, para que no se vayan, se mantiene con dificultad por el empeño y sacrifico de los padres para que sus hijos reciben la mejor educación posible.

Ante esta situación, es urgente que trabajemos todos, como lo viene promoviendo Fe y Alegría,  por una Alianza o Acuerdo Educativo Nacional para que la educación se convierta en una auténtica prioridad del Estado y de la sociedad con políticas públicas consensuadas y permanentes. Si la educación es un derecho, es también un deber y  responsabilidad de todos. Para salvar la educación, requisito indispensable para salvar a Venezuela, debemos iniciar una especie de cruzada nacional en la que nos involucremos todos: Estado, familias, sociedad, medios de comunicación, empresas, sindicatos, partidos políticos, iglesias, asociaciones de vecinos, organizaciones no gubernamentales…

Este acuerdo debe orientarse, entre otras cosas, a dignificar a los educadores con sueldos que les permitan  vida digna, ejercer su profesión con buen ánimo, y seguirse formando. A su vez, los educadores deben asumir su labor  con ética y entrega, y concebirse no como meros dadores de programas, sino como promotores de aprendizaje y gestores de una nueva humanidad. Junto a esto, la Alianza  Educativa debe trabajar para que los centros educativos sean lugares de aprendizaje y convivencia. Para ello, deben estar en buen estado y  con los servicios  indispensables: transporte, agua, comida, electricidad, y  con  los aparatos tecnológicos necesarios  y buena conectividad. Esta dotación tecnológica debe ir acompañada de la debida formación pedagógica, para que las tecnologías se utilicen para promover  el aprendizaje y la reflexión,   pues está bien  comprobado que  la   tecnología sin pedagogía sirve muy poco.

 

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