Plaza Bolívar: un antro en honor a la crisis

No están cometiendo un delito, pero sí un hecho que “atenta contra la moral y las buenas costumbres”. Foto: Andrea Briceño

Un abuelo recuerda los tiempos en los cuales no se podía pasar por «el Santuario de Bolívar» si no estabas bien vestido. Las madres regañaban a sus hijos si lo hacían, e incluso, este lugar era tan sagrado, que no se podía pasar con bolsas o comiendo. En fin, ese templo, al igual que la “casa de Dios”, debía ser respetado

 

María Gabriela Danieri
maria.danieri@diariodelosandes.com

Baila al son de la salsa emitida desde el Teatro Ana Enriqueta Terán, que tiene abiertas sus puertas para invitar a la gente a ver los juegos del mundial de fútbol. Sus caderas se mueven en vaivén, mientras algún curioso la observa, un transeúnte se persigna frente al Templo San Juan Bautista, mientras las palomas se posan sobre la estatua de Bolívar. Todo en una aparente armonía, aunque esté prohibido.
El 27 de febrero de 2015, el Concejo Municipal de Valera emitió una ordenanza sobre el uso de este espacio dedicado a honrar y enaltecer al Libertador y de otras plazas del municipio. El artículo 23 versa “Se prohíbe la presencia permanente de ciudadanos y ciudadanas que ofrezcan servicios que atenten contra la moral y las buenas costumbres». Letra muerta para las autoridades y la ciudadanía, a quien le adjudican la responsabilidad y el cumplimiento de esta normativa.
La mujer se detiene cuando algo llama su atención, la saca de su embeleso, cuenta que tiene más de 20 años como dama de compañía. Lo hace por necesidad, porque así se gana el pan de cada día y de esa manera emancipó a sus dos hijos, un hombre y una mujer. Tiene todos sus documentos en regla. Va a Sanidad y utiliza los métodos anticonceptivos. En la plaza Bolívar tiene 15 años y divide su horario con el de una tasca en Monay.

Trabajo vs irrespeto

En una de las bancas, un viejo le dice a otro, que antes eso no ocurría. Recuerda los tiempos en los cuales no se podía pasar por «el Santuario de Bolívar» si no estabas bien vestido. Las madres regañaban a sus hijos si lo hacían, e incluso, este lugar era tan sagrado, que no se podía pasar con bolsas o comiendo. En fin, ese templo, al igual que la Iglesia San Juan Bautista o la misma Alcaldía, debía ser respetado.
Justamente en la ordenanza se recoge el espíritu de esas costumbres, pues además de prohibir esta actividad (la más antigua de la humanidad) se contempla otras restricciones como beber alcohol, comercio formal o informal, juegos de patines, bicicletas o patinetas; hacer necesidades fisiológicas, arrojar basura o no recoger excremento de sus mascotas. Además de advertir que es deber de la Alcaldía alimentar a los animales y mantener las especies vegetales, también exhorta a las autoridades policiales a montar guardia en las plazas para velar por la seguridad de la gente y el cumplimiento de la ordenanza.
La mujer, de ojos claros, a quien llamaremos Clara, cuenta que como ella hay 12 mujeres más, quienes cobran 360 mil en efectivo, a clientes que vienen desde la Zona Baja, de Trujillo “o de aquí mismo”. Otras cobran más, porque tienen niños pequeños, a quienes muchas veces llevan al trabajo. Cuando no hay mucho dinero, van con los clientes al supermercado y les cobran con alimentos. Recalca que ella lo hace por necesidad, otras por gusto, por vicios, pero la mayoría como medio de sustento.
Clara, con arrugas que delatan su edad y algunos moretones en el cuello, dice nunca haber tenido problemas con sus pagadores. Sin embargo, ha presenciado muchos “espectáculos” en la plaza. Son las otras mujeres, algunas, no todas, a quienes acusan de “drogarlos”. Ella cree que no es correcto, pues están en una plaza, que se debe respetar. Considera que no hacen nada malo, pues solamente captan al cliente y de ahí se van a otro lugar.
No obstante, la ordenanza es clara. Quien incumpla el artículo 23, será sancionado con 10 Unidades Tributarias. Ninguna otra prohibición contempla multas, sólo amonestaciones o trabajos comunitarios.
Los abuelos de la plaza continúan su conversa. Los policías no hacen nada, no sólo se refieren a las mujeres, quienes consideran tienen el derecho de trabajar, sino a los constantes actos penosos en la ágora de Bolívar. Hace dos meses, mientras los niños de la orquesta hacían un acto en honor al Maestro Abreu, un hombre cayó ebrio a los pies de la estatua de Bolívar, aún cuando el pleno acto de sentarse en el pedestal de mármol está vedado.

Un oficio, una salida

La blusa pegada al cuerpo, los pantalones pegaditos, las risas, la actitud y el olor a talco en las manos. Todo en Clara es una herramienta de trabajo. Han pasado al menos 4 gobiernos por la Alcaldía de Valera, rojos y azules, y hasta hace poco, la alcaldesa Iroschima Vásquez, intentó un primer acercamiento con ellas. Ella tiene pensión de vejez y también cuenta con el monto de Hogares de la Patria. Además, sus hijos le envían dinero del extranjero, pues ambos están en Perú. “Con eso no me alcanza, por eso vengo para acá” comenta.
Clara afirma que, tras las reuniones en la Alcaldía, ella y varias mujeres comenzaron un curso de peluquería en el sótano del recinto, pero la profesora se fue del país y no continuaron. “Quiere que tengamos un oficio aparte” dice, pero asegura que es sobre todo para las más jóvenes, con niños chiquitos. Además, los funcionarios verificaron si los menores de edad estaban recibiendo educación, si los habían presentado, con el objeto de velar porque no sean violados sus derechos.
Sin embargo, Clara y las otras femeninas siguen ahí, sin que exista una solución para ellas. Están de 7 de la mañana a 5 de la tarde, otras hasta más tarde, cuando la noche transforma la ciudad en otra cosa. Uno de los abuelos comenta “de noche (risas) de noche a esto le dicen la Isla de las Fantasías”. En otrora, esta y otras plazas eran escenario de actividades culturales y recreativas.
Actualmente, sólo es un despojo -y no sólo por su aspecto desgastado, pese a los cambios de pintura- sino por la actitud de desgano de la gente. Clara se voltea, vuelve su atención a la música, a ver quién viene por ella. Esta semana ha sido difícil, no ha tenido clientes y por eso baila, ese es su señuelo.


Responsabilidad

¿De quién es la responsabilidad del mantenimiento de la plaza? De acuerdo a la ordenanza es deber de la ciudadanía, de las instituciones públicas y privadas velar por su conservación y mantenimiento. En concreto, esta tarea la asume el Departamento de Saneamiento Ambiental, que deberá mantener, mejorar y fiscalizar las plazas. Igualmente, la Comisión de Ambiente del Concejo Municipal puede solicitar información. Para lograr esta tarea, los funcionarios de la Alcaldía pueden tener convenios con las instituciones públicas, privadas, escolares y miembros del Poder Popular, pues sobre estos últimos recae el deber de cuidar, conservar y respetar las plazas. Todo sustentado en la Ley del Ambiente.

Guardar

Salir de la versión móvil