La revolución bolivariana nos está devolviendo al pasado a paso de vencedores. Ahora, ante la escasez de gas y electricidad, y como la gente no tiene más remedio que cocinar con leña, nos anuncian como medida salvadora el “plan leña”, donde supuestamente el glorioso ejército, heredero de las gestas heroicas de nuestros libertadores, se va a dedicar a recoger cuanto palo, rama o tronco arrastren los ríos o estén amontonados en playas o represas y repartir al pueblo bojoticos de leña. De este modo, quieren evitar que la gente en su desesperación, le eche machete a cuanto árbol haya en las carreteras, montes o parques nacionales. Eso sí, el plan va a ser temporal, porque como el propio militar se apresuró a aclarar, se espera que para las navidades esté definitivamente resuelto el problema eléctrico. Y yo, al escucharle, sonrío y me vienen a la mente las incontables veces que Omar Prieto, el gobernador del Zulia, nos aseguró, incluso con anuncios de varias páginas en la prensa, que el problema eléctrico estaba ya resuelto.
¡Basta ya de tanto cinismo e hipocresía! Es hora de propuestas serias que vayan a remediar el sufrimiento y la miseria. Venezuela necesita recrear radicalmente la política con dirigentes serios y competentes, cercanos al sufrimiento del pueblo, humildes y creativos, que no se crean los únicos poseedores de la verdad, sino buscadores de ella con los otros diferentes que demuestren verdadero amor a Venezuela y estén dispuestos a sacrificarse por ella. Para eso, es muy necesaria una autocrítica sincera y despiadada para evaluar lo que no camina, para determinar qué hay que hacer, qué se está haciendo bien, qué se está haciendo mal y qué hay que dejar de hacer para que los logros deseados vayan dejando de ser meras promesas y se conviertan en realidades. Si Einstein decía que no hay prueba de estupidez mayor que pretender nuevos resultados haciendo siempre lo mismo, tanto el gobierno como la oposición deberían replantearse una revisión profunda y valiente de sus políticas y sus certezas. La crisis más seria de Venezuela es la crisis de la incompetencia. Callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.
El gobierno trata de justificar su fracaso culpando a las sanciones impuestas por el Gobierno de Estados Unidos. No dudo que están aumentando nuestro sufrimiento y favorecen al Gobierrno que encuentra en ellas una excusa para tapar su incompetencia. Pero es una ingenuidad ignorar que los problemas vienen de atrás y se deben a políticas desacertadas. En los años de abundancia, nos volvieron más dependientes del petróleo, destruyeron el aparato productivo, toleraron y auparon la corrupción, pulverizaron el bolívar, la inflación diluyó salarios y ahorros, y no sólo no fueron capaces de resolver alguno de los problemas esenciales, sino que los agudizaron todos. El país es un enorme cementerio de promesas fracasadas: bolívar fuerte y bolívar soberano, educación y salud de calidad, planes y más planes para garantizarnos la seguridad, fundos zamoranos, expropiación y estatización de empresas, pdevales y pedevalitos, gallineros verticales, ruta de la empanada, camastrón para turismo del pueblo, pañales guayuco, celulares vergatarios, areperas socialistas, huertos oligopónicos, cooperativas, y tantos otros proyectos que dilapidaron miles de millones sin resultados.
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