Seúl, 11 mar (EFE).- Corea del Norte informó hoy de la visita del líder Kim Jong-un a una base de lanzamientos espaciales y de planes para expandirla apenas horas después de que Washington denunciara que Pionyang prepara nuevos test de misiles intercontinentales.
De golpe las aguas se han revuelto mucho más en la península coreana ante la posibilidad de que Pionyang comience a probar armas superiores a las de 2017, cuando la tensión con Washington alcanzó cotas peligrosas.
Antes de que la propaganda anunciara la visita de Kim, un alto funcionario de la Casa Blanca que pidió no ser identificado realizó una llamada telefónica a periodistas en la que explicó que los lanzamientos de misiles que el régimen realizó los pasados 27 de febrero y 5 de marzo son para preparar un nuevo sistema de misiles intercontinentales (ICBM).
Pionyang, que no identificó entonces el tipo de proyectil usado, asegura que esos test forman parte de un programa para desarrollar nuevos satélites de reconocimiento.
El funcionario estadounidense aseguró que el objetivo era probar «un sistema ICBM relativamente nuevo» que se mostró por primera vez en un desfile de 2020, es decir, el Hwasong-17, considerado el misil intercontinental de mayor envergadura del mundo pero que hasta ahora Pionyang no ha puesto a prueba.
DISFRAZARLO DE LANZAMIENTO ESPACIAL
Añadió que el régimen planea un ensayo completo del Hwasong-17 «disfrazándolo de lanzamiento espacial», como ya ha hecho antes con los cohetes portadores Paektusan y Unha (que sirvieron en su día para probar motores de misiles balísticos), y que el Departamento del Tesoro ya prepara nuevas sanciones.
Es ahí donde la visita de Kim Jong-un a la base de Sohae (noroeste del país) que se ha reportado hoy cobra enorme importancia.
La agencia KCNA detalló que Kim revisó las instalaciones de Sohae, clausuradas en 2018 como gesto de buena voluntad antes de la primera cumbre de deshielo con el expresidente de EE.UU. Donald Trump, y propuso modernizar el lugar para futuros lanzamientos de satélites, en línea con esas pruebas del 27 de febrero y 5 de marzo.
El texto afirma que «para permitir el lanzamiento de cohetes portadores más grandes», Kim asignó tareas para expandir «la zona de lanzamiento y las instalaciones para el ensamblaje general y el equipamiento de prueba del cohete y el satélite».
También se habló de construir un graderío para ver la zona de lanzamiento y de modernizar las instalaciones para inyección y suministro de combustible, el centro de control o el soporte vertical para probar motores a reacción que el ejército norcoreano ha usado para testar sistemas que hoy tiene ya operativos.
Las fotos de la visita muestran a Kim acompañado por, entre otros, Jang Chang-ha, que preside la Academia de Ciencias de la Defensa, o Kim Jong-sik, vicedirector del Departamento de Maquinaria y miembro del Comité Central del partido único.
Ambos han sido identificados como figuras clave en el desarrollo de los misiles norcoreanos más sofisticados del último lustro.
OTROS INDICATIVOS
A esta visita a Sohae se suma además la detección, hace unos días, de reparaciones en el centro de pruebas nucleares de Punggye-ri (noreste del país), otras instalaciones que Pionyang clausuró en 2018 de cara a la primera cumbre con Trump.
Ante el estancamiento del diálogo con Washington desde hace tres años, Corea del Norte ya dijo en enero que meditaba si poner fin a la moratoria que se autoimpuso -también antes de la primera cumbre de 2018- para no disparar ICMBs y no realizar pruebas nucleares.
A ese anuncio y a los planes establecidos por Pionyang en el congreso del partido único del año pasado para mejorar su arsenal se suman ahora estos indicativos cada vez más claros de que el régimen estaría a punto de retomar los ensayos con este tipo de armamento de destrucción masiva.
Todo esto se produce además en un momento en que Corea del Norte sigue sin haber vacunado a ninguno de sus ciudadanos contra la COVID-19 y en el que aún mantiene sus fronteras cerradas a cal y canto.
Esto hace pensar que el reinicio de un diálogo de alto nivel que requiera de reuniones cara a cara, como el que ha propuesto insistentemente el Gobierno de Joe Biden, es, al menos en el medio plazo, completamente inviable.
Andrés Sánchez Braun