Pese a todo, la solución es política

<Aquel que auxilia a los malvados, con el tiempo lo siente. Recogió un hombre a una víbora que se hallaba rígida a causa del frío, dándole calor en su pecho; compasión contraria a él mismo, pues la víbora, reanimada, mató al hombre al instante. Otra víbora le preguntó el motivo del crimen, y respondió la primera: “Para que aprenda a no favorecer a los malvados”>. (Fábulas de Fedro. Libro tercero: El hombre y la víbora)

Los venezolanos entramos en este túnel oscuro llamado tragedia por no haber tomado a tiempo las previsiones protectoras de la democracia política, uno de los espacios donde los humanos resuelven sus conflictos de manera civilizada. Frente a toda idea de previsión protectora se impuso entre nosotros el sentido común cubierto con frases huecas: “Si ese pudo, por qué no yo” “No nos va a pasar eso” “La esperanza nos acompaña” No es que el azar se ignore en las sociedades, pero cualquier espera tiene que ser racional a los fines de ser solución y no problema. Admito así la esperanza cuando al invocarla se pisa tierra, pues de lo contrario la magia de esa palabra es un culto a la manipulación religiosa y contaminada con un mundo fuera del que nos toca soportar. En este sentido la esperanza si se nombra lejos de la pedagogía de la suerte y de la contaminación apostólica podemos compartirla. Ello porque no hay mal ni agobios eternos, pero los datos históricos nos dicen que vincular esperanza con <pisar tierra> nos invita a hablar de futuro desde otros lugares donde un cambio cultural de la gente es una necesidad. Pasa lo mismo con soñar en tanto privilegio humano y cómo esa palabra fue absorbida por otra llamada utopía. Precisamente el haber alejado el principio de realidad de esas palabras las convirtió en un cascarón vaciado de contenido real. La crisis en su propio sentido invita a su ataque, a su superación y para Venezuela eso es hoy política con otros liderazgos, otros conceptos, otras propuestas, otros modelos. Sin embargo, toda propuesta  circunscrita a lo celestial o de un culto esotérico no hace sino prolongar la oscuridad en el túnel aludido. Dicho de manera pretenciosa: <Si se alejan de la racionalidad descrita por M. Weber>, lo que sacamos es otra versión más elaborada de esa cultura del “Gendarme necesario” tan de gusto para V, Lanz. Cultura que a mi entender tiene su punto de referencia, curiosamente no enseñado en las escuelas a profundidad, es decir con sentido crítico, en el gesto del patriota S. Bolívar cuando entregó a los realistas a un sujeto llamado F. de Miranda. Por cierto, no se lo entregó al Vaticano sino al funcionariado español de ese entonces. A partir de ese gesto el militarismo venezolano no ha sufrido muchos cambios en cuanto a aprovecharse de una insipiente cultura democrática. Como lo dejó bien claro el sociólogo R. Barthes: <Lo escrito queda siempre para el análisis>. Viene todo esto al caso por la dificultad de tener una respuesta unitaria a esta crisis donde los más vulnerables mostramos el mayor costo. Crisis que en otros lugares y con huellas distintas fue enfrentada desde dos palabras: Autenticidad y liderazgo. Sin ellas la tarea es más difícil entre nosotros. En efecto, consumidores de mitos y leyendas somos siempre cazados por los salivadores del micrófono, por los esclavos de la pantalla y de la imagen, por los cultores del reconocimiento ajeno. No haber comprendido a tiempo los desafíos del siglo XXI cuya característica básica es la ausencia de seguridad y la muerte del sujeto trascendente (algo de vital importancia para la política) nos coloca hoy día a nivel de países como Haití lugar no sólo destruido por terremotos, sino debido a las políticas que ha sufrido su población. De igual forma este siglo de incertidumbre hace opaca toda idea de futuro, sobre todo como lugar del mañana, palabra que pasó a ser la mejor representación del vacío, es decir de su nada. A pesar de todo la política como algo bien humano está allí. Saque usted sus conclusiones.

camiloperdomot@gmail.com

Salir de la versión móvil