El título puede parecer maniqueo porque en realidad todas las personas son un mosaico de virtudes y defectos. Algunos autores como el escritor ruso A. Solzhenitsyn (1918-2008), Premio Nóbel de Literatura en 1970, han enfatizado esta concepción del humano como una complejidad de cualidades. Así, en su obra ‘Archipiélago Gulag’ (1973) dice: “¡Si todo fuera tan sencillo!. Si solamente hubiera personas malvadas que en algún lugar perpetran con perfidia acciones malignas, y solamente fuera necesario separar a esas personas y aniquilarlas. Pero la línea que divide el bien y el mal atraviesa el corazón de cada humano. ¿Y quién está dispuesto a destruir una parte de su propio corazón?” (Primera Parte, Cap. 4).
Eso que dice Solzhenitsyn tiene su parte de verdad. No obstante, la experiencia en la vida nos demuestra que hay personas que con plena conciencia actúan con mucha más bondad que maldad y otras que actúan con mucha más maldad que bondad. Varios escritores muy notables lo han planteado. Por ejemplo, se considera que el gran dramaturgo inglés William Shakespeare (1564-1616), en sus obras profundiza mucho en la psicología humana, y en ellas presenta personajes intachables desde el punto de vista moral (Desdémona, Cordelia, etc.), pero también presenta otros personajes pérfidos. Podríamos citar muchos ejemplos, pero basta con referir la obra: ‘Tito Andrónico’ (1592-1593) en la cual el moro Aarón es el autor intelectual de una serie de monstruosidades: Quirón y Demetrio violan a Lavinia y le cortan la lengua y las manos para que ella no pueda denunciar nada, etc. Pero cuando en la obra el personaje Lucio le pregunta: “¿No estás triste por esas odiosas acciones?” entonces Aarón responde: “Sí, por no haber hecho mil más. Todavía ahora maldigo los días, y sin embargo, pienso, pocos entran en el alcance de mi maldición en que no hiciera algún mal notorio: violar una doncella, o conspirar cómo hacerlo; acusar a algún inocente con perjurio, hacer que se partieran el cuello los ganados de los pobres; pegar fuego a los cobertizos y pajares por la noche, y decir a los dueños que los apaguen con sus lágrimas […] He hecho mil cosas terribles de tan buena gana como quien mata una mosca, y nada en efecto me aflige el corazón tanto como el no poder hacer otras diez mil cosas más” (Acto Quinto, Escena Primera).
De manera similar, el escritor inglés Charles Dickens (1812-1870) en sus obras presenta personajes fundamentalmente buenos y otros fundamentalmente malos. También podemos citar al psiquiatra austríaco Viktor Frankl (1905-1997) que perdió a todos sus familiares en campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pero pudo sobrevivir y luego fundó la llamada ‘Logoterapia’. En su conocida obra: ‘El hombre en busca de sentido’ (1946) señala lo siguiente: “Podemos aprender que hay dos razas de hombres en este mundo, solamente estas dos – La ‘raza’ de los hombres decentesy la ‘raza’ de los hombres indecentes. Ambos se encuentran en todas partes; ellos penetran en todos los grupos de la sociedad. Ningún grupo consiste solamente de personas decentes o de personas indecentes. En este sentido ningún grupo es de ‘raza pura’ – y por lo tanto se encontraba ocasionalmente un hombre decente entre los guardias del campo de concentración” (Parte Primera. Experiencias en un campo de concentración).
Por todo lo expuesto, una de las cosas más importantes en la vida es detectar a tiempo a las personas malignas para que no puedan alcanzar poder en un país. En efecto, la historia proporciona muchos ejemplos de monstruos malvados, y podríamos citar muchos casos, pero basta con recordar a los emperadores romanos Calígula (12-41) y Nerón (37-68), y más recientemente recordemos los casos de Hitler (1889-1941) y Stalin (1879-1953). En general todos los fascismos y los falsos socialismos han sido liderados por personas malignas.
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