Peña de la Virgen una leyenda local / Por Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

 

Una mirada de Alí Medina Machado, profesor universitario del Núcleo Rafael Rangel de la  Universidad de Los Andes (ULA), excronista de  la ciudad de Trujillo, escritor,  historiador, autor de varios  libros sobre la ciudad capital,  entre ellos, el libro “La  advocación de la Virgen de  la Paz de Trujillo”.

Todos estos hechos han  fortalecido las bases para  arraigar más la fe a la Virgen  y, a la vez, hacerla más fuerte  para la cultura e identidad  de un pueblo que nació para  encubar la historia.

En la Peña de la Virgen  son muchas las oraciones,  peticiones, alabanzas de fe,  de los hijos de un pueblo que  están seguros que, desde lo alto  de la montaña, su patrona los  vigila y los protege justamente  desde aquel día que dejó la  ruta itinerante.

La influencia mariana  en la ciudad de Trujillo  es compleja por sus diversas interpretaciones y manifestaciones de fe, tanto  de la mariología eclesiástica  como de la expresión popular  de un pueblo creyente en  su patrona: la Virgen de La  paz, así como en las demás advocaciones marianas, tal  es el caso de la Virgen de la  Peña o Peña de la Virgen.

Ello es parte de la tradición  religiosa de Trujillo, pero con  un carácter popular, de gran  expresión de alabanza de  una fe imaginaria, intangible,  que, podríamos decir, de  características de leyenda religiosa. A  ciencia cierta, no sabemos  cuál es el origen del fervor  y pasión por la Virgen de la  Peña. Esta es una leyenda  con mucha fuerza que nace  en el Valle de los Mucas y  que se fue extendiendo a  toda la capital.

La Virgen de la Peña es  intangible, a nuestro juicio,  no tiene cuerpo de una  interpretación de vivencias e  historia local, pensamos que  Monseñor Estanislao Carrillo  tuvo mucho que ver con esta  creencia, coadyuvando a  sembrarlas en el sentimiento mariano de ciudad portátil.

Monseñor Carrillo es hoy  día el ícono más importante  de la religión para Trujillo,  quien estuvo desde 1885  hasta 1953 como vicario; es  una figura monumental, es  el primer gran sacerdote que  se transformó en un símbolo  religioso, quien tuvo en su  haber 65 años de actividad  religiosa.

Esto es una manifestación  de la fe, de la esperanza. No  es un monumento y el día  que se haga visible dejaría  de ser una creencia, es una  visión, el día que sea una  cofradía, ese día se rompe el  encanto.

¿Por qué eso? Porque  es un encanto que está  desvinculado con la  Virgen de la Paz, son dos  realidades distintas, que  contrastan con el concepto  religioso aunque esa  creencia e interpretación  lo lleva cada quien en su  imaginario. La Virgen de  La Peña o viceversa, no es  celebrada, sea la de La Paz  o del Rosario o, cualquier  otra advocación, cada quien  la lleva en su fe. La imagen  que aparece allá que es la  Virgen del Rosario, no se  sabe quién la llevó hasta  allá.

La creencia de la Peña  de la Virgen es popular, no  eclesiástica, es decir, existe  en Trujillo una expresión  pagana y sincrética. Son  realidades que han sido  mezcladas, pero en el plano  de las crónicas trujillanas,  es decir, más allá de la  institucionalidad de la  iglesia. Ya que, la Peña  de la Virgen, insistimos, ha  salido de un tinte de leyenda,  mágico, de encanto, sino,  solo debemos fijarnos en  los tres ríos, los cuales son  producto de la tradición: el río de agua, el río de la leche  y el río de sangre. El primero;  es la fuente de agua. Esta  identifica la existencia  geo-histórica de la ciudad  y está alimentada por la  Quebrada de los Cedros  y el río Castán; pero más  importante para la ciudad, es  la Quebrada de los Cedros;  de hecho, las columnas de  la Catedral fueron sacadas  de las riveras de esta  quebrada. El río de sangre  es la lucha encarnizada  entre los aborígenes y los  conquistadores. El río de  leche es la alimentación de  la ciudad maternal, porque eso es Trujillo. Tanto es así,  que, Mario Briceño Iragorry  la llamó la tierra de María  Santísima. Recordemos que  esta creencia se desarrolla  en el cerro de Carmona y es  un lugar ¡mágico!

Todas estas creencias  son una suerte de manantial  para la literatura más  que para la historia. Es  un reservorio ficcional  subutilizado. Tenemos  que aprovecharlo para la  educación; agregarle una  carga de sensibilidad para  con el colectivo. Tenemos que hacer un llamado  de atención y hacer muchas cosas con ese gran  imaginario; reforzarlo en  los medios de comunicación, llevarlo a los centros  educativos, a las cátedras  universitarias para que sean consideradas como estudios cotidianos.

Hace mucho tiempo que la ciudad está en silencio…

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