La falta de unidades de transporte público incita a abusar de la capacidad de éstos. “¡Denle pa’trás!”, gritan los recolectores o choferes. Cuando ya no caben más pasajeros, algunos optan por irse “chingados” en la puerta, corriendo un gran peligro. “¿Y si se espicha un caucho en plena vía y nosotros que andamos como sardina en lata en este bus?”, se pregunta una anciana preocupada ante el hacinamiento de pasajeros. ¡Válgame Dios!