En todas partes del mundo se cuentan historias y leyendas sobre espectros y otras curiosidades asombrosas y Carvajal como tierra mágica no escapa a esta circunstancia que forma parte de nuestras costumbres y tradiciones
Pedro Antonio Aguilar
Así lo afirma con sus relatos Jorge Juárez Ruiz. “Pedro Antonio Aguilar es como decimos los carvajalenses un hombre experimentado, jugado en varias plazas y vencedor de mil batallas. Como bien sabemos quienes le conocemos Pedro Antonio bregó durante mucho tiempo tras el volante de un camión volteo, por ello en muchas ocasiones para el cabal cumplimiento de su trabajo comenzaba por salir de madrugada hasta donde realizaría la jornada laboral, un día cualquiera de comienzos de los años 70, se dispuso a salir antes de lo usual, aún no eran las 3 de la madrugada, calentó el motor del camión durante varios minutos y como siempre lo hacía partió desde el Filo abajo, subió hasta la esquina de los Prieto y bajó hasta las Cuatro Esquinas, tomó la vía principal y dos cuadras más abajo al llegar a la Cruz de la Misión por poco pierde el control del pesado vehículo cuando observa sentada en la acera a los pies de la cruz a una mujer descalza vestida de blanco con larga cabellera despeinada cubriéndole el rostro, de inmediato un escalofrió recorrió su cuerpo y presuroso retomó el control del camión acelerando para alejarse de aquel fantasmal encuentro, siguió conduciendo, pensando en quien podría ser la extraña mujer y cuando ya transitaba por La Horqueta sintió como su corazón se aceleraba de la impresión al ver nuevamente a la misma mujer frente al portón de Di Gabrieli, donde curiosamente había otra Cruz, -era imposible se dijo, si la deje atrás, como llegó aquí tan rápido?-, se preguntaba incrédulo, -quien era aquella mujer?-, horrorizado se santiguó y se encomendó al Señor.
Aquel día seria inolvidable para Pedro Antonio y hasta el sol de hoy sigue contando la espeluznante historia, sin hallar respuesta. ¿Realidad o ficción?, todo esto forma parte del folclor y la idiosincrasia de un pueblo, en tiempos en que escaseaba el alumbrado público y algunos caminos y sectores lucían oscuros, solitarios. Pero así como surgían espectros venidos del más allá, también los había del más acá, no faltaban los bromistas que hacían pesadas travesuras a desprevenidos transeúntes, como algunos jóvenes del sector que a fines de los años 60 se las ingeniaban para pasar un largo mecate por la cima del Bucare que estaba a la entrada de la Guafa, muy cerca del llano y en un extremo amarraban un pote que previamente habían perforado para simular el rostro de una calavera y dentro del mismo colocaban una vela encendida que apresuradamente hacían subir hasta lo alto del árbol causando el pánico de los que veían en la oscuridad aquel rostro fantasmal de ojos encendidos o aquellos mozos mamadores de gallo que en las madrugadas decembrinas de comienzos de los 70 se disponían a aterrorizar a los que mañaneaban para ir a la misas de aguinaldo subiéndose en las paredes del cementerio viejo de Carvajal ataviados tan solo con una sábana blanca, lo que obligaba a correr a más de uno que divisaba tan aterradoras imágenes, dignas de cualquier programa de videos y cámara escondida de la TV actual.
Eran otros tiempos, hoy lo que causa más terror a los carvajalenses son los malandros, el miedo a que nos asalten o roben en nuestras casas, en las esquinas, son otro tipo de aparecidos que causan mucho más daño y que salen de día o de noche, indiferentemente. Aquel era el Carvajal del ayer”.
Bibliografía -Memorias de mí querido pueblo aparecidos y fantasmas en Carvajal- Jorge Juárez Ruiz. III Simposio de Cultura e Identidad Carvajalense.
La carreta del Hoyón
Igualmente Jorge Juárez Ruiz cuenta que. “Pobladores ya idos del sitio conocido desde antiguo como El Hoyón, que alcanza desde la parte alta de El Amparo (Partiendo desde donde antes existió el famoso Bar El Rubí) hasta La Horqueta (Allí en lo actual se ubica una cancha de Futsala) decían. “Que hasta bien entrada la década de los años 50s por la oscuridad reinante al anochecer, en temporada de lluvia, ciclo de luna llena y menguante, días de Semana Santa, la gente de ese lugar y sitios aledaños a manera de previsión se recogía bien temprano, y otros evitaban ese recorrido, pues una vez entrada la noche era imposible transitar por eso lares, deshabitados casi en su totalidad, debido al estruendoso ruido que producía el crujir de las ruedas de una fantasmagórica carreta conducida por una figura calaverica, quienes tuvieron el infortunio de llegar a verla sufrieron desmayos, caída de dentadura, cabello y uñas”
“Hacia los 350 años de Carvajal”