Su mirada lastimera busca persuadir al transeúnte. Este lo esquiva, como el segundo, el tercero y el cuarto. Quizás una quinta persona se detiene y saca de su bolsillo unos 100 Bs. El hombre, de unos 70 años, como todas las tardes, se ubica en la entrada de un centro comercial del municipio San Rafael de Carvajal. “Deme unos 10 bolivitas” repite incesante, con un tono de voz que quiebra el espíritu de cualquier ser humano de buen corazón.
Como él, hay decenas de personas, que se apuestan en diversas zonas de las principales ciudades del estado Trujillo, donde se concentra la mayor población, para pedir limosnas a sus coterráneos. Es evidente, como en los últimos cinco años su presencia ha pasado de ser una excepción a un fenómeno social recurrente. Algunas veces incomodo y entristecedor.
¿A qué se debe?
Según el psicólogo trujillano, Leandro Andara, la situación social actual – en la cual hay un desequilibrio económico, político y social- ha afectado a unas personas más que a otras. Los vulnerables psicológicamente, tienden a desarrollar este tipo de comportamiento. Es cuestión de personalidad, pues aunque muchos han padecido la carencia de alimentos, algunos tratan de solventarlo de otras maneras: van a casa de otros familiares, reorganizan sus ingresos, buscan segundos o terceros empleos. Pero no todas las personas responden igual a los cambios sociales.
Andara sostiene que no hay políticas públicas para atender la salud mental del venezolano. En consecuencia, esta se ha deteriorado, al punto de llegar a un escenario de neurosis colectiva. Entonces, quienes antes podían buscar otras alternativas, han caído en este comportamiento de mendicidad e indigencia. El Estado debe incentivar políticas públicas eficaces, sino se llegaría a condiciones peores. Las pocas instituciones existentes, carecen de recursos y una iniciativa privada o gremial, requeriría de financiamiento gubernamental.
Distintas edades
Una dama, de unos 50 años, mira al joven en una panadería del centro de Valera y se le acerca. “No tengo para comer, puede darme algo”. El muchacho se revisa los bolsillos, saca aquel billete retorcido, que le sobró del pasaje. Le recuerda a su madre. Antes de salir, otra mujer, con unos años menos y un niño en brazos, pide su caridad. Él la esquiva y se va, la limosna también se agota, pues la crisis económica no solamente ha golpeado a unos pocos, sino al 80% de la población, según la Encuesta Condiciones de Vida 2016, realizada por la USB, UCV y UCAB, junto a una ONG.
Por otro lado, la mendicidad no distingue de edades. Hay mujeres y hombres en edad productiva, quienes se han volcado a las calles a pedir. Son distintos a quienes viven en las calles. Hay una diferencia en su presencia, en su vestimenta y en la predisposición a adicciones (drogas, alcohol). Algunos de ellos son desempleados, cabezas de hogar o, simplemente, ciudadanos que atraviesan tragedias familiares: un hijo enfermo, padecen una enfermedad, tienen una discapacidad. También los hay de “oficio”. Estos piden bajo una excusa, para no buscar un empleo, quizás por comodidad.
En un recorrido por el casco central de Valera (desde la Redoma hasta el Centro comercial Plaza) se observaron más de 20 personas dedicadas a pedir dinero. Esta cifra incluye a personas en condición de calle y los recurrentes ciudadanos que solicitan colaboraciones.
Los niños, por otro lado, también se notan en las calles, aunque en menor cantidad. Por lo general, su representante está cerca, mientras ellos se acercan a los peatones o comensales de las ferias de comida. Llegan sigilosamente, sin ser notados por los vigilantes de los centros comerciales y restaurantes. “Regáleme un pedazo de pizza, señor, que no he comido” ruegan y algunas veces consiguen la recompensa. Se les ve en pequeños grupos de 4 o 5 niños, no mayores de 12 años.
Negra Hipólita rehabilita pero no otorga ayudas económicas
El estado venezolano promovió la Misión Negra Hipólita hace once años. Su objetivo es brindar atención multidisciplinaria a las personas en situación de calle o sometidos por alguna adicción. De esta manera, ayudarlos a reintegrarse a la sociedad. En Trujillo, la sede de esta misión, llamado Comunidad Terapéutica Socialista Ludovico Silva, se encuentra en el sector El Filo de San Rafael de Carvajal.
Yolanda Fuenmayor, su directora; y Saudi Serrano, subdirector, informaron que este próximo 19 de septiembre, arriban a 5 años en la región. En el complejo atienden a todas aquellas personas, quienes de manera voluntaria, quieren someterse a cuatro etapas de rehabilitación: Adaptación al centro, Identificación del problema, Consolidación e Integración a la sociedad o de vuelta al seno familiar. Este proceso dura 9 meses, pero no todos lo aguantan, pues no están adaptados a llevar una rutina. El CTS no es una cárcel, por lo cual, muchos llegan y se van a los tres días. El equipo de la misión está conformado por psicólogos, psiquiatras, médicos y trabajadores sociales. Ellos sirven de guías hasta mucho después de su reincorporación a la sociedad. Ahora, ¿quién se encarga de las personas dedicadas a mendigar? Los funcionarios explicaron que ellos no dan ayudas económicas, solamente dan cobijo a quienes están en situación de abandono. Este tipo de ayudas deben canalizarse con otros entes gubernamentales. Por otro lado, la misión está imposibilitada para hacer patrullajes de captación (cómo sucede en la sede central en Caracas), pues no cuentan con los recursos. Hasta ahora reciben a los voluntarios y a quienes son rescatados por Protección Civil. Igualmente, se apoyan con otras instituciones como el INAS (en el caso de adultos mayores), IMET (mujeres), Sapnnaet (niños y adolescentes) e organismos como la ONA y la Fapet.
Solo un caso
Ángel Rosario (42) vive en los terrenos de la Av. Bolivariana. Tiene una discapacidad en las piernas y camina con la ayuda de un bastón. Dice pedir porque no puede trabajar. A sus 42 años, segura tener más de 20 años en las calles. Una vez estuvo en la Misión Negra Hipólita, pero luego de tres años, volvió a las calles. Actualmente, va a la Iglesia Evangélica y dice que solo la fe puede ayudarlo. No pasa hambre, porque con lo que pide, al menos dos veces al día se sustenta. Quisiera salir de las calles, pero lo expresa como si fuera un deseo inalcanzable.
Datos de la mendicidad
*Argumento: Falta de comida es el principal argumento de las personas que piden en la calle, seguido de quienes piden ayudas económicas a causa de una enfermedad/discapacidad, falta de medicamentos para sí o un pariente cercano (hijo, padres).
*Lugares: Panaderías, restaurantes, centros comerciales, supermercados y zonas de alta concentración de personas (bancos, plazas y paradas de autobuses) son los lugares predilectos para pedir. Algunos visitan establecimientos comerciales.
* Desamparo: La condición de mendicidad no es exclusiva de personas que viven en la calle. Aunque quienes pernoctan en la ciudad tienden a esta práctica y a la de buscar comida en la basura.
* Edades: La población de mendigos observada en Valera y Carvajal es mayoritariamente de adultos mayores (50- 70 años), seguida mujeres adultas con varios hijos (20-35); varones adultos (20-35) y niños en menor escala (no menores de 5 y no mayores de 12).
* Recaudos: Un mendigo puede colectar de 4 mil a 6 mil bolívares en un día
Índices del fenómeno
* 81,8% son pobres de ingresos y la pobreza crónica es de 38,0%, según los resultados de la Encuesta Condiciones de Vida 2016, realizada por la USB, UCV y UCAB, junto a una ONG
* 63% de los venezolanos no tiene un seguro de salud, que implicaría su atención física y psicológica de manera preventiva o inmediata. De acuerdo a esta misma encuesta.
*3% de las familias evaluadas por un estudio de nutrición de Caritas, en 2016, admitieron recurrir a medidas de pedir en la calle para comer o acudir a la caridad de las iglesias.
*8% de las familias encuestadas (217) en ese estudio, realizado en 12 municipios de 4 estados, admitió recurrir a las sobras de restaurantes y contenedores de basura.
Bajo atención
90 personas que estaban en situación de calle y se dedicaban a pedir, se encuentran bajo atención de la Misión Negra Hipólita
300 o más personas han pasado por este centro, algunos reinciden a las calles otros vuelven a la sociedad
9 meses dura el periodo de rehabilitación y reinserción en la sociedad.
3 días es el máximo de tiempo que está una persona en el centro, cuando no tolera la rutina