Pedagogía crítica | Por: Antonio Pérez Esclarín

                    

Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com)

 

Frente a la colonización creciente de las mentes, la pretensión de imponernos  la dictadura del pensamiento único, los intentos de manipular nuestras vidas y conciencias, y la proliferación descarada y sin control de bulos, falsedades y mentiras, necesitamos promover con insistencia la pedagogía crítica,   tanto en la educación presencial como en la  virtual.  Pedagogía que nos ayude a entender mejor el país y el mundo, nuestra vida personal, el sentido de nuestras preocupaciones y atribulaciones, la necesidad de la esperanza y, sobre todo, la vivencia concreta del amor, de la sabiduría, del cuidado y de la compasión. La gente pide recetas, cuando lo que necesitamos es ideas. Bertrand Russell decía que “el ser humano le teme al pensamiento más que a otra cosa”. A su vez, el filósofo y escritor español Miguel de Unamuno solía decir que muchos utilizan la cabeza como los toros: no para pensar, sino para embestir, para atacar a los que piensan diferente. Pensar supone esfuerzo, silencio, reflexión, lectura y conversación con gente interesante. Para conversaciones triviales, ya tenemos el whatsapp.  De ahí que si Descartes construyó su sistema filosófico sobre el pensamiento con el famoso principio “Pienso, luego existo”, hoy se va generalizando el “Pienso, luego estorbo”, pues pensar con la propia cabeza, resistir la supuesta verdad que tratan de imponernos, puede resultar muy peligroso. Ya Quevedo escribió con una ironía muy fina, “que la verdad sólo perjudica al que la dice”. Pero sólo sobre la verdad se podrán poner los cimientos de una sociedad justa y humana. La mentira sólo podrá engendrar maldad, y una sociedad que impone la mentira o se mantiene sobre ella, no podrá construir ni convivencia, ni respeto ni libertad.

La pedagogía crítica necesita educadores que estimulen la pregunta, la reflexión crítica sobre las preguntas, para superar el sinsentido de una educación que exige respuestas a preguntas que no interesan, o la fidelidad acrítica a supuestas verdades impuestas, en consecuencia, falsas. Educadores que promuevan el análisis crítico de discursos, normas, propuestas, hechos y modos de vida;  de las actitudes autoritarias y dogmáticas,  tanto de la realidad  escolar como de la problemática nacional y mundial, que capacitan para reconstruir y reinventar el mundo. Análisis crítico que no acepta la “normalidad” de un mundo inhumano y se hace denuncia  valiente de todo lo que atenta contra la vida, de todas las injusticias, las falsedades, las manipulaciones, las mentiras.

En palabras de Paulo Freire, ese gran pedagogo brasileño, necesitamos de un radicalismo crítico que combata los sectarismos siempre castradores, la pretensión de poseer la verdad, la arrogancia, el autoritarismo de tantos  falsos dirigentes y supuestos intelectuales, en el fondo profundamente  reaccionarios, intolerantes, soberbios,  incapaces  de un pensamiento objetivo y libre.

El derecho a criticar supone, como también  lo expresa Freire, “el deber, al criticar, de no faltar a la verdad para apoyar nuestra crítica; supone  aceptar las críticas de los demás cuando son objetivas y supone, sobre todo, el deber de no mentir. Podemos equivocarnos; mentir nunca. No podemos criticar por pura envidia, por rabia o sencillamente, para hacerme notar”. No hay peor esclavitud que la mentira; ella oprime, impide salir de sí mismo. No hay nada más despreciable que la elocuencia de una persona que no dice la verdad.  Hay que liberar la conciencia diciendo siempre la verdad. Cuando somos capaces de escuchar la conciencia, vemos la vida como es, y no como nosotros nos empeñamos en verla. Lamentablemente, cada vez abundan más las personas que  han matado la voz de sus conciencias, y por ello siguen imponiendo sus falsas verdades sin problema. Es preferible molestar con la verdad que complacer con adulaciones. Decir la verdad es desenmascarar la mentira y eso algunos no lo perdonan. No sólo son injustos, sino que necesitan ocultar su maldad presentándose como poseedores de la única verdad posible. Como decía Amado Nervo, “el signo más evidente de que se ha encontrado la verdad es la paz interior” o, como decía Jesús “La verdad les hará libres”. Nos libera de nuestro orgullo y egoísmo, nos vuelve humildes. Nadie supera sus flaquezas si no comienza por reconocerlas. En palabras de Pascal, “la grandeza de un hombre consiste en reconocer su propia pequeñez”.

Educar es enseñar a pensar con libertad y a ser fieles a la propia conciencia; es enseñar a argumentar, a defender las propias ideas y a respetar las de los demás.

 

                 

@antonioperezesclarin           

www.antonioperezesclarin.com

 

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