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Como parte del protocolo de bienvenida al nuevo arzobispo coadjutor de la Arquidiócesis de Mérida, el presbítero Reinaldo Muñoz, párroco de Nuestra Señora del Rosario, ofreció el discurso de bienvenida, destacando “… usted no viene a una Iglesia perfecta, pero sí a una Iglesia proactiva…”
Texto completo:
PALABRAS DE BIENVENIDA
SANTA IGLESIA CATEDRAL
BASÍLICA MENOR DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
CON MOTIVO DE LA LLEGADA A NUESTRA ARQUIDIÓCESIS DE MÉRIDA
DEL EXCELENTISIMO MONS. HELIZANDRO EMIRO TERÁN,
ARZOBISPO COADJUTOR
‘’Todos los que estaban allí tenían la vista fija en Él’’ (Lc. 4,20)
Tener los ojos fijos en Jesús es recordar la esperanza del pueblo de Israel que durante cientos de años había deseado la llegada del Mesías. Esas miradas centradas en Jesús resumen también la expectativa de toda la humanidad, que desde el pecado original anhelaba, aun sin saberlo, la venida de Aquel que podía, con su venida, restaurar aquello que el pecado había quebrantado. Ese día llegó, y el mismo Jesús es quien lo ha revela cuando, leyendo en la Sinagoga de Nazaret el pasaje de Isaías dijo: ‘Hoy se ha cumplido’ (cf. Lc. 4,21)
Los ‘ojos fijos en Jesús’ remiten también al nuevo pueblo de Israel, a la Iglesia de hoy, que continúa llevando su misión en el mundo. Este pueblo nuevo, consagrado con la sangre de Cristo, vive con, en y por Jesús. Los ojos de todos hijos de la Iglesia deberían estar siempre fijos en Él. Jesús, con su encarnación, con su vida, en su muerte y resurrección y, finalmente, con su ascensión al cielo, le ha dado vigencia eterna a ese: ‘Hoy se ha cumplido’. En Él podemos nuevamente vivir la comunión que tanto anhela nuestro corazón.
Jesús nos invita a acoger en nuestras vidas todo lo que él hizo por nosotros. En nuestra pobreza, recibimos de Él el anuncio de la Buena Noticia: cautivos y ciegos estábamos, pero Él nos liberó y nos devolvió la luz a los ojos para poder ver: cuando nos sentimos esclavos y oprimidos por el pecado, en ÉL somos libres pues hemos sido hechos hijos de Dios (cf. Lc. 4,18). ¿Cómo, pues, no tener nuestros ojos siempre fijos en Él?, y ¿Cómo no agradecerle hoy al Señor, cuando el pasado 19 de marzo, en la Solemnidad de San José, se dio a conocer la noticia del nombramiento que el papa Francisco ha realizado en la persona del excelentísimo Mons. Helizandro Emiro Terán Bermudez, quien ha pasado a ser arzobispo coadjutor de la Arquidiócesis de Mérida? Es por ello que, en nombre de todos los hombres de buena voluntad que caminamos como Iglesia arquidiocesana, deseamos expresar nuestra más profunda alegría y hacerle llegar un entrañable saludo de bienvenida al nuevo pastor, quien nos recuerda en el mensaje con motivo de este nuevo nombramiento: “Somos caminantes, peregrinos en la fe, movidos por el Espíritu que nos permite experimentar un Dios que es amor y cuya bondad y misericordia son inconmensurables. Es este Dios, luz y salvación nuestra, el que se convierte en fortaleza y ayuda (cf. Sal. 27,1) para llevar adelante nuestros sueños y proyectos, solo Él hará prosperas las obras de nuestras manos (cf. Sal. 90,17)”.
Hoy, Excelentísimo Monseñor, Lo recibimos con el gozo del que viene a ofrecer su persona y su servicio, y queremos expresarle que, junto a usted, elevaremos nuestras plegarias al Señor para que sea un hombre de mirada limpia, alma transparente y rostro humano, un padre, maestro y pastor conforme a Cristo, y que a su vez encuentre en esta porción del pueblo de Dios a unos hijos y colaboradores diligentes de su ministerio episcopal.
Este pueblo de Dios, que vive su fe en estas tierras merideñas, está ansioso de colocarse a su lado para ayudar con la tarea evangelizadora que le encomendó el Santo Padre, y realizar una fructífera labor pastoral en comunión con el arzobispo metropolitano S.E.R Baltazar Enrique Cardenal Porras Cardozo y con el obispo auxiliar Mons. Luis Enrique Rojas Ruiz, de modo que, en sinodalidad, caminemos en la fe, esperanza y amor.
Esta Iglesia merideña ha hecho de la comunión, la evangelización, el culto, la espiritualidad y el servicio a la caridad, su eje transversal, lo hace a través de la curia arquidiocesana, las zonas pastorales, parroquias y grupos de laicos que a través de los distintos movimientos de apostolado van dando vida a una Iglesia que está en movimiento, caminando en dirección a Cristo como comunidad discípula y misionera. Viene usted, por tanto, no a una Iglesia perfecta, pero si a una Iglesia proactiva que busca senderos que la lleven a mostrar a Cristo a todos los que están dispuestos a recibir el mensaje de la Buena Nueva, dirigiéndose especialmente a los más vulnerables, aquellos que están heridos en su vida interior o que sufren dificultades por su particular situación humana y social.
Los hermanos agustinos ya evangelizaron estas tierras enclavadas en medio de las montañas andinas, y dejaron la huella de su padre Agustín de Hipona; al igual que aquellos primeros agustinos, aquí usted encontrará tierra abona esparcida por estos caminos y encrucijadas, favorecidos por la variedad de devociones y advocaciones, cristológicas, marianas y de tantos santos y mártires que se veneran en la Iglesia merideña.
Con gozo recibimos al Arzobispo coadjutor, que viene para manifestar con su vida y ministerio episcopal, el amor y la misericordia de Dios en medio de los suyos.
Todos estamos convencidos que encontraremos en usted a un ‘pastor con olor a oveja’, tal y como lo expresado el papa Francisco. Y lo que la comunidad eclesial espera, ya se ha dejado entrever, un hombre de oración que pone su confianza absoluta en aquel que le llamó, de recta doctrina, capaz de hacerla llegar de manera sencilla al corazón de todos, un hombre fiel que, con la sabiduría de Dios, nos ayudará a interpretar los signos de los tiempos y afrontar con la fuerza del Espíritu, los retos que le esperan a la Arquidiócesis en los años por venir. Un pastor humilde que sepa escuchar al sabio y al humilde y, con la lucidez del don de ciencia, nos indique el camino que debemos recorrer.
Al darle la bienvenida, a la sede diocesana funda por Fray Juan Ramos de Lora hace 244 años, y que está celebrado 100 años de haberse convertido en sede arquidiocesana, tendemos nuestras manos y abrimos nuestros corazones, para ayudarle a desarrollar un proyecto que, como usted nos señaló en su carta al pueblo emeritense, pareciera utópico, pero que se puede concretar, dado que todos los sueños y proyectos puestos en las manos de Dios, tienen como destino prosperar y crecer como maravillosas obras de amor.
Mons. Helizandro, es nuestro deseo que, al desarrollar su ministerio episcopal, el Señor le otorgue fortaleza de ánimo y una humanidad que le haga sensible a las alegrías y sufrimientos de su pueblo, que sea un administrador piadoso de los sacramentos de la Iglesia, que viva en su corazón el fervor del Evangelio, viendo el rostro de Cristo en los más necesitados, y que tal como dice su lema episcopal “Da lo que mandas Señor y manda lo que deseas”, emprendamos el camino con esa certeza, confianza y esperanza que el Santo Obispo de Hipona nos quiere enseñar.
Que este recorrido pastoral que ha iniciado por los páramos merideños, le cobije entre la neblina y el frailejón, y que al descender a la meseta de los tatuyes se encuentre con la hermosa ciudad Mérida, adornada con la Ilustre Universidad de los Andes, que ha dado frutos en la ciencia, el arte y la cultura, ciudad engalanada con el Seminario Arquidiocesano San Buenaventura, lugar donde se forman los futuros pastores de nuestra sociedad. Que los caminos se abran cariñosamente hacia los Pueblos del Sur y por el Valle del Mocotíes, donde encontrará bellos pueblos de gran devoción mariana, donde su gente es generosa y trabajadora.
Hoy la Arquidiócesis de Mérida se encuentra de fiesta, porque como dice el salmista “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125), y por ello, al encontrarnos en este recinto sagrado, sede de la mitra emeritense, colocamos su ministerio bajo el manto maternal de María, Inmaculada Concepción, la misma que lo acompañó en la diócesis de Ciudad Guayana y que hoy le sigue cobijando y protegiendo en esta nueva misión. Que Cristo, Buen Pastor, le conceda todas las gracias que necesite para conducirnos por caminos de fe, esperanza y amor.
¡Bienvenido Monseñor!
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