Eduardo Viloria
DLA
El presbítero Ednodio Azuaje, sacerdote de la región quien estuvo hasta no hace mucho en la parroquia El Rosario de Isnotú, la tierra que vio nacer al Venerable de Venezuela hace 154 años dijo en palabras que le tocó pronunciar al final de la eucaristía que ofició el obispo diocesano Oswaldo Azuaje, que José Gregorio Hernández, soñó con una Venezuela próspera, libre y moderna fundada en el trabajo, el estudio, la ciencia, la técnica y la disciplina.
Jamás toleró la tiranía, el caudillismo, el militarismo, las dictaduras y los totalitarismos, mucho menos la ineptocracia, pues los escalafones se logran con meritocracia, con hoja de vida y con récord académico.
José Gregorio
Isnotú, que se encumbra en estas montañas andinas fue la cuna de José Gregorio Hernández, de cuyo nacimiento se están cumpliendo 154 años, Venezuela su amada patria; en Europa (1890-1891) y específicamente Francia, una vez que se percatan de su trabajo, dedicado a la profundidad de su ciencia, la calidez de sus ejecutorias, su visión progresista y futurista le aparecieron ofertas en las academias y en el ejercicio de la medicina, propuestas que le avizoraban un futuro brillante en el continente europeo, pero su respuesta constante era “Mi patria me necesita, Venezuela es mi lugar”.
Con el apoyo del doctor Rojas Paul, presidente del país para la época, trajo no solamente el cúmulo de conocimientos, sino también los aparatos más sofisticados para el primer laboratorio que él mismo fundó y para el ejercicio de la medicina experimental, con la instalación de nuevas cátedras que ya conocemos.
Hoy Venezuela pide a gritos hombres y mujeres del talante de este insigne trujillano. A su amada patria en pleno siglo XXI, regresaron enfermedades que él combatió: malaria, difteria, fiebre amarilla, peste bubónica, viruela, sarampión y peste negra, desaparecieron las vacunas como medidas preventivas y apenas se encuentran algunos fármacos, para los respectivos tratamientos terapéuticos.
Médicos y profesionales de avanzada en distintas áreas de la ciencia y del saber, han cruzado las fronteras y se han diseminado por otras latitudes de Latinoamérica y el mundo, no sabemos cuando regresan, Venezuela los necesita.
Excelentes docentes egresados de ilustres universidades de esta patria se han marchado y no sabemos cuando regresan, Venezuela es su lugar. La vuelta a la patria como decía el poeta Juan Antonio Pérez Bonalde, es aplicable hoy al éxodo masivo de venezolanos, sí, vuelta a la patria, pero una patria que garantice los derechos fundamentales de los hijos de esta hermosa tierra.
José Gregorio Hernández oraba y estudiaba, trabajaba y celebraba los misterios de la fe, jamás claudicó en sus virtudes cristianas y en sus principios éticos, los aprendió en el hogar, en la familia, «Mi madre me inculcó la virtud y la caridad, la familia es el lugar de la educación, donde se forja, madura y fragua la vida. Un día defendió a Santa Teresa de Jesús cuando la señalaron de padecer histeria, escribió en un periódico caraqueño, «si tiene una enfermedad que se llama la locura del amor, yo también la quiero padecer». José Gregorio Hernández vivió amando su familia, su vocación, su trabajo, su gente y su religión.
Amó y confió en su Iglesia como la defensora de la vida. La Iglesia es pregonera del Evangelio de la Vida, ningún atropello a ella, no le es indiferente, sale de manera inminente en su defensa.
Fernando Parrado uno de los líderes de la supervivencia del avión que cayó en 1972 en las montañas de los Andes entre Argentina y Chile afirma, de manera contundente, que para sobrevivir una tragedia se necesita: liderazgo, planificación, estrategia, esperanza y trabajo en equipo.
El poeta Virgilio dijo: “Pueden porque quieren» no dijo “pueden porque saben”, no bastan los argumentos, ni las teorías. José Gregorio poseía la ciencia y el saber pero los llevó a la praxis, lidero, planificó, ejecutó y evaluó. Venezuela tiene muchos talentos y recursos, qué nos estará faltando. Miremos a los horizontes, se vislumbran praderas verdes y un Sol radiante que sale de lo alto!.
¡Viva José Gregorio!, dijo al final Ednodio Azuaje alzando la voz.