Paz y reconciliación

Para enrumbar a Venezuela por los caminos de la prosperidad y la convivencia, necesitamos superar el ambiente de  enfrentamiento que nos ha llevado al abismo e impide superar las gravísimas crisis (política, económica, social y moral), que están carcomiendo las entrañas de la República. ¡Son ya demasiados años de ambiciones,  personalismos, incoherencias, ineficiencia y obstinación en mantener medidas desacertadas que sólo han traído ruina y destrucción!

Necesitamos anteponer a Venezuela sobre los intereses personalistas, reencontrarnos y empezar juntos a construir la paz. La paz se construye sobre el diálogo, la negociación,  la verdad, la justicia y el perdón, pero exige también competencia, trabajo digno y bien remunerado, seguridad, observancia de las leyes, cumplimiento de la Constitución,   acceso sin humillaciones ni colas a los bienes y servicios esenciales. Reconstruir la paz y la  convivencia va a exigir cambiar las ambiciones por la solidaridad; la desconfianza por alianzas; la soberbia por humildad; la retórica y el ocultamiento de la realidad por políticas eficientes; la mentira por la verdad. Cuando la verdad no es reconocida y se miente abiertamente, no es posible la reconciliación y se producen desencantos y bravura. La verdad requiere humildad, es decir, deponer el orgullo que consiste en la defensa absoluta de una causa, sin ojos para ver las consecuencias de esa causa que, en el discurso, puede sonar como muy buena. Las causas y banderas por las que se lucha pueden parecer dignas y también su defensa; sin embargo, pueden estar atravesadas de ignominia y resultados desastrosos, como ha ocurrido en Venezuela. La honradez en reconocerlo hace posible asumir la verdad y caminar con pasos firmes hacia la reconciliación y la superación de los problemas. La verdad implica también superar la tentación de confundir promesas con realidades, culpar siempre al otro de los errores, y  negar la historia reescribiéndola a conveniencia.

El orgullo, la incompetencia y la ceguera, disfrazados de patriotismo, llevan a la impunidad, el autoritarismo y a la negación de la democracia. La impunidad es una lacra social y política que favorece la corrupción, los abusos y las conductas delincuenciales. En Venezuela, la delincuencia se ha convertido en una forma de vida y cada vez más personas viven hoy de ella, como nos lo evidencian los números de la corrupción y de robos, atracos y asesinatos, y el auge incontrolado de todos los tipos de especulación, bachaqueo, contrabando, apropiación y reventa de los productos regulados. No es posible que se siga utilizando el hambre y la escasez para ganar fidelidades, obtener dividendos politiqueros y castigar a los adversarios. Actuar de este modo no sólo supone una gran inmoralidad, sino que contribuye al hundimiento del país porque lleva a la desvalorización del estudio, el trabajo, y el esfuerzo, y alimenta el parasitismo. No puede ser que cualquier persona, bachaqueando, gane en un rato más que lo que gana un profesional con su trabajo. Tampoco es justo que algunos, sin hacer nada, reciban varios bonos y terminen ganando más que los que nos matamos trabajando y tenemos varios títulos universitarios.

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