Frank Bracho – 11 de agosto de 2025
El repudio contra todo primitivo capo-narco, por lo de la cocaína y el fentanilo, y sus usuales insaciables imperios delictivos, está bien ganado y merecido.
Pero, ¿lo son todo? ¿O hay muchas más incongruencias alimentando lo anterior?
¿Qué decir sobre las manguangas de la hidrocarburos-adicción, oro-adicción o tierras raras-adicción, para estar hoy plenamente a tono?
¿Y qué tal la casino-adicción, esa arrasadora ludopatía que tanto aborreció Bolívar por los vicios en tal sentido de su sobrino Anacleto? Un sello también, por cierto, de la fortuna personal de un caudillo de una gran superpotencia norteña.
O la enajenada golf-manía, a la que ha recurrido dicho mismo caudillo en Escocia, magnate dueño de un imperio de 18 campos de golf a lo largo del planeta. Esta adicción es uno de los mayores usuarios de agroquímicos y agua, para mantener sus siempre verdes campos, por su afición al monocultivo de la grama. Otro sello del norteamericanismo de hoy para el mundo.
O la alcohol-adicción y tabaco-adicción, antes ilegales y controladas por mafias tipo Al Capone, hoy perfectamente legales.
O las plantas narcóticas en botánica, como el café, el cacao, la guaraná, la kola y el mate —este último patrimonio nacional en sitios como Argentina y Uruguay—, todas llenas de estimulantes alcaloides.
O la comida chatarra-adicción, la toxicolas-adicción enfuriadora, también practicada por el mismo tipo de mandatario antes mencionado: se dice que consume hasta ocho latas al día de una marca famosa.
En una especie de puja mundial para competir en la galería de “Los enfermos que nos han desgobernado”, con toda clase de desatinos y enajenadas guerras de tirios y troyanos (ver nuestro artículo en la web al respecto).
O la farmo-química-adicción, presente en muchos medicamentos producidos desde el norte industrializado, erigidos como modélicos para los demás países. Medicamentos que son retirados de circulación al cabo de su primera década de uso por descubrirse demasiados efectos adversos secundarios, habiendo sido calificados ya como una importante causa de mortalidad.
O la omnipresente celularmanía-adicción moderna. Ya ni se reza en las comidas, ni los chamos saben sumar o restar manualmente, ni menos leer y escribir como antes, ni reunirse o hablar cara a cara. Ahora se habla por celular, con inquietantes visos de zombis robóticos.
O la poderosa armas-adicción, como juguetes, incluyendo cada vez más inhumanos rambos robóticos automáticos, promovida por los lobbies de mercaderes de todo tipo, incluyendo horrendas guerras o conflictos para probarlas.
En verdad, muchos reyes y magnates lucen hoy muy desnudos.
A veces, como decíamos, todas las anteriores adicciones son causantes también de guerras imperiales o tiránicas, a fin de imponer el consumo de la violencia o sumisión de todo tipo, como las guerras inglesas por el opio sobre China, y un gran etcétera.
¿Y qué decir de la peor guerra-adicción de todas? La de la implacable e incesante guerra contra el inerte orden natural, libro abierto de lo divino o Natura, de la cual, irónicamente, dependemos vitalmente para poder subsistir.
No puede haber paz interior sin cesar estas suicidas guerras-adicciones de mordernos nuestra propia cola. Y sin paz interior no puede haber paz exterior.
Entonces, cabe preguntarse —repetimos, sin ánimo de excusar a lo hoy predominantemente bajo repudio—: ¿con qué coherencia o autoridad moral, todos —del norte o del sur— inmersos en esta irresponsable y suicida alegre sociedad de consumo, pueden decretarle una guerra sin cuartel solo a los de la cocaína y el fentanilo?
(Ojo: acá solo preguntamos, como abogados del diablo, pero sin ánimo tampoco de caernos a cuentos).
En el fondo: solo la verdad espiritual y una nueva civilización solidaria de sustentabilidad, sanación y paz nos podrán hacer libres.
Y mientras más pronto, en lo personal y colectivo, asumamos edificarla, mejor para todos y el planeta.
Pues, la cuenta regresiva para un re o fa sigue corriendo.
* Frank Bracho – Ex Embajador de Venezuela en la India, activista y autor hacia una nueva civilización de la sanación, la sustentabilidad y la paz.