Los usuarios del transporte público, en especial los que se apuestan en la Av. 6 de la ciudad, no cuentan con una parada digna. Hace años que un vehículo la destruyó y no la han reemplazado. Al contrario, parece un rancho al cual da miedo acercarse, pues en cualquier momento puede caerse. Es un amasijo de hierro rojo. El resto de las paradas están rayadas, descoloridas y sus asientos generan desconfianza. No hace falta hacer nuevas, pero al menos adecuar las que existen. Igualmente, la ciudadanía debe tomar conciencia del uso de los bienes comunes y no destruirlos.