Por: Luis A. Villarreal P.
La ilusión por el referendo se ha esfumado. Fue flor de un día para quienes lo creían una acción apropiada tendiente a poner fin al gobierno del presidente cuestionado. Se esperaba mucha reacción por parte del oficialismo porque a toda costa trataría de salvarse de este ‘intento’; pero nos quedamos cortos, fue en un relámpago que se puso fin a la idea referendaria.
Ya habíamos comentado que esto no era »soplar y hacer botellas», y que cuya propuesta no era compartida en la oposición por razones muy comprensibles. Esta flaqueza, esta escéptica y desganada actitud opositora fue la que aprovechó el CNE para convertirse en matador de esa fugaz ilusión apoyada en el artículo 72 de la Constitución.
¿Y ahora para dónde cogemos? ¿Qué haremos? Sin duda que esto ha de ser más decepcionante para quienes lo vieron todo tan llano, y que ya estaban fervorosamente sumados a ese propósito que carecía de respaldo y estrategia unitarios. Al referendo se pretendía llegar con el concurso de unos pocos, craso error. Se trató de sumar apoyo simplemente bajo presión interna sin tantas explicaciones, sin consenso ni garantías. Mejor ha estado de ese modo, porque si el oficialismo hubiera decidido mantenerlos en la ilusión por más tiempo, el impacto habría sido devastador, aunque somos ya un pueblo que se especializa en asimilar derrotas, lamentablemente.
Bueno, Guaidó que simplemente, ante el tumulto referendario, pensó en hacer de dicho tema parte del diálogo en México —aunque sigue clausurado— el 24 de enero se apresuró a proponer unas protestas para el 12 de febrero, día de la juventud. ¿Con qué objeto? Solicitar elecciones presidenciables libres. Tendrá que explicarlo mejor, porque la manida convocatoria debería ser trascendente, y no un simple saludo a la bandera para salir del paso.
Se espera un diálogo entre los sectores opositores, creo que es el encuentro que Venezuela espera con mayor interés, toda vez que antes de la prórroga interina algunos dirigentes ya habían manifestado su interés por otra estructura desde la cual organizar la Oposición y asumir distintas responsabilidades por el país, sin sectarismo, todos unidos en torno a los objetivos ya conocidos; y en base a la legitimación del liderazgo opositor.
Queda todo supeditado a la iniciativa que puedan asumir los partidos dominantes y todo ese mosaico de micro partidos, y también la participación decidida de otros gremios que deberían ejercer con mayor determinación sus propios liderazgos. De no ser así, estaríamos incurriendo en una cohabitación sin parangón y, más que eso, convertidos en simples colaboracionistas del gobierno cuestionado.
El pueblo de Venezuela sigue aferrado a su esperanza de que la realidad política cambiará, sobre todo porque es falso que la situación económica, el bienestar, los servicios, han mejorado; siguen suscitándose casos de hambre y desnutrición, y de infinitas calamidades que violan los derechos humanos, porque las pensiones, las jubilaciones y los bonos no tienen poder adquisitivo alimentario. De manera que mientras se sostenga tan terrible situación, siempre hemos de asumir la actitud decidida de luchar.