Libertad León González
Le saludo, Don Mario, con profundo respeto y gratitud, en ocasión de la celebración de los 126 años de su nacimiento. Vio usted la luz en Trujillo, el 15 de septiembre de 1897, día que coincide, como lo señalara su hija Beatriz: “precisamente en la fecha en la cual se celebra a Nuestra Señora de los Dolores, unos rasgos muy singulares en su respeto y admiración hacia toda mujer” (Briceño Picón, 1997, p. 89) reflejado en el amor obediente profesado y recibido de sus abuelas Narcisa Ana (Narcisana) Valero Salas, Teresa Briceño de Iragorri- Materesa- y su madre María Iragorri de Briceño, tiene este amor hacia las mujeres de su familia el sentimiento que se agiganta en su devoción a la Virgen María.
Permítame decirle: tal y como si el tiempo regresara a la amable geografía de la que una vez Usted dedicara su Apología de la ciudad pacífica (1947). Pienso en nuestro país, atendiendo sus palabras, solícitas de: “la hidalguía de los amigos y la generosidad de la pujante juventud que lucha hoy por el decoro de esta tierra.” (p. 27). Recordamos con Usted hoy, de nuevo, nuestros orígenes Cuicas enlazados a España en el siglo XVI en el acto fundacional de Diego García de Paredes de nuestra ciudad llamada Nueva Trujillo, evocada así por usted: “como tolda de beduinos, empezó a peregrinar de un extremo a otro de la ubérrima provincia (…) [los expedicionarios] invocan el patrocinio de María bajo la generosa advocación de Señora de la Paz” (p.29-30). Y entonces entre actos repetidos por generaciones, de gente amable con “pacíficas virtudes ciudadanas” entendemos la vigencia de su voz, Don Mario, en un país en el que en los últimos tiempos: “No resulta fácil establecer el estatuto de las discontinuidades con respecto a la historia.” (Foucault, 1968, p. 57).
Y en este momento de la nacionalidad confundida de muchos, donde prevalece el pensamiento obtuso y soberbio de la inconciencia, necesitamos como lo dijera El Quijote: “tener buena intención y deseen acertar en todo.” (Cervantes, 1605, p. 1387). Para lo cual me permito evocar a su tocayo, Mario Briceño Perozo: “El gobernante contemporáneo es ajeno a oír, y es reacio a la aceptación de consejos. En él hay como una reminiscencia del derecho divino de los reyes.” (Briceño Perozo, 1987, p. 87). Y no hay mejor sendero para procurar el crecimiento espiritual de los habitantes de un país que el de buscar las enseñanzas de grandes hombres como Bolívar y Martí, de quiénes Usted ha dicho: “A Bolívar se le cita para la grande empresa de construir naciones y levantar tras la derrota nuevos ejércitos. Martí haciendo más humana y practicable la grandeza de los héroes, es el maestro sencillo a quien toca formar el corazón de América. Martí es el artífice, el pedagogo, el educador, el periodista, el poeta a quien debemos confiar la misión de iluminar el espíritu de los nuevos ciudadanos de América.” (Briceño Iragorry, 1945, p.229). Permítame entonces recordar alguna de las memorables sentencias martinianas:
“En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages; porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos.” (Martí, 1891, p. 135).
Y en esta tierra de gracia los nombres evocados por su pluma como don José Francisco Heredia, filósofo cristiano para quien “primero era el orden que la libertad” muy al contrario a “Bolívar y demás libertadores para quienes primero era la libertad que el orden.” (Briceño Iragorry, 1989, p. 297). Entendemos hoy más que nunca que para Usted la construcción del país está vigente en el ideal de Ariel: en el “imperio de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad, es el entusiasmo generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la espiritualidad de la cultura, la vivacidad y la gracia de la inteligencia.” (Rodó, 1900), es decir, a través de la voz y la acción del verdadero maestro, del ciudadano que actúa bajo principios morales y éticos se han de impulsar a las nuevas generaciones hacia el norte certero de los destinos de la patria.
Reciba estas palabras, algunas de su misma inspiración, otras, de grandes pensadores universales y latinoamericanos de todos los tiempos como ofrenda y gesto de gratitud eterna a su legado invaluable por amor a Venezuela.
Gracias por siempre, Don Mario.
Valera, 15 de septiembre de 2023
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