Tras su llegada, el papa se desplazará a la sede del arzobispado local para descansar hasta que mañana viaje a la nueva capital birmana, Naipyidó, donde el presidente Htin Kyaw y la líder del Gobierno, Aung San Suu Kyi, le darán la bienvenida oficial.
Ese día, antes de viajar a Naipyidó, el pontífice celebrará una reunión interconfesional con líderes religiosos birmanos en la sede del arzobispado en Rangún.
El principal acto previsto por el pontífice el miércoles será una misa multitudinaria en la antigua capital del país, donde a continuación mantendrá un encuentro con el Consejo Supremo de los monjes budistas birmanos y una reunión con los obispos locales.
El jueves oficiará una nueva misa, dedicada esta vez a los jóvenes en la Catedral de Santa María, y celebrará una entrevista -que no figuraba en el programa original- con el jefe del Ejército birmano, general Min Aung Hlaing, antes de partir hacia Bangladesh.
La visita del papa Francisco a Birmania y Bangladesh coincide con la crisis humanitaria en la que están envueltos ambos países tras la operación del Ejército contra los rohinyá en el estado de Rakáin, en el oeste birmano y hogar tradicional de esa comunidad musulmana.
La operación militar -que ha incluido desde fines de agosto la muerte de cientos de personas, violaciones múltiples, la quema de pueblos y cultivos, y el exterminio del ganado de esa minoría-, ha obligado a más de 620.000 rohinyá a buscar refugio en Bangladesh.
El papa cumplirá en el vecino país la segunda y última etapa de su viaje, en el que según algunos observadores llevará a cabo un intento de mediación en una crisis humanitaria desencadenada por lo que la ONU califica de una operación de “limpieza étnica de manual”.
El presidente de la Conferencia Episcopal de Birmania, el obispo Felix Lian Khaen Thang, no desmintió ese posible papel de mediación.
“El santo padre puede acelerar el acercamiento entre las partes”, dijo el líder de la iglesia local en declaraciones a Efe.