Las recientes elecciones argentinas han generado, en el extremismo político opositor, un paroxismo espeluznante, que los mantiene al borde de la enajenación total. La congoja, la aprensión, la ansiedad, la irritación y la aflicción, que normalmente les acompaña en todos los actos de su vida, al no ver desaparecer de inmediato al régimen político actual, se ha incrementado a niveles espantosos. Sus vidas son hoy un tormento casi igual al que generaría la permanencia de Nicolás Maduro en la Presidencia de la República. Para ellos, en esa suerte de mundo imaginario que crearon sólo existen las fuerzas del mal, identificadas por ser de alguna forma cercanas a Maduro, bien porque lo hayan visto alguna vez sin torcer la mirada o por no haber vomitado al pronunciar su nombre, y las fuerzas celestiales, las de ellos, que lo quieren hacer desaparecer de la faz de la tierra.
Para ellos, Macri es la representación del bien y de la razón, pues fue quien derrotó en su momento a Cristina Kirchner, demonio disfrazado de mujer que personifica en Argentina a Hugo Chávez. Otro tanto son Bolsonaro, Piñera y Duque. Y en esta forma maniquea de ver la política mundial, López Obrador en México, aun antes de haber tomado posesión de la Presidencia, ya era culpable del negro futuro que profetizaban tendría la nación azteca. Así mismo juzgan las conductas de los distintos países. Rusia es el comunismo, aunque éste haya desaparecido a comienzo de los noventa. China, que mantiene intensas relaciones comerciales con todas las naciones es parte también de esa alianza nefasta contra la Humanidad.
La derrota electoral de Macri frente al peronismo la interpretan como una victoria de Chávez, razón por la cual comienzan una actividad inusitada para tratar de racionalizar lo sucedido, y recurren a los mismos estereotipos que han utilizado en Venezuela sin ningún éxito, pero que en sus deteriorados cerebros les satisfacen. He leído cualquier cantidad de absurdos en este sentido, que darían risa si provinieran de colegiales de primaria, pero que son lastimosos viniendo de seres que disputan el poder político en Venezuela: la empresa Smartmatic hizo el fraude que siempre hace, los argentinos son unos ignorantes masoquistas, los resultados de tres mesas fueron anulados, no se comprendió el esfuerzo de Macri por enderezar el entuerto anterior, se jodió Argentina y estupideces por el estilo de gente que carece totalmente de capacidad de análisis en este campo.
Nunca se les ocurrió algo tan simple como que si la Kirchner lo hizo mal, el remedio de Macri resultó peor. En cuatro años, los indicadores económicos se desplomaron en relación con los existentes en 2015: el desempleo se elevó de 7,8% a 9,6%, la inflación pasó de 26,9% a 42%, de un crecimiento económico de 2,1% se pasó a una disminución del crecimiento de -2,4% y la deuda pasó de 52% a 82% del PIB. La pobreza hoy es de 32%, la más alta desde 2010; la promesa de luchar contra la corrupción y el narcotráfico no se cumplió y la lluvia de inversiones nunca llegó. Todo ello significa que las condiciones de vida de los argentinos desmejoraron con el gobierno de Macri y allí está la explicación de su derrota electoral y del triunfo del peronismo, el cual, de paso lo digo, no tiene nada que ver con lo que en Venezuela se llama chavecismo.
Dos enseñanzas a extraer de lo sucedido allá y de las respuestas vistas aquí: 1) Cualquier gobierno que suplante al actual tiene obligatoriamente que mejorar las condiciones de vida de los venezolanos, sin poder argüir que la recomposición de la economía requiere de mayores sacrificios, que todos sabemos quiénes, al final, son los únicos que los hacen. 2) Pensar que quienes hoy se oponen visceralmente al régimen de Maduro, sin importarle los costos para la nación, son los mejores para sustituirlos es un gravísimo error.