Pancho Crespo Salas, fue hombre de letras, y de amor por la literatura. De descendencia timotocuica, guerrero escuqueño, que cultivo una faceta siempre admirada por todo. Su sencillez y la humildad siempre lo caracterizaron.
Pero también Crespo Salas fue la fiel imagen de la famosa Farmacia Icaque, la cual era en Valera el lugar de encuentros para, hablar de cultura, de la ciudad y diversos tópicos.
Desde la década de los setenta, de repente un poco antes, Crespo Salas fue referencia en la ciudad de Valera, en su farmacia se confundía entre frascos antiguos y un clásico ojo de boticario, en un principio ubicado en la antigua avenida Bolívar entre las calles 8 y 9, pero luego debió mudarse cuando se iniciaron los trabajos de ampliación de la avenida en 1977, y es así como se sitúa en la 7 entre avenidas Bolívar y 6, donde siempre mantuvo su puertas abiertas para servir a la colectividad y charlas con amigos y con quien lo requiriera, pero eso sí, nunca dejaban de pesar en su Escuque amado, y en honor a la diosa de los escuqueyes, es que le colocó ese nombre de sus establecimiento,
Francisco Crespo Salas, fue un hijo que amó profundamente a su madre tierra, Escuque, donde comenzó a desarrollar su gran intelecto para luego desarrollarlo en el Liceo Rafael Rangel, conocido para su época como Colegio Federal, de donde egresa como bachiller y luego se enrumba a Caracas para instalarse en las aulas de la Universidad Central de Venezuela, de donde sale con el título de médico farmacéutico.
Se integra al personal médico del Hospital Vargas de Caracas durante el gobierno del General Median Angarita en 1948. De esa época el Dr. Raúl Díaz Castañeda guarda recuerdos e infinitas anécdotas. “Estaba él de guardia farmacéutica en el Hospital Vargas de Caracas, cuando el 18 de octubre se produjo el levantamiento cívico militar que derrocó al gobierno del general Isaías Medina Angarita, la llamada Revolución de Octubre. Esas guardias farmacéuticas eran necesarias, pues los medicamentos, fórmulas magistrales, cápsulas, píldoras, ampollas y soluciones endovenosas eran preparados en los laboratorios del hospital, justificación plena de la profesión que había escogido. Fue testigo de la mortandad de ese día, y de la euforia popular, que creyó le llegaba la tantas veces retenida redención. Alegría de tísico, que se dice. Tres años después, se instalaba una nueva dictadura”. El Dr. Castañeda conoció a Crespo Salas por intermedio de la gran educadora, Aura Salas Pisani.
Yunta con Salvador Valero
Fue hombre de cultura, por la cual trabajo y lucho mucho. Es así que, para el año de 1960 se le acredita como fundador de la Institución Escuqueña o Ateneo de Escuque, el cual presidió hasta 2006.
Este farmacéutico de gerencia al estilo de los mejores boticarios de otras épocas, en el campo artístico logro establecer una yunta con otro grande de la tierra de nubes, Salvador Valero. Dicha vinculación fue muy estrecha.
Esa gran amistad y admiración, llevaría a Crespo a solicitar con una propuesta sólida y de gran basamento, de un museo con el nombre de Salvador Valero para el poblado de Escuque. La idea era que todas sus vivencias permanecieran en un lugar especial.
Debemos recordar que, Salvador dejó en Pacho Crespo parte de esas vivencias recogidas en un poemario, “El Escuque que se fue”, lo tituló. Y Pancho lo publicó como número 1 de las Ediciones Garapao, salvando para las nuevas generaciones escuqueñas la menuda historia de sus ancestros, llena de bellezas y maravillas.
Aunque no se pudo logar lo del museo, Pacho Crespo a través de la Institución Escuqueña, Ateneo de Escuque, guardó varias obras del artista.Crespo Salas fue referencia en la ciudad de Valera, en su farmacia se confundía entre frascos antiguos y un clásico ojo de boticario
Ideó el Cuatricentenario
Corría el año 1959, y en la mete prodigiosa de Pancho Crespo Salas se fue estructurando una bellísima idea en favor de su tierra, de su pueblo y su gente, para celebrar el Cuatricentenario de Escuque, logro desarrollar y llevar a la imprenta un libro con el mismo nombre, imprescindible para el conocimiento de la historia mayor de ese pueblo, en cuyas páginas recoge en apretada síntesis lo que de este refieren las crónicas de Juan de Castellanos, fray Pedro de Aguado y fray Pedro Simón, y los trabajos históricos de José Oviedo y Baños, el Hermano Nectario, etc.
La historia, su vocación
Crespo Salas fue un eminente médico farmaceuta, le metió duro a la política, pero lo suyo iba por otro lado, su verdadera vocación de servicio se inclinaba hacia la historias, el resaltar su pueblo y estar al lado de la comunidad, en eso se esmeró por largos años, con una dedicación plena y esplendida, con mucha intensidad abarcó el campo cultural en la cual dejó gratas huellas que hoy difícilmente se puede olvidar.
Su obra como escritor se pierde de vista. Es por eso que Francisco Crespo Salas merece el reconocimiento eterno de los trujillanos, en particular de los escuqueños, reconocimiento que comenzó gracias a Dios mucho antes de su muerte, es decir que pudo sentir ese apreció y admiración que sus paisanos sentían hacia él.
Amor
profundo y eterno
Su amor por Escuque fue profundo y eterno, lo cargó en su alma, y se vio transformado en sus obras, su fervor y entrega por la tierra de la Diosa de Icaque, lo exaltaron como el hijo por excepción de esa tierra hermosa y maravillosa. Hombre excepcional de la trujillanidad.
Francisco Crespo Salas, había nacido en Escuque el 23 de enero de 1923, falleció a los 84 años en octubre de 2007 dejando un profundo vacío en la cultura regional y dolor profundo en su gente.