Recordaremos el 2019 como él año donde el mayor número de venezolanos salieron por nuestras fronteras caminando; eran los más pobres que dejaban a sus hijos y a sus padres ancianos; miles de ellos se han sentido abandonados. También como el año de mayor número de ejecuciones extrajudiciales.
Cuando comencé a orar en noviembre del 2019 para que el Señor me guiara con esa palabra clave que indicara la condición de la Nación durante el 2020, sólo veía lo que me había mostrado el año anterior; agua y sangre, ese “llanto de parto” que parecía prolongarse. Era como si no hubiese nada nuevo para Venezuela.
Pronto en oración me di cuenta que el proceso de parto se había detenido, y se estaba prolongando peligrosamente, así que la nueva Venezuela que estaba por nacer entraba en sufrimiento fetal.
Esta es la palabra: “sufrimiento”.
¿Porqué se ha detenido el proceso de parto? Pues, se trata de una vieja parturienta, que está en una situación de riesgo por el desgaste propio de su edad.
¿Pero, porqué esta vieja es maloliente? Todo comenzó con una infección llamada “viveza criolla”, esta se extendió hasta convertirse en una infección más grave conocida como oportunismo, la falta de tratamiento degeneró en un tipo muy agresivo de cáncer llamado “corrupción generalizada e institucionalizada”, esta vieja Venezuela morirá porque todos sus órganos están afectados.
¿Cuál debe ser la respuesta ante el sufrimiento fetal?
Vociferar maldiciones no acelera el parto. Es miserable el hombre a quien un pueblo maldice culpándolo de sus sufrimientos, pero quienes andan en luz siembran palabras de vida, porque están convencidos que es la corrupción la que al pueblo maldice.
Intervenir de inmediato, es la respuesta que da el Médico Divino para salvar la vida de la nueva Venezuela, y aun más, evitar que se atrofien sus principales sistemas. La intervención debe darse desde los que temen y siguen con compromiso al Señor. Esta intervención requiere valentía y fe para:
- – Reconocer y confesar que hemos participado de esta corrupción generalizada e institucionalizada con nuestras acciones, y con nuestras omisiones y silencios.
- – Recibir perdón de Dios, quien nos da la oportunidad de comenzar de nuevo.
- – Perdonar a quienes han empobrecido, maltratado y enfermado a la vieja Venezuela hasta llevarla al borde de la muerte, ya que desde el resentimiento no se promueve la justicia de Dios, sino la venganza que destruye.
- – Renunciar desde lo profundo de nuestro corazón a toda forma de corrupción llámese soborno, extorsión, abuso de poder, mentira, usura o estafa, enfrentando incluso amenazas y burla.
- – Dejar todo lo que nos haga vulnerables a seguir propagando esta infección cancerígena: posiciones, asociaciones, amistades y hasta conversaciones.
Así podremos levantar la voz en contra de condiciones y leyes antinaturales e injustas que solo propagan la podredumbre desde el centro del poder hasta las extremidades de nuestro pueblo.
Debemos seguir pidiendo al Juez justo que haga justicia y levante agentes de justicia para castigar a los grandes violadores y llamar la atención a todos.
La intervención de la iglesia consiste en discipular en el camino de Cristo a nuestra nación, el camino de la integridad y contra la corrupción; comunicar con nuestros hechos y palabras el Reino de Dios en cada esfera de la vida nacional.
En la nueva Venezuela, nuestros hijos rechazarán de manera abierta y directa toda invitación a la deshonestidad.
Estamos llamados a ser sal y luz, ese es el orden, primero sal que guarda de la corrupción y propagar la luz que disipa la oscuridad.
2020 es crucial! Seamos protagonistas de lo que Dios se dispone a hacer.
*Pastor iglesia LBN-Valera