Otoniel Segundo Hidalgo Hernández, nacido el 13 de julio de 1952, por accidente vino a la vida en Puerto La Cruz, pero a los días, fue presentado en Valera y se siente un valerano orgulloso de su tierra, de sus raíces. “Soy valerano 100%”.
Ha trascurrido todo su vida viviendo en el sector La Ciénega, es hoy nuestro invitado en esta serie previa a la celebración del Día de San Juan Bautista, patrono de Valera, fecha festiva a celebrarse el martes 24 de junio en la urbe de Mercedes Díaz y Juan Ignacio Montilla. Este trabajo tendrá una segunda entrega en el día de mañana, jueves 20.
Otto Hidalgo, fotogramas de profesional, dese su espacio ha recuerda su Valera de ayer y sigue soñando como una mejor urbe.
A los 12 años, Otto comenzó a ganarse la vida por sus propios medios. Estudiando cuarto grado en la escuela Andrés Eloy Blanco en 1964 y por las tarde estaba de ocio, un día lo llamó Manuel Venegas, quien era el dueño de Foto Venegas, “Él me dice que necesitaba un muchacho para que el hiciera los mandados, yo acepté, iba todas las tardes para su negocio, allí trascurrieron seis años hasta el 30 de abril de 1970, cuando me retire siendo ya un profesional, porque en ese negoció, aprendí todo, la ética, la mística profesional. Manuel Venegas fue gran fotógrafo, un gran profesional.”
Una Valera llena de frescor
Esa Valera tranquila que veía crecer a un chamo de 17 que cada mañana salía de su casa encomendado a Dios, le tenía preparado un camino y una persona que marcaría su destino.
“Mira Elvins, yo estoy muy agradecido de Dios por lo que tengo y por lo que no tengo también. En aquella Valera de frescor y armonía, un primero de abril de 1970 comencé a trabajar con el gran Rodolfo Zambrano, en Foto Zambrano, quien en ese entonces era reportero de RCTV haciendo dupla con Mariano Kozosqui, fue ahí cuando inicio mi función como fotógrafo y comencé a hacerme de un nombre y un espacio en esta profesión”.
Con Zambrano estuvo de 1970 al 75, cuando decidió Rodolfo reducir personal y negocios, para esa época llegó a tener hasta siete negocios. “Un día Zambrano me comunica que, debía retírame ya que tenía muchos gastos, entonces le dije: porque no me vendes el negocio, me respondió: “estás loco y con que me vas a pagar”, era muy caro 50 mil bolívares para ese momento. Me tocaban 20 mil bolívares de arreglo, y me ofreció: por el arreglo te voy a dar mi carro, un Renault 12 que había comprado en Muchacho Hermanos y le costó 18.500 bolívares. Cuando llegó a mi casa, le cuento a mi papá, y me dijo, no sea guaro, carro no, dile que le vas a comprar el negocio. Papá me prestó 30 mil bolívares, y con los 20 mil del arreglo logré adquirir la foto tienda a Zambrano en 1975. Ese local estuvo ubicado en la calle 8 entre las avenidas 9 y 10 al frente de donde estaba Expresos Occidente, al lado tenía la Tapicería Guaicaipuro, el Bar los Médanos, más allá quedaba el Roma, en la esquina quedaba el Almacén Santana.
Agradecido de Rodolfo
Desde ese año 75 comenzó su independencia en el ramo fotográfico. Por esos años colaboró por mucho tiempo con el Diario El Tiempo y con Diario de Los Andes cuando este arrancó en 1978, cuando por algún motivo ninguno de los Diarios podía cubrir alguno evento o hecho noticioso, Otto estaba ahí y les facilitaba todo el material incondicionalmente. “Nunca me pagaron por eso, lo hacía como colaborador y con mucho gusto. Me sentía muy orgullosa de hacerlo”.
“Así como le agradezco mucho a Dios, tengo un profundo agradecimiento a Rodolfo Zambrano, gracias a él, yo hice mi nombre, me brindó grandes oportunidades, cuando no podía atender a su clientes me los daba a mí, y con el tiempo logre hacer mi cartera de clientes. Hasta sol de hoy conservo mucho de aquellos clientes y que con el tiempo se convirtieron en grandes amistades.”
Aquella Valera…
Aquella Valer en la cual ha vivido nuestro entrevistado, era una Valera hermosa, agradable, una ciudad que enamoraba a todos y lograba que sus visitantes quedaran fascinados de ella, tenía algo especial que atraía, que se impregnaba como el más exquisito de los perfumes, era una Valera que olía a rosas y jazmines de los campos y montaña de donde llegaron muchos para cultivar sus sueños en ella, una Valera de respeto, amabilidad, solidaria, donde el lugareño se desvivía por hacerla cada día mejor. Era una Valera que no poseía un gran desarrollo, pero era pujante y deseosa de una ser prospera, soñadora, que con sus limitaciones dio para mucho. Esa Valera de antes, se convirtió en emblema y se arraigó en el corazón de nativos y de muchos foráneos que llegaron para contribuir con su progreso y su dinamismo.
De esa Valera, Otto Hidalgo también recuerda: “En esa calle 8 también quedó un restaurante muy famoso llamado el Monet, tenía un zaguán alrededor, al lado del Monet se ubicaba un Billar de la familia Tablante, en la esquina de la Av. 9 de esa calla 8 estaba el edificio del Liceo Antonio Nicolás Briceño, antiguo Colegio Salesiano donde hoy día es el CC Edivica, a su lado, la Arepera de Emiliano, muy famosa, una arepa bien resuelta contaba un real, un jugo medio”, rememora.
CIUDAD
de principios
y valores
En sus sueños Hidalgo ve de regreso aquella Valera donde los principios, valores y el respeto eran sagrados, elementos básicos de la educación, tanto del hogar como de las escuelas. “La educación de antes era muy buena, hoy día dicen que, la tecnología y los avances ayudan, pero como la educación de otrora jamás. Cuando uno salía de sexto grado era lo equivalente al bachillerato de la actualidad. Había preocupación por la enseñanza y el aprendizaje. Se decía que las maestras eran judías, pero uno aprendía porque aprendía. En cuarto grado ya sabías sumar, resta, multiplicar, dividir, reglas de tres, reglas de interés, etc.
Habían maestras muy competentes en todas las escuelas, en las barriadas otras maestras ayudaba a complementar lo de la escuela, nosotros en La Ciénega tuvimos a la señorita Carmen Valentina en el pasaje tres, a ella le llevaban un muchacho que no sabía leer y en una semana aprendía.
Existía algo muy importante en aquella enseñanza: creaban principios y valores en el muchacho, eso formaban parte del aprendizaje el cual era para toda la vida, la gente se formaba con valores, había respeto, hoy día la gente está totalmente deshumanizada, los muchachos ni los buenos días dan.
La Valera de esos principios y valores se han perdido toralmente. Me entristece porque viví la Valera de los buenos modales y del respeto. Yo sueño con volver a vivir esa Valera. Esa Valera hay que rescatarla.
Repensar a
Valera es…SABER que, aquella Valera que no poseía un gran desarrollo, pero era pujante y deseosa de una ser prospera, soñadora, que con sus limitaciones dio para mucho. Esa Valera de antes, se convirtió en emblema y se arraigó en el corazón de nativos y de muchos foráneos que llegaron para contribuir con su progreso y su dinamismo. EHG