Hace un año el implacable Covid 19 cerró para el doctor Oscar Nava Rullo las puertas de su residencia terrenal, para que entrara a la historia de la medicina regional trujillana a ocupar sillón definitivo no sólo como maestro de la cirugía, sino como médico bueno, generoso, oportuno y de gran sensibilidad social, de brazos y corazón amigos para sus numerosísimos pacientes, entre quienes me cuento pues me operó con excelencia un adenocarcinoma de colon en agosto del 2012. Yo no lo conocía cercanamente, llegó en el momento en que analizábamos la TAC del diagnóstico. Al ver la lesión preguntó quién era el paciente. –Yo–, le respondí. Se hizo un instante de silencio. Me dijo: –Si quiere lo opero. Acepté. Nos fuimos a su consultorio y allí planificó el acto quirúrgico que consumó una semana después. Me convertí con eso no sólo en su agradecido deudor, sino en su amigo incondicional. Hace un año derramé lágrimas por él. En aquellos días escribí para él y sus colegas de quirófano el soneto que aquí comparto.
CIRUJANO
A Oscar Nava Rullo
In memoriam
Raúl Díaz Castañeda
Minucioso cortar sobre lo sano./
Sabio herir sin dejar que por la herida/
vaya la muerte a consumar la vida,/
de Dios la mano en la terrena mano.
Supremo hacer por el caído humano
ahí bajo la lámpara encendida,/
con la esperanza, que ya está dormida,/
que el arduo esfuerzo no resulte vano.
Si le fuera posible ver los ojos/
de quien quiere salvarlo aunque lo hiera/
en ellos lo vería en campos rojos/
entregado, serenamente solo,
cumpliendo la misión que ayer le diera/
al centauro Quirón la luz de Apolo.