La incómoda situación que vivimos los venezolanos hace muy necesario que reflexionemos al respecto, si es en serio que deseamos dejar el sufrimiento con estas penurias que cada día nos afectan. Más aún cuando pareciera que se va extinguiendo la esperanza, al percibir que no hay propósitos verdaderos de unidad, de unificación de criterios sobre lo que inteligentemente hay que hacer para enfrentar las aciagas circunstancias.
Lo que tenemos en el tapete es la mal llamada Mega Elección —que no incluye las presidenciales, por supuesto—, con la que se pretende hacer ver que vienen ‘más soluciones’. Es decir, pan y circo.
El venezolano ha hecho lagos y lagunas de su poco entendimiento en los asuntos de la política. Se dice que Venezuela pasó casi la mitad del siglo XX como si fuera el XIX adoptando viejas costumbres políticas; y seguimos persistiendo en seguir modelos fracasados y sin porvenir dentro de un país repleto de recursos. En la complejidad de la política —porque a través de ella se ha de canalizar y construir casi todo— solo contadas generaciones dirigenciales han heredado los cromosomas políticos de nuestros próceres, visionarios y libertadores. La corrupción y deslealtad de nuevo nos muestran atrasados de cara a la civilización, como nunca antes.
Para salir de esta cruenta situación de más de dos décadas, las medidas o acciones decididas desde «la Oposición» —partidos, gremios, instituciones, e individuos sin filiación— han sido insuficientes o contradictorias; siempre subestimando la errática iniciativa de los artífices del modelo que nos agobia y perjudica, con los andamiajes que inventa para mantener a raya las acciones de la Oposición, haciendo que los demás poderes funcionen a su antojo, realmente parcializados; ‘instituidos’ todos sin fundamento y espíritu constitucionales.
Las actitudes de las diversas facciones de Oposición han llegado al extremo de desentenderse de la urgencia del país y de sus prioridades.
Quienes se disputan el poder interno opositor, con justas aspiraciones a la presidencia —aunque juegan en ‘posición adelantada’—, nítidamente dejan ver que cada quien quiere triunfar con ‘lo suyo’. Tampoco les ha interesado la cátedra de puntofijismo que, en aras del equilibrio político de aquellos años, nos dejaron sus principales líderes: Villalba, Betancourt y Caldera, entre otros, cuando asumieron el Pacto de Punto Fijo, y más tarde una Declaración de Principios; y desistieron, con sus partidarios ansiosos de llegar al poder, de hacerle real oposición al primer gobierno de uno de ellos; teniendo como prioridad indiscutible la estabilidad y puesta en marcha del incipiente y convulsionado sistema democrático.
Muchos creen que AD, COPEI, PJ, UNT, VP, y otros, han tratado de superar esta infausta situación; y ven como genuinos opositores a Ramos, Fernández, Borges, López, Ledezma, Capriles, Rosales, López, Machado, Guaidó, y a otros, que han sido cuestionados por una crítica expectante: coherente, superficial, inconforme, o aviesa. Pero se puede afirmar que, en su conjunto, han sido corresponsables de que la situación actual haya llegado a tales niveles de descomposición social y política.
Al extenderse el período de la presidencia interina y prorrogar las funciones de la AN electa en 2015, la dirigencia opositora no se prepara ni articula esfuerzos reales para ganar legitimidad y beligerancia en la lucha que no debería dilatarse hasta el próximo año 2022. Se realizan, eso sí —desde la AN opositora— diversas acciones que solo dejan constancia de que representa al legítimo poder legislativo hasta que se realicen las verdaderas elecciones: libres, confiables y limpias.
Las ejecutorias de Guaidó no hacen ver que con su interinato prorrogado las posiciones del ‘complejo opositor’ se estén fortaleciendo. Los gremios e instituciones tampoco han sido coherentes. Se muestran laxos y pragmáticos como algunos facilitadores del gobierno desde las filas de la oposición. Sus respectivos voceros lo demuestran. En el caso de FEDECAMARAS, sus voceros se limitan a decir que no hay que satanizar al sistema electoral, aún cuando requiere de un urgido exorcismo. Tal vez la representación de este importante gremio estará pensando soterradamente en imitar la frase de ‘un país dos sistemas’. Aunque no cabe la comparación, en el caso venezolano sería como construir una sociedad básicamente estratificada de pobres y ricos a través de la cual se mantenga el autoritarismo, a semejanza de la época desarrollista del cemento de Pérez Jiménez; sin considerar que el desarrollo ha de ser integral y con visibles y distintivas características democráticas como modelo perfectible de convivencia, de igualdad de oportunidades, de bienestar y ‘desarrollo integral’.
La Conferencia Episcopal Venezolana, se ha dirigido al inquilino de Miraflores para solicitarle que cambie su política ¿?.
Personas desde el lado supuestamente opositor han venido hablando de Retroceso o Fuenteovejuna —todos a una— pero claro sin afectar al Comendador, demostrando que aún llevan los genes políticos del siglo XIX. A sabiendas de que el sistema electoral no es confiable, que han salido trasquilados en las últimas elecciones —de acuerdo a sus patéticas declaraciones—, que el CNE está parcializado, y que aún ganando las elecciones —tal vez por cálculos convenientes al oficialismo para tratar de ganar legitimidad ante el mundo— no podrán ejercer como se ha visto, aún persisten en suponer que la salida es electoral sin poner reparos en quienes deberían controlar el CNE.
En esta ocasión, se apresta la Oposición a responder a la llamada ‘megaelección’ para elegir gobernadores y alcaldes, y supuestamente concejales. Que por supuesto no traerán las soluciones que espera el pueblo de Venezuela ni el mundo entero. Desde los predios opositores y oposicionistas ya se oyen voces. Principalmente, unos exigen elecciones realmente libres, limpias, y debidamente supervisadas, no solo por Moscú y Pekín sino por la UE, la OEA, y la ONU; y otros, se decantan por elecciones presidenciales, que aunque no tienen sino un extraño y lúgubre eco, sería la elección que más contribuiría a la ansiada solución política, ahora mucho más cuando se ve que la pandemia y sus consecuencias sanitarias y económicas tienen a los demás países en prioridades diferentes a la nuestra; y cuando Biden no ofrece las corazonadas de intervención que ofrecía Trump. Ambas tendencias se aproximan una más que la otra, sin explicar cómo, sin referirse a la conocida pauta trazada y sin mostrar los escrúpulos pertinentes, a otra cruzada electoral.
Ahora con la ‘megaelección’, volverán a oírse las viejas frases del loro: ‘no debemos renunciar al voto’, aunque este sea manoseado y adulterado por los intereses continuistas; ‘hay que ganar espacios’, que en criollo sería agarrar aunque sea fallo. Solo para satisfacer las apetencias individuales y los mendicantes acomodos partidistas.
Todos, absolutamente, debemos pensar que lo que se cuele a la realización de la ‘megaelección’ será lo que el gobierno permita. Ya se ven las persecuciones o censuras a quienes orienten o procedan diferente.
El deber e inteligencia de la Oposición —no solo partidista, sino gremial e institucional e individual— se pone otra vez a prueba, entendiéndose que ya se preparan las adecuaciones del CNE, para que tenga ‘nuevas autoridades’.
Estaremos expectantes.