Las recientes elecciones demostraron con claridad que la inmensa mayoría en Venezuela queremos un cambio de gobierno que impulse el cambio de rumbo, mediante elecciones transparentes, objetivas y libres y no mediante comedias electoreras.
La genuina democracia es un poema de la diversidad y no sólo tolera, sino que celebra que seamos diferentes. Diferentes pero iguales. Precisamente porque todos somos iguales, todos tenemos derecho a ser, pensar y decidir de un modo libre dentro de las normas de la convivencia que regulan los derechos humanos y los marcos constitucionales. La Constitución no puede seguir siendo interpretada a conveniencia y capricho de los que gobiernan. Si esto continúa sucediendo, los ciudadanos quedamos a la intemperie, sin derechos reales, por mucho que se nos proclamen y se nos siga repitiendo que tenemos una Constitución de las más avanzadas del mundo y un sistema electoral transparente y seguro. ¿Para qué sirve una Constitución que no se cumple y discrimina al que piensa diferente? Si bien en la genuina democracia tan importante es el gobierno de la mayoría como el respeto a las minorías, en Venezuela se ha prostituido tanto la democracia que una minoría cada vez más escuálida impone sus caprichos a la mayoría. Todos somos venezolanos y el Gobierno debe gobernar para todos por igual y no para el grupito de acólitos que le siguen. Gobernar significa garantizar a todos comida y medicinas, salud, educación, seguridad, servicios eficientes y un salario que permita vida digna. Gobernar significa respetar y cumplir la Constitución que nos garantiza a todos iguales derechos y deberes y establece las funciones de los poderes públicos y de la Fuerza Armada Nacional.
Es tiempo para el reencuentro y el trabajo, para reorientar la economía y la política y superar juntos los graves problemas de esta Venezuela destruida y en ruinas. Hay que frenar de una vez la hemorragia de compatriotas que huyen del país por no ver aquí futuro. ¿Acaso los que nos gobiernan no ven el inmenso dolor que están causando a los venezolanos? ¿Cómo pueden dormir tranquilos? Son tiempos para emprender los cambios urgentes y necesarios para resolver los gravísimos problemas que convierten nuestras vidas en algo insufrible. No se trata de volver atrás sino de crear lo nuevo. Yo no quiero una Venezuela de la cuarta ni de la quinta república. ¡Yo quiero una Venezuela de primera! Y ese debe ser el empeño de todos los que amamos este país saqueado y maltratado.
No podemos aceptar que en nombre de una supuesta revolución y de una retórica hueca, sin resultados, tengamos que calarnos los continuos apagones, la hiperinflación, la escasez, el vaciamiento de escuelas y universidades, el transporte como si fuéramos vacas, en una palabra, el despojo de nuestra dignidad. Sólo mediante el trabajo responsable y productivo, y no mediante las limosnas que sólo generan parasitismo y dependencia, enrumbaremos el país por las sendas de la convivencia y el progreso. Necesitamos hacer nuestro el clamor de Simón Rodríguez: “Yo no pido que me den, sino que me ocupen, que me den trabajo. Si estuviera enfermo, pediría ayuda; sano y fuerte debo trabajar. Sólo permitiré que me carguen a hombros cuando me lleven a enterrar”.