El comandante Chávez habló desde un principio de una nueva geopolítica del poder, del mundo multipolar y pluricultural. Para el siglo XXI el mundo estaba en una encrucijada, seguir bajo el caduco modelo neocolonial estadounidense, afianzado filosóficamente en el erróneo
“fin de la historia” de Fukuyama o comenzar la construcción de “otro mundo”, más posible, menos injusto y desigual. Este accionar y pensamiento tarde o temprano generaría respuestas por haber tocado intereses poderosos del gran capital internacional.
El mismo se valdrá de todos sus mecanismos y organizaciones que a lo largo del siglo XX creó para lograr un sometimiento efectivo de la soberanía y la independencia de las naciones. En nuestro hemisferio no hay otro organismo más apegado a los intereses norteamericanos que la
mal llamada Organización de Estados Americanos (OEA). Este foro pro-imperialista nace en 1948 y viene a ser el sucesor de las llamadas Conferencias Interamericanas que desde 1889 venían siendo auspiciadas bajo el pensamiento panamericanista estadounidense en su afán de
enterrar de una vez por todas el bolivarianismo continental surgido en el Congreso Anfictiónico de Panamá. El mismo fue convocado por el Libertador para buscar una verdadera unificación continental de la América libre, en los términos ya expuestos por el generalísimo Francisco de Miranda.
En el año 2015 este organismo se despojó de su disfraz americanista y mostró su rostro neoliberal y garante del replanteamiento de la doctrina Monroe en el hemisferio. Como lo dicta el manual de la economía clásica o liberal, todo inversor pretende recuperar su inversión y posteriormente acrecentar la misma, es decir generar la “plusvalía” que mantiene el sistema en movimiento.
En el caso de este organismo, los EEUU son el mayor “inversor” y como tal tiene que reeditar con creces su inversión. Pero esta inversión no es descontrolada, por el contrario está focalizada para hacerla más productiva e eficaz a sus intereses. Financiando el 80% del presupuesto del Sistema Interamericano de DDHH, siendo la secretaria
general de la OEA quien establece el programa anual de asignación de fondos de la institución. Allí también entra el “green” americano financiando el 52% del presupuesto de la OEA. No resulta contradictorio para el interés norteamericano ni para la “mass media” internacional, que la CIDH y la Corte Interamericana duplicaban anualmente sus recursos pasando en 2016-2017 de 4,9 a 5,64 millones de dólares la primera, y de 2,6 a 2,75 millones de dólares la segunda. De allí se deduce el precio a pagar por rotular a cualquier gobierno hemisférico que se desvincule de la onda de Washintong de “dictatorial”, “narco-estado”, “represor”, claro, con la anuencia un puñado de ONG´s mamparas del Depto. de Estado. Nunca antes en la corta pero nefasta historia de este triste antro imperialista.
Y en esta historia el intervencionismo canalla y el silencio cobarde no es la primera vez que actúa contra la patria de Bolívar, en 1948 avaló con su mutismo el golpe de Estado contra Rómulo Gallegos en Venezuela.
Todavía la dignidad latinoamericana espera un pronunciamiento de la OEA por lo sucedido con Manuel Zelaya, Honduras (2009), Fernando Lugo, Paraguay (2012), Dilma Rousseff (2016). Como colofón de fondo son
temas tabú en el seno de la organización el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán o Salvador Allende así como la descolonización de Puerto Rico, por el que murieron tantos boricuas, es un tema intocable para la OEA igual que la guerra de Malvinas. Hoy más que nunca se reivindica el
pensamiento de Fidel Castro cuando en su momento la llamó “El ministerio de las colonias de los EEUU”.
El 27 de abril de 2017 Venezuela anunciaba su intención de retirarse de esta organización. Y no es producto de una coyuntura política determinada, se hace en base a su historial de intervencionismo y leonino apoyo neocolonial tiene que ver con la dignidad de nuestro pueblo y la doctrina bolivariana, que promueve el no intervencionismo y defiende la igualdad soberana de los Estados. Hoy cuando nuevamente desde esta organización se dispara contra el país y amenazan con su “explosión”, no podemos más que sentir pena ajena por este nuevo ridículo continental. Es que a nuestro entender la OEA debería estar más preocupada por los asesinatos políticos en México o el fraude electoral continuado colombiano. Está claro a qué intereses obedece esta organización y más claro aún, Venezuela hace
tiempo dejó de pertenecer a un tugurio proto-imperialista. No podemos ser coherentes y solidarios con los pueblos del mundo si seguimos atados a compromisos diplomáticos con los violadores de la libertad y los verdugos de las democracias continentales. Nunca antes en la historia la salida de Venezuela se presenta como una necesidad nacional.
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