No lo dejaron montarse en ferry. No le permitieron montarse en avión. Pero un decidido Juan Guaidó llegó a Margarita montado en un peñero, enarbolando una bandera de Venezuela y recibido por una multitud que manifestó su alegría por la presencia del joven líder.
En el siglo XIV, la llamada Peste Negra acabó con casi la mitad de la población europea. Una pandemia originada en Asia, donde también arrasó con varias decenas de millones de vidas. Hoy, en pleno siglo XXI, cuando se conocen las causas de la Peste Negra, surgen otras pestes acaban con las vidas y las esperanzas de millones de personas. En Venezuela es la peste roja. Veinte años de destrucción, odio, corrupción y asesinatos. La Peste Negra la transmiten las ratas… ¡qué coincidencia!
Las representaciones gráficas de la Peste Negra siempre muestran una calavera. En ocasiones, cuando ésta tiene cuerpo, porta una guadaña. En cualquier caso, siempre es la muerte lo que simboliza. Lo mismo que la peste roja venezolana: una revolución que lo que ha causado es tragedia, desolación y una de las diásporas más dolorosas e impresionantes que se hayan conocido en el continente suramericano.
El contraste de la llegada de Guaidó a Margarita con el régimen agónico que se aferra al poder, es emblemático. El joven que llega lleno de esperanza con el símbolo de la Tierra de Gracia en sus manos. Los otros, los rostros de la desgracia, enarbolando la bandera de la muerte. Guaidó tiene caminos abiertos en todas direcciones. El mundo civilizado y demócrata lo apoya. Los otros han cerrado todos los suyos. No tienen dónde ir. Saben que dondequiera que vayan, la justicia los alcanzará. Por eso están dispuestos a llegar hasta el final. Pero no podrán con la fuerza de un pueblo decidido a recobrar su libertad.
John Milton describió en el “Paraíso Perdido” el enfrentamiento entre el cielo y el infierno y la caída de Adán y Eva. Belcebú – oponiéndose a la iniciativa de paz propuesta por el demonio Mammón azuza a las derrotadas huestes diciendo: “¿Qué paz hemos de ofrecer, sino la que podemos dar, agresiones, odio, invencible aversión y tardía venganza, conspirando siempre para hacer menos glorioso su triunfo al Vencedor…?”. Guaidó ha vencido en todo lo que se ha propuesto. Sabe cuál es el camino. Nuestro paraíso no está perdido.