El dólar negro es, en realidad, dólar rojo. Que se dispare es síntoma de la desconfianza y de la incertidumbre porque se ven cerradas o lejanas las vías de cambio democrático.
Que el gobierno atribuya el alza incontrolada del dólar paralelo a la “Guerra Económica” y sus voceros repitan la fórmula propagandística como si creyeran realmente en ella, muestra lo perdido que está y lo lejos que Venezuela está de recuperar el paso económico, mientras el poder siga en manos de este elenco tan bueno para lo malo como malo para lo bueno. Porque no estamos, ni siquiera, frente un concierto para instrumentos desafinados que diría el psiquiatra Vallejo-Nájera como algunos piensan, sino ante el desconcierto social causado principalmente por la alienación ideológica de quienes tienen la responsabilidad de gobernarnos y no la ejercen, por confundirla con terquedad para insistir en lo que no funciona y maña para aferrarse al poder con juego sucio, aparentando la misión de justificar teorías equivocadas, al precio del sufrimiento de los venezolanos y la decadencia del país.
Lo insólito, y revelador de la alienación ideológica del pequeño grupo en el poder, es que uno los oye hablar y parecen convencidos de que este naufragio nacional es un exitazo envidiado por las demás naciones, admirado por los pueblos del mundo y temido por el imperio. A este paso, harán fracasar el diálogo en el cual tantos en el país tienen esperanzas, porque no cumplen sus compromisos y achacan incumplimiento a la oposición, cuando la acusan de lo que son efectos de las decisiones que han tomado y se empeñan en mantener a troche y moche, como la inflación, la escasez, la escasez de divisas y el astronómico cambio paralelo, todo lo cual es “guerra económica” según esa consigna oficial racionalmente insostenible.
Acaso el precio más alto que pagamos derive de que se obstruyó el camino al referendo revocatorio, una ruta constitucional, democrática y pacífica, y se ha maniobrado para minar en la ciudadanía la confianza en el voto. Eso nos ha lanzado en los predios oscuros de la incertidumbre y, en la misma proporción, el dólar paralelo se eleva y se va y se va, como un jonrón que deja el parque con rumbo desconocido. Esa inseguridad política se traduce en precios altos, dinero que no vale, escasez de alimentos, medicamentos y todo tipo de insumos, violencia, empobrecimiento y jóvenes que se van. Pura pérdida. Este gobierno, empeñado sin éxito en controlar los precios, ha dejado libre el de su propia permanencia.