Bangkok/Bogotá/Nom Pen/São Paulo, 19 dic (EFE).- Las mafias que desde espacios casi carceleros del Sudeste Asiático, sobre todo en Camboya y Birmania, llevan a cabo multimillonarias y sofisticadas estafas digitales, según denuncias de la ONU y numerosas organizaciones, han puesto el foco recientemente en España y Latinoamérica, con la creciente captación de nativos que les faciliten encontrar víctimas de fraudes en sus países de origen.
Estas actividades “ilegales” nacieron vinculadas a la industria de los casinos en el Sudeste Asiático, pasando al ecosistema digital tras el covid-19, para convertirse en centros de ciberestafas, en los que trabajadores, en algunos casos en condiciones de semiesclavitud, defraudan millones de dólares a víctimas de todo el planeta bajo órdenes de mafias, muchas de ellas chinas, según expertos e informes de Naciones Unidas.
En estas instalaciones se han documentado torturas, e incluso varios casos de muertes, contra quienes no cumplen objetivos, de acuerdo con varias investigaciones, tanto privadas como de oenegés y la ONU, que estima que hay al menos 100.000 personas en este tipo de centros de estafas en Camboya y 120.000 en Birmania.
Dirigidas en una primera fase sobre todo a víctimas chinas y de otros países de Asia, han ampliado su radio de actuación a otras regiones, para lo que requieren de personal especializado.
Gabriel de Oliveira, brasileño de 24 años, se mudó a Tailandia el pasado abril para trabajar supuestamente como informático, según cuenta a EFE su padre, Daniel Araújo. Nunca regresó; murió en Camboya en julio, en circunstancias sin aclarar.
La oferta le había llegado por un amigo, aunque los padres creen que otra persona pudo utilizar una foto suya para engañarle, un «modus operandi» habitual de estas mafias, dicen a EFE desde el Ministerio de Justicia de Brasil.
Al llegar a Tailandia en abril, lo transfirieron a Camboya. Tras dos semanas sin saber de él, la Embajada brasileña en Bangkok les comunicó en julio su fallecimiento. No hubo autopsia y el cuerpo aún no ha sido repatriado.
«Hay indicios de que fue víctima de trata de personas”, comenta su madre, Lenier.
Al testimonio de la familia del brasileño se suma el reciente rescate en Camboya de decenas de ciudadanos de Colombia y Brasil que dijeron estar atrapados en estos centros, así como experiencias de otros involucrados y afectados que vienen a confirmar el interés de estas redes por captar trabajadores de España y Latinoamérica.
La portavoz para el Sudeste Asiático y el Pacífico de la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Delito (ONUDD), Laura Gil, lo confirma: “Hay nuevos mercados en Latinoamérica, España y otras partes de Europa” y, para poder llegar a ellos, “necesitan a hispanohablantes que puedan estafar, porque, a pesar de tener software de traducción, es mucho más realista”, dice a EFE desde la sede de ONUDD en Bangkok.
Trata de personas
La estrategia utilizada para captar a Gabriel se repite en otros países latinoamericanos. Una falsa oferta laboral llevó a una veintena de colombianos a Camboya, donde presuntas redes de trata los incomunicaron, maltrataron y amenazaron hasta que lograron alertar a las autoridades de su país a través de la aplicación LibertApp de Migración Colombia, según afirma este organismo.
Una de las víctimas relata, según Migración Colombia, que un conocido le ofreció trabajar en un centro de atención al cliente en Camboya para vender criptomonedas.
«Cuando empezamos a laborar (…) nos enteramos de que nos habían llevado para estafar (…) Nos dejaron muy claro que el que trabajaba vivía normal, y que el que no trabajaba o el que quisiera devolverse (…) se iba a morir», dijo uno de los colombianos.
La directora de Migración Colombia, Gloria Arriero, asegura a EFE que se han producido 127 rescates desde julio. «El 49 % (de las víctimas) son venezolanas; el 45 % colombianas, y un 6 % de otras nacionalidades», detalla.
David, un español de unos cuarenta años, tuvo una experiencia diferente. Con antecedentes policiales, dice a EFE en una entrevista en Nom Pen que aceptó trabajar para estafadores «por dinero», después de conocer a un “reclutador” latinoamericano en Nom Pen.
Durante cinco meses, aportó su conocimiento del idioma y de la cultura española para hacer más creíble una estafa llevada a cabo este año por mafias chinas en Camboya.
«Me llegaban textos que simulaban (estar hechos por) un profesor (presentado como Alejandro Santamaría) para novatos en finanzas. La mayoría estaban traducidos por chinos a un español latino. Como querían que todo sonase muy natural, lo que hacía era darle un toque español», dijo David a EFE en Nom Pen a comienzos de diciembre.
Asegura que no hablaba con víctimas y que se limitaba a revisar textos y asesorar a sus jefes.
«Había gente que sospechaba, pedía datos porque decía, ¿dónde estáis exactamente?”, relata David, que confiesa que fue él quien se inventó una ubicación para hacer creíble la trama: “La sede la inventé yo. Estaba en un lugar financiero de Madrid».
Si bien David pudo salir voluntariamente, no siempre es así. Él mismo relata la extrema vigilancia en los centros. Incluso confiesa que llegó a contactar con autoridades consulares cuando creyó que no iban a dejarlo marchar.
“He tenido mucha suerte (…). Nunca vi maltrato (…). Pero un conocido ruso me contó que le pegaron y dieron con un táser», asegura.
Los estafados
Las víctimas de estafas están normalmente a miles de kilómetros de distancia. Las fechas y sofisticación que David detalla -llega a usarse inteligencia artificial para cometerlas- coinciden con la experiencia que describe desde Astigarraga (Guipúzcoa, España) Jéssica González, fundadora de la asociación para víctimas de estafas VICTIFIN.
González, cuya red alertó en octubre sobre el supuesto profesor Alejandro Santamaría utilizado en las estafas en las que participó David, afirma que desde febrero ha detectado más de 100 aplicaciones que «operan de la misma manera» y a las que vincula a ciudadanos chinos.
Las estafas pueden ser astronómicas: la fundadora de VICTIFIN dice que ha tenido conocimiento de una que asciende a 18 millones de euros.
Las mafias utilizan como “ganchos” supuestos expertos que prometen inversiones ventajosas mediante aplicaciones que calcan las de bancos o portales para operaciones bursátiles reales. Para conseguir mejor los objetivos, incluso obligan a “las chicas a seducir” a sus víctimas, cuenta David.
La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CMNV) de España alertó recientemente sobre varias aplicaciones para estafas: entre ellas una en la que David afirma que estuvo involucrado.
González urge a víctimas de estafas a que recopilen «toda la información que tengan, absolutamente todo: las transferencias, números de teléfono, página web o aplicación…»
«Y denunciarlo siempre», exhorta. «Hay que moverse, es la única manera de poder hacer algo».
Los centros
Considerado epicentro de las ciberestafas, Camboya cuenta con más de 270 lugares identificados como posibles centros para este tipo de actividades, según Cyber Scam Monitor, que rastrea las ubicaciones a partir de informes policiales, noticias y fotos satelitales.
Camuflados dentro de torres de oficinas, hoteles o apartamentos, suelen mudarse de la capital y otras urbes a lugares recónditos y fronterizos si se sienten vigilados.
En algunos centros reconocidos por Cyber Scam Monitor que EFE visitó en Nom Pen todavía se aprecian rastros de una precipitada marcha, con papeles, mesas y sillas desperdigadas por el suelo.
Laura Gil ha visitado varios centros desmantelados y describe la experiencia como “entrar en una película de terror”. “Ves las mesas infinitas, con teclados, pantallas (…), cuadernos con perfiles de las víctimas”, dice a EFE.
En un complejo en Filipinas que visitó junto a una víctima reclutada para estafar en Birmania, esta le aseguró que el mobiliario e incluso el menú de la cafetería de ese centro eran idénticos a los del birmano.
“Es como si fuera una multinacional invisible e ilegal”, define Gil.
Comparable al narcotráfico
Jacob Sims, especializado en delincuencia transnacional en el Sudeste Asiático e investigador en la Universidad de Harvard, sostiene que alrededor del 85 % de las mafias detrás de las redes de estafas son de origen chino, y alerta de la inmensa capacidad lucrativa del negocio.
Según las estimaciones conservadoras, estas redes podrían llegar a generar entre 50 y 70 mil millones de dólares anuales”, lo que haría de este el motor económico más importante en el Mekong (Camboya, Laos, Birmania, Tailandia, Vietnam y sur de China)», dice a EFE por videollamada.
“Lo único que se puede comparar a nivel mundial es el tráfico de drogas”, remarca.
Uno de los pocos rostros visibles de las estafas es el magnate de origen chino Chen Zhi, al mando del conglomerado Prince Group, con sede en Camboya y empresas en más de 30 países, según el Departamento de Justicia de EE.UU., que en octubre le acusó de ser «el cerebro detrás de un imperio de ciberfraude en expansión».
En Camboya, Prince Group es omnipresente. Un cartel de la empresa decora las vallas del edificio donde David asegura que cometió parte de las estafas, a escasa distancia de una comisaría y de un edificio ministerial.
“Hay gente que ha hipotecado su casa, que ha pedido dinero a familiares… Terrible, la verdad es que es terrible”, dice David, que admite: “No estoy orgulloso de lo que he hecho”.
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