Gerónimo Figueroa Figuera
En la reunión realizada en Noruega entre representantes del usurpador de Miraflores y representantes del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, esta vez no se cayó en la trampa de la “discutidera” de siempre para montar un referendo consultivo para preguntar al pueblo venezolano si quería que se realizara un proceso electoral presidencial, pero fueron parados en seco por el propio presidente Guaidó desde Venezuela, quien mantuvo la ruta del cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, marcada por el pueblo venezolano el 23 de enero 2019. Si esto se aprobaba significaba dar por lo menos un año más de tiempo a la usurpación.
Al conocer la noticia Maduro en cadena de radio y televisión reaccionó gritando con el mismo cuento de siempre, diciendo que ellos tenían más de tres meses hablando en secreto con miembros de la oposición, pero sin mencionar nombres. Flanqueado por dos militares y con gestos de debilidad, gritó varias veces diciendo que ellos exigían un acuerdo de paz con la derecha opositora responsable, porque consideraba que los “golpistas” eran la minoría, pero ni de vaina dijo que liberaría a los presos políticos, tampoco dijo en la parranda de gritos pidiendo paz que dejaría trabajar a la Asamblea Nacional y de perseguir a los diputados como gestos de buena voluntad.
Por su parte desde Oslo el gobierno de Noruega con el orgullo un poco herido por no haber logrado el objetivo que se propusieron dijeron no darse por vencidos y que seguirían promoviendo el diálogo entre el chavismo y la oposición venezolana. Mientras que el llamado grupo de contacto integrado por europeos que creen ciegamente que Maduro es capaz de aceptar unas elecciones libres y transparentes después del fracaso en Oslo, anunciaron reunión con el Grupo de Lima en Nueva York para seguir tratando el caso Venezuela que lleven a elecciones libres. Como se ve que no conocen a Maduro o se hacen los paisas de no conocerlo.
En ese sentido a veces es importante ver el comportamiento histórico de las personas o instituciones para darnos una idea de cómo piensan y cómo pueden actuar en un momento determinado. Como dicen en criollo, para ver de qué pata cojean. Al gobierno de Noruega siempre le han dado cierta “imparcialidad” cuando se trata de mediar en conflictos y algunos come flores siempre recuerdan el proceso de paz colombiano donde habría obtenido un triunfo importante. Sin embargo, es cuestión de hacer un balance de ese cacareado proceso de paz donde los grandes perdedores fueron el pueblo colombiano y quienes fueron víctimas por más de sesenta años de crímenes de lesa humanidad que quedaron impunes.
Es importante recordar que los diálogos de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, se realizaron en Cuba como país anfitrión, Noruega y Venezuela como países garantes de los acuerdos. Como pueden ver, en esas reuniones de diálogos eran cuatro a favor de los delincuentes y ninguno a favor de las víctimas y el pueblo colombiano. Por un lado estaban Cuba, Venezuela y Noruega a favor de la impunidad de los violadores de Derechos Humanos y Santos reforzando porque solo le interesaba firmar la paz como fuese para poder obtener el Premio Nobel de la Paz ofrecido por Noruega.
Muchos preguntarán cuál fue la impunidad que permitió Santos para que los noruegos le dieran el Nobel de la Paz. El perdón para quienes violaron a niñas de diez y catorce años y cuando salieron en estado las hicieron abortar. Los secuestradores de jóvenes entre diez y 15 años para convertirlos en guerrilleros prematuros en contra de su voluntad, y quienes se negaban eran fusilados para meter terror a los demás. Los que colocaron bombas en clubes deportivos infantiles y juveniles donde hubo centenares de muertos y heridos, también fueron favorecidos con la impunidad negociada por Santos por el Premio Nobel de la Paz.
Esas observaciones son suficientes para que afirmemos que el gobierno socialista de Noruega no es imparcial en las conversaciones. Además, en Venezuela no hay conflicto armado como en Colombia, lo que hay es una tiranía que está matando de hambre a la población que debe ser derrotada antes del exterminio total.