NOCIÓN DE VENEZOLANIDAD EN DON MARIO BRICEÑO-IRAGORRY | Por: Libertad León González

 

Libertad León González

 

Para amar la Patria es preciso amar su Historia,

 y para amarla en su totalidad, es necesario conocer y amar su Historia total.

Mario Briceño-Iragorry

Somos venezolanos y tenemos sentido de pertenencia, de identidad, (al menos así debiera ser), hacia el país que nos abriga desde el momento de nuestro nacimiento, tenemos un pasado que nos une como habitantes, más precisamente, como ciudadanos de esta nación llamada Venezuela. Compartimos coincidencias históricas con otros países de la llamada América Española. La misión evangelizadora cristiana dejó en nosotros un ser de raíces indígenas, hispanas y africanas, identificado a la religión, lengua, cultura, historia, costumbres de España. La empresa de conquista, iniciada por Cristóbal Colón en 1492, determina esta realidad, tiene una dimensión gigante para nuestra América y el resto del mundo. Don Mario Briceño Iragorry deja un legado escritural en el que aborda una y otra vez su mensaje como formador de conciencias. Comienzo trayendo a colación algunas de las palabras de Don Mario Briceño-Iragorry expresadas en su ensayo: Ámbito y razón del humanismo americano (1951) para enaltecer la empresa de la conquista. Allí enfatiza:

Con el viaje de Colón el hombre, en cambio, se completaba a sí mismo como agente universal de cultura. (…) Un nuevo concepto del mundo y de la vida se abría como elemento capaz de dar otro valor al destino histórico del hombre, (Briceño-Iragorry, 1951, p.45-46).

La hazaña de Cristóbal Colón abre paso al encuentro de Europa con las tierras occidentales del Nuevo Mundo. La historia pudo quizás reconocer la primacía de la hazaña del genovés otorgándole la denominación de Colombia a nuestro continente. El discurso histórico muchas veces roza la palabra poética para expresar el inicio de esta hazaña. Veamos el siguiente párrafo introductorio del libro de Benet Pons i Fábregues (1911). Cristóbal Colón. Vida y obra del Gran Almirante de las Indias:

América! El nombre de Colón evoca enseguida con mágico prestigio el del maravilloso continente que por aberración lamentable ha dejado de llamar Colombia la posteridad de los tiempos medios. De las misteriosas ondas del grande Océano surgió ante la mirada absorta de los navegantes del Viejo mundo aquella Tierra de cálido ambiente bañado en deslumbradora luz; de árboles gigantes retorciéndose y formando inextricables selvas, y verjeles lujuriantes sobre cuya pomposa floración de intenso color y aromas embriagadores tejían inmensas guirnaldas los verdes brazos de los arbustos y en cuyas espesuras resonaban roncas voces de aves de abigarrado plumaje.” (p.7).

Esta elocuente descripción de los inicios de la historia de nuestra América, protagonizada por el gran Almirante del Mar Océano en ese encuentro del hombre europeo y la naturaleza americana, inicio del período de conquista, nos recuerda la importancia de la crónica como acervo narrativo de la historia. Recordar este primer encuentro entre Europa y América prevalece en nuestra conciencia histórica y ha de prevalecer en la conciencia histórica de las nuevas generaciones.

En 1945 Don Mario Briceño-Iragorry publica Formación de la nacionalidad, texto que él califica como “un esquema histórico de Venezuela como Nación y como Estado” (p. 5). Con sobrada intención del autor, la brevedad de su ensayo histórico, muy bien nos permite visualizar, a grosso modo, el amplio panorama político territorial en que fue conformándose nuestra Tierra de Gracia, a partir de los procesos de conquista y colonización protagonizados por numerosos argonautas, venidos del viejo continente. Actuaron impulsados por circunstancias e intereses propios del momento. El texto de Don Mario, de gran utilidad, siembra en el alma del venezolano de estos tiempos, sea de cualquier formación académica, pero, aún más, de quienes pretendan reconocerse con especial claridad en lo que fue nuestra raíz originaria como nación. Bien pudiéramos vincular este ensayo histórico de Don Mario con el Resumen de la Historia de Venezuela que hiciera Don Andrés Bello (1781-1865) en 1810, perteneciente al Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela para el año de 1810, Caracas, Imp. de Gallagher y Lamb, 1810, pp. 13-63. (www.cervantesvirtual.com).

En este sentido, la venezolanidad ha de empezar por el conocimiento de nuestro pasado. ¿Cuáles son los autores que Don Mario nos señala como fundamentales en el estudio de la Historia de Venezuela? En su Discurso de recepción como individuo de Número en la Academia Nacional de la Historia, el 25 de enero de 1930, con apenas 33 años, Don Mario reconoce la historia de Venezuela escrita por valiosos historiadores los cuales descuellan en virtudes. De la historia romántica de Juan Vicente González dice: “la musa del historiador tomaba su inspiración en el brillante paisaje ideal que su propia fantasía creaba para enmarcar los hechos reales y que para la validez de la verdad se hallaba viciada en mucho por la coetaneidad con los personajes y sucesos historiados.” (Briceño Iragorry, 1931, p.36). En cambio, en la historia de Lisandro Alvarado, Arcaya, Gil Fortoul, Vallenilla Lanz, Ángel César Rivas y tantos otros reconoce: “el período de la metodología científica en nuestros estudios históricos”. (óp. cit., p.38). Exalta la pasión poética de Arístides Rojas con quien empiezan los estudios de los archivos oficiales y quien junto a Ernst: “debemos la iniciación de nuestros Museos, auxiliares admirables de la ciencia histórica.” (óp. cit., p. 38 y 39). Exalta a Landaeta Rosales y, en particular, la virtualidad metódica y la perseverancia de Don Tulio Febres Cordero. En el primer ensayo de su libro: Introducción y defensa de Nuestra Historia (1952) denominado, “Nuestros estudios históricos” (1947) será aún más exhaustivo en ampliar la lista de las escuelas de los historiadores dedicados a estudiar la Historia de Venezuela y explica los cuatro períodos establecidos para su estudio.

La venezolanidad de Don Mario ha de contagiarnos al dar a conocer su mirada histórica desde la conquista hasta la colonización con particular énfasis en “la integración político-militar de Venezuela por la cédula del 8 de septiembre de 1777.” (Briceño-Iragorry, 1945, p. 24 y 25). Llamarnos venezolanos pasa por reconocernos en un proceso complejo iniciado en el siglo XVI, su punto de partida, el año de 1500 en el oriente del país en la isla de Cubagua, descubierta por Cristóbal Colón en 1498. Cubagua, abandonada en 1543, será el breve emporio de perlas tomado por los españoles para la explotación y comercialización.

Al pronunciar del texto de Don Mario la palabra Cubagua, irremediablemente me remite, permítaseme la digresión, el nombre de este paradisíaco lugar, a la novela lírica del venezolano, Enrique Bernardo Nuñez (1895-1964) también llamada Cubagua (1931), como emblema narrativo de particular ingenio, anticipándose al uso de recursos narrativos propios del boom latinoamericano. Cubagua y, en consecuencia, su autor, se configuran en fundamental referencia para la literatura en Venezuela. La historia se recrea a partir de un discurso novelístico inspirado en el proceso fundacional donde poesía, mito e historia se enlazan.  Leamos el siguiente pasaje de la obra:

Las estrellas bailan en los ojos del guaiquerí, dan vueltas y caen rápidas del horizonte. La misma luna describe parábolas y se transforma en otras lunas que giran silenciosas. Al fin acaba por dormirse [un marinero llamado Martín Malavé] y sueña que tiene un barco —un barco vale más que un caballo—, y va a sacar perlas. Su barco repasa las formas del continente. (Bernardo Nuñez, 1931, p.41).

 

La poesía atávica recrea la historia ante las presencias del indio, nativo de la isla y la llegada del español. Encuentro de miradas diferentes, alrededor de la vida y del entorno natural. La novela revaloriza el hecho histórico al plasmar su relato lírico. La literatura también nos invita a profundizar en nuestra venezolanidad.

Don Mario Briceño-Iragorry elige ilustrar el momento histórico de la decadencia de Cubagua desde la fantasía discursiva del cronista Juan de Castellanos:

Y lo que antes fue un emporio, en breve pasó a ser desolado sitio. La musa elegíaca de Castellanos encuentra en aquella decadencia tema propicio a sus lamentos, y en tono quejumbroso nos refiere que:

Faltaban ya las fiestas diputadas / para sus regocijos y placeres, / Las plazas no se ven embarazadas /Con tratos de los ricos mercaderes:/ No se veían las calles frecuentadas/ De hombres, ni muchachos, ni mujeres. / Pocos días había finalmente /Que no saliese della mucha gente. (Briceño-Iragorry, 1945, p.6).

La Isla de Cubagua, como es sabido, desparecerá tras el terremoto de 1541.

Continua el autor su recorrido sucinto en su ensayo: Formación de la venezolanidad, haciendo alusión, entre otros hechos relevantes: la Gobernación de Alonso de Ojeda (1466-1516) en el occidente del país en Coquivacoa y Urabá. Vale recordar que Alonso de Ojeda es reconocido como el descubridor más importante después de Colón y el primer conquistador. Luego, refiere el autor, las misiones fracasadas, la capitulación de Las Casas, la nueva Córdoba, Gobernación de Margarita, Gobernación de Venezuela donde plantea el comienzo de la vida política de Venezuela con la llegada del conquistador alemán, Ambrosio Alfínger. Fueron los tiempos del arribo de los ricos comerciantes alemanes, los Welser, llegan a Coro el 28 de febrero de 1529, ellos inician las actuaciones administrativas subordinados a España.

Continúa Don Mario su recorrido histórico por Venezuela haciendo referencia a las Gobernaciones de Trinidad, Paria, del Meta, la Conquista del Orinoco y, en particular, la fundación de las ciudades, período que comienza con Juan de Carvajal:

en 1545 él mismo fundó a El Tocuyo; en 1549, Pedro Álvarez La Borburata; en 1552, Villegas la Nueva Segovia; en 1555, Alonso Díaz Moreno la Nueva Valencia; en 1557, Diego García de Paredes la Nueva Trujillo, andariega hasta 1568; en 1567, Diego de Losada a Santiago de León de Caracas; en 1569, Alon­so Pacheco la Ciudad Rodrigo de Maracaybo, cuyo nombre cambió Pedro Maldonado en 1574 por el de Nueva Zamora. (Briceño-Iragorry, 1945, p. 14).

 

En su discurso Sentido y función de la ciudad (1952) detallará la importancia de la ciudad colonial como confluencia de la unidad política, administrativa y económica, en tanto constituyen las raíces de la futura nacionalidad. Luego de referir la fundación del resto de las ciudades, finalmente, subraya su interés en considerar el 8 de septiembre de 1777 como el momento de la unidad política y administrativa de Venezuela. Por lo tanto, ha de celebrarse con la misma importancia que se le ha dado a la Independencia, nos mantenemos “olvidados del natalicio,” (Briceño-Iragorry, (óp.cit., p. 33). Entonces enfatiza:

¿Podrá entenderse, sin el estudio de la formación de las Provincias que integraban en 1810 la Gran Capitanía Gene­ral de Venezuela, la forma federal de la Constitución de este año? ¿Sería explicable la continuidad de la idea autonómi­ca de 1810 y el reconocimiento de la Junta de Caracas, sin tomar razón de la centralización política de 1777? ¿Existiría hoy la unidad llamada Venezuela sin la creación de Carlos III?… (óp. cit., p.26).

 

El 8 de septiembre de 1777 se echaron los ci­mientos político-geográficos del gran hogar venezolano y de entonces arranca el proceso formativo de nuestro país como nacionalidad determinada en el conjunto universal de los pueblos civilizados. (óp. cit., p.29).

 

Y para dar mayor ejemplo de reconocimiento a esta fecha patria, será el mismo Don Mario Briceño-Iragorry, el primero en celebrarla, mediante decreto emanado en el período (1943-1944) en que se desempeñó como gobernador del estado Bolívar; llamará su discurso para tal ocasión: La fiesta de la nacionalidad, también incluido al final de su ensayo. Y por si fuera poco el rigor y énfasis de su reflexión incluye textualmente como colofón de las referencias, La real Cédula de 1777 emanada por Carlos III.

Queda claro que para el autor el sentido de venezolanidad, ligado a la noción de nacionalidad, pasa por invitarnos a reconocer la importancia del conocimiento de nuestra historia, del progresivo proceso de conquista y colonización con el surgimiento de las ciudades y provincias de Venezuela, y, finalmente, valorar la configuración de la Provincia de Venezuela, en una sola entidad o unidad política y administrativa a partir del 8 de septiembre de 1777, separada del Virreinato de Nueva Granada. Se produce el deslinde con relación a otras provincias, ajenas al suelo venezolano. En este sentido dice Don Mario: Se es hijo de Venezuela. Se es ante todo y so­bre todo venezolano. Y la fraternidad venezolana que va des­ desde el Roraima hasta el Río de Oro, surgió el 8 de Septiembre de 1777. (p.33). Los sentimientos de venezolanidad y nacionalidad se integran a este sentido de unidad. El entendimiento y reconocimiento de todo este proceso histórico deviene inmerso al sentido de hispanidad, fundamento del pensamiento briceñiano al que siempre hemos de volver.

 

 


Referencias:

 

 

 

Salir de la versión móvil