Ankara, 8 feb (EFE).- La situación en las 10 provincias turcas afectadas por los devastadores terremotos del lunes empeora conforme pasa el tiempo y, mientras el número de fallecidos no deja de aumentar, los supervivientes tienen problemas para cubrir sus necesidades más básicas en un clima gélido de hasta -6 grados.
Hasta ahora, la serie de sismos del lunes han dejado más de 6.200 muertos sólo en Turquía, donde también se cuentan más de 37.000 heridos. Los equipos de rescate han logrado recobrar a unas 8.000 personas con vida de casi 6.000 edificios destruidos.
Los periodistas turcos que informan desde las ciudades afectadas de Kahramanmaras, Hatay, Iskenderun y Malatya a primera hora del miércoles, más de 48 horas después del terremoto, coinciden en que hay cientos de edificios derrumbados donde no ha llegado ningún equipo de rescate y la gente suplica por ayuda.
HalkTV informó en directo desde Malatya de que las mujeres supervivientes, niños y ancianos se encontraban en terribles condiciones, sin acceso a necesidades básicas y con temperaturas de varios grados bajo cero.
La desesperación crece porque en algunos edificios derruidos se pueden escuchar las voces de supervivientes, pero no se les puede ayudar por la falta de equipos especializados.
«Nadie en la ciudad puede entrar en ningún edificio por el peligro de derrumbe. Ir al aseo, algo hasta ahora sencillo, es un problema muy grande. No hay agua en casa ni en las gasolineras», explica esa televisión sobre la situación.
«La gente intenta calentarse en sus coches, pero no pueden rellenar el depósito porque no hay combustible en las estaciones de servicio», agrega.
Yildirim Kurt, un agricultor del distrito de Nurhak, en Kahramanmaras, una de las zonas más afectadas, dijo a EFE por teléfono que hasta ahora no había llegado ninguna ayuda a su pequeño pueblo.
eyhan Asker, un reportero de Halk TV, informó esta mañana desde Islahiye, una localidad de Hatay de 60.000 habitantes donde vivían sus padres: «Todas las casas de la ciudad tienen que ser reconstruidas. Nadie puede vivir siquiera en las casas que no fueron destruidas. La mitad de las casas del pueblo están arrasadas».
Mustafa Kara, que perdió a su mujer en Kahramanmaras en el derrumbe de un edificio de nueve plantas, mostró su indignación en Halk TV: «¿Tan poca cosa es este Estado? No hay nada. No podemos enterrar a nuestros muertos. Hay cadáveres por todas partes».
«Se han derrumbado más de 900 edificios. Si cada uno tiene entre ocho y diez apartamentos, ¿Cuántas personas hay bajo los escombros? No hay electricidad, ni gasolina, la gente saquea los supermercados. No hay comida, ni leche para los niños», se quejó ese vecino.
En Iskenderun un incendio en el puerto y el aumento del nivel de las aguas del mar complica la evacuación de heridos por barco hacia otras ciudades.
Al parecer, un contenedor con productos químicos ardió justo después del terremoto y las llamas se extendieron a los demás contenedores del puerto en poco tiempo. A pesar de la intervención de aviones y barcos del Ejército, no se pudo acabar con el fuego y el humo crea problemas para respirar en una amplia zona.
Mientras arrecian las críticas al gobierno por no tomar medidas a tiempo, gestionar mal la crisis y no enviar el Ejército en los primeros momentos, los principales canales se centran en las personas rescatadas con vida en los edificios donde continúan las labores de rescate.
Los equipos de rescate salvaron a una profesora de 24 años, Mesude Akar, de entre los escombros de un edificio derrumbado 49 horas después del terremoto de Hatay. Una hora antes que ella, otras dos mujeres fueron rescatadas con vida también de los escombros en la misma zona, informó la agencia de noticias Anadolu.
La situación de las presas en la región es otro motivo de preocupación, ya que se informó de grietas en algunas de ellas debido a los temblores.
«Tenemos 110 presas, de momento hemos completado las pruebas en 90 de ellas. Porque hay riesgo en periodos sísmicos», dijo el Ministro de Agricultura, Vahit Kirisçi.
El panorama que dibujan los medios de comunicación en el tercer día desde las ciudades donde se ven las cámaras es espeluznante, con cientos y cientos de edificios destruidos y con pueblos sin ninguna atención mediática.