No me cortes con ese cuchillo de cartón

Luis Vicente León

 

La decisión de profundizar las sanciones económicas contra Maduro genera posiciones encontradas. Pero, ¿por qué algo que intenta provocar un cambio que la mayoría desea, fractura a los aliados? Muy sencillo, porque la experiencia previa ha sido decepcionante, negativa y contraproducente.

Arranquemos por decir que con este nivel de sanciones, el club de países que acompaña a Venezuela está formado por Cuba, Irán, Siria y Corea del Norte. ¿Qué tiene en común?: 1) sus gobiernos causaron profundas crisis, pobreza, primitivismo y destrucción de derechos democráticos, 2) la aplicación de sanciones extremas, terminó por amplificar las crisis que ya existían y 3) ninguno de esos gobiernos ha salido del poder.

En algunas declaraciones recientes, se ha rebatido esta posición “pesimista” resaltando los éxitos de las sanciones en Panamá, Nicaragua y Cuba. Alineado con el planteamiento de Michael Shifter, Director del InterAmerican Dialogue en su artículo del New York Times, la realidad es que ninguno de esos casos puede ser utilizado como argumento de soporte para la eficiencia de las sanciones. Panamá, porque precisamente el fracaso de la aplicación de sanciones económicas los llevó a tener que utilizar una invasión militar para sacar a Noriega del poder, acción que más allá del debate ético, no parece estar planteada en este momento en el caso venezolano.
En el caso de Nicaragua, tampoco es posible vincular las sanciones con el éxito, pues en ese país EEUU financió a los contras, y la salida fue producto de una confrontación armada interna, que terminó en una elección que Ortega perdió, pensando que ganaba. Lo de Cuba, que si es una experiencia netamente sancionatoria, no necesita explicación, pues es el fracaso más contundente.

Partiendo entonces por la duda histórica razonable sobre las probabilidades de éxito de las sanciones, la preocupación está basada en el costo enorme que recae sobre la población inocente, sin garantizar solución al problema. Eso fractura a los venezolanos adentro y afuera, preocupa abiertamente a Europa, encubiertamente a Latinoamérica y produce críticas internas en EEUU.

El argumento de que la población no sufrirá y que las sanciones sólo afectan a Maduro es insostenible a la luz de los estudios técnicos, la evidencia histórica y la lógica racional. Nadie está exonerando a Maduro de su responsabilidad en la crisis que el país vive. Lo que se está diciendo es que esa crisis, causada por el gobierno, se amplifica debido a las sanciones.

El otro argumento utilizado para justificar la “inocuidad” de las sanciones en la gente es que permite la importación de alimentos, medicinas y ropa. Gracias a Dios que existe esta excepción, para quienes tienen recursos propios en moneda extranjera y podrán importar o comprar esos bienes que vengan bajo la figura de la excepción. Pero más allá de los problemas de “over compliance” que tendrán para importarse, la pregunta es: ¿y con qué los paga el pueblo base? Las importaciones privadas sólo atenderán a quienes ya tienen recursos, pero no a la base de la población, que hoy por cierto depende de los Clap y bonos del gobierno. Y, finalmente, la tesis de que esto es sólo problema de Maduro, pues si él tiene plata para comprar armas, que la use para comprarle comida al pueblo, representa una tremenda contradicción, equivalente a dejar en Maduro, el villano de la película “sanciones”, la única posibilidad de supervivencia de la población afectada, compitiendo con su propia supervivencia. ¿Y si la gente se muere de hambre porque él no lo hace, es problema de él y no mío? ¿No me debe entonces importar que se mueran porque es culpa de él? No me cortes con ese cuchillo de cartón.

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