¿Te sientes solo en la pareja, en el matrimonio o en la vejez? Gabriele, la profetisa de Dios, nos enseña cómo dar los pasos que conducen a una felicidad verdadera y permanente. ¡Tú no estás solo: Dios está contigo!
En primer lugar, deberíamos hacernos conscientes de que Dios, el amor infinito, está en nosotros. Y en segundo lugar, percibir que Dios es el silencio.
Cuando hayamos aprendido a dominar nuestros días, haciendo el trabajo diario conse-cuentemente y con prudencia, nos volveremos más tranquilos. Antes de tratar una situación o dificultad, deberíamos reflexionar sobre toda la situación. Si hemos encontrado una respuesta o solución concreta para lo que tenemos que resolver, deberíamos pasar a la acción, no dejando para mañana o pasado mañana aquello que nos ha preocupado. Hoy y ahora es el día en que se nos ha dado la llave para la respuesta y la solución. Por eso también deberíamos ponerlo en marcha hoy y ordenarlo.
Una legitimidad universal, que se basa en la energía, dice: “quien piensa una y otra vez en lo mismo, en lugar de ponerlo en orden, entra con su consciencia en la otra persona, en la situación o en el problema del otro, en aquel o aquello en lo que este piensa, y lo asimila, es decir, lo absorbe en sí”. Por tanto, hagámonos conscientes de lo siguiente: aquello en lo que pensamos mucho, nos captura, en ello estamos encerrados y eso nos pone intranquilos y nerviosos. A raíz de esto, con el tiempo perdemos nuestra independencia y nuestra libertad y nos hacemos dependientes. Esta es una causa entre muchas. El efecto es la pérdida de la energía de nuestra alma y de nuestro cuerpo.
Una vez más, hagámonos más conscientes de que sólo logramos tranquilidad si observamos hacia dónde van nuestros pensamientos. Si nos hemos cuestionado, si hemos encontrado la respuesta y la solución a la pregunta: “¿Por qué pienso esto?”, aquello de lo que se trata deberíamos purificarlo lo antes posible. Mañana o incluso pasado mañana vendrán otras cosas a nosotros, que de nuevo nos traerán otras tareas. Si hoy es el día en que nos hemos dado cuenta, deberíamos hacer hoy lo que ya se encuentra ante nosotros como respuesta y solución. Con ello lograremos más tranquilidad y soberanía.
Tranquilizarnos significa encontrar el silencio. Desde la tranquilidad fluye el silencio para poder ver, para escuchar y para averiguar lo que hay que resolver hoy. Si es importante para nosotros lograr poco a poco el silencio, también puede sernos de ayuda una meditación por la noche e igualmente una autoobservación y una oración profunda, que entonces cumpliremos en la vida diaria.
Una gran ayuda para encontrar en breve el silencio es la siguiente consideración: nuestro mundo se compone de destellos de luz. Nuestros ojos se han acostumbrado a esa fugacidad, a ese nivel de luz. Nuestros oídos perciben el ruido que nos rodea y se llenan de esa mezcla de ruidos intensos y desarmoniosos. Con ello el ser humano se ha vuelto agitado, en lugar de ser un místico que ha aprendido a ver y a escuchar y que también cierra los ojos para percibir en sí a Dios, el silencio. Encuéntrate con Dios, el silencio eterno, durante los primeros pasos del aprendizaje. Y, por ejemplo, haz de tu paseo por la naturaleza un paseo consciente. Detente y deja vagar tus ojos por campos, prados y bosques. Considera que en todas partes Dios sale a tu encuentro.
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