He sido objeto recientemente de un ataque inclemente por parte de personas claramente afectas, a la política guerrerista y exterminadora de los palestinos desarrollada por la entidad sionista llamada Israel, al mando de Benjamín Netanyahu. El motivo de tal agresión obedeció a una respuesta que di en la red social de Twitter, en la cual señalé que había investigadores, varios de ellos judíos, que negaban la existencia del holocausto, cosa que es más que cierta independientemente de lo que se opine al respecto.
Este comentario generó inmediatamente una gran cantidad de mensajes, en su mayoría ofensivos, descalificadores y amenazantes hacia mí, algunos de ellos de conocidos académicos. Me limité a señalar las referencias bibliográficas y algunos de los argumentos aportados por los trabajos referidos, con la recomendación a los iracundos de dirigirse directamente a los autores de la tesis señalada.
Dejé muy claro que en absoluto soy antisemita, que fue la acusación principal que se me endilgó; que tengo muchos amigos judíos con quienes gozo de excelentes relaciones, que no practico ningún tipo de racismo ni soy enemigo de ningún grupo religioso.
Expresé que el antisemitismo era ajeno a los venezolanos y a Venezuela, que era europeo en su origen y que es allá donde se ha expresado en su forma más intensa. No obstante, la “cayapa” continuó y se extendió a medios de comunicación y algunos portales internacionales, sobre todo por la defensa que hice de la libertad de pensamiento y de opinión, la libertad de investigación, las cuales, para algunos de los afectados “sentimentalmente” por esta materia, no se debería aplicar a la historia de la Segunda Guerra Mundial en relación con las víctimas de los campos de concentración.
Como investigador y académico sé que existen muy pocas verdades absolutas, todas ellas en el área de la física. Y mucho menos existen estas verdades en las disciplinas históricas, donde además quien triunfa acomoda los hechos en función de sus intereses. Todo está en discusión en esta y otras materias, sin tabúes, sin prohibiciones, sin castigos, como parecieran no saber quiénes llevaron la batuta de la agresión, uno de los cuales se lamentó de que su título haya sido firmado por mí como Rector y pidió a la UCV que me desconociera o algo por el estilo. En Venezuela, afortunadamente todavía, a pesar del gobierno, se puede diferir de la historia oficial, si es que realmente la hay, incluso en casos tan sensibles como el que atañe a nuestros próceres. Nada está exento de ser puesto en duda, de ser revisado, investigado y cuestionado, pues aquí no se ha impuesto el pensamiento de único, ni vivimos bajo la dominación de Netanyahu, ni somos víctimas de los sentimientos de culpa de los alemanes, que han instaurado esta perversa práctica en su país.
Mientras haya libertad de pensamiento y de opinión, la utilizaré ampliamente, la defenderé y enfrentaré a quienes traten de anularla o impedirla. Por ello, rechazo y condeno todas las calumnias, ofensas y amenazas recibidas, y les digo que no me atemorizan en absoluto; estoy acostumbrado desde muy joven a luchar contra la corriente dominante: política, ideológica y de todo tipo y a enfrentar sus más siniestros métodos. La época de Galileo terminó hace siglos. La Inquisición dejó de existir y no voy a permitir calladamente que traten de imponernos una nueva e incluso más peligrosa y bestial.
No practico el odio ni la discriminación de nadie por sus ideas, su religión ni su origen. No me creo superior a los demás, ni lo voy a amenazar ni a insultar ni mucho menos a calumniar y a amenazar como usted hizo en forma vil. Y toda esa vileza simplemente porque ante alguien respondí que había investigadores, varios de ellos judíos, que negaban la existencia del holocausto, cosa que es más que cierta y a la cual no se refirió. Pero es que posiblemente ni leyó los mensajes de Twitter escritos por mí, simplemente acudió presto al llamado de sus amos a escribir en mi contra, no en contra de los argumentos de quienes niegan el holocausto, sino contra mi persona. Se comporta como un violador de los DDHH, al tratar de impedir que la gente se exprese libremente.
Antisemita es una de las palabras que tienen los mercenarios sionistas para descalificar a quienes de alguna forma enfrentan sus excesos, pues carecen de argumentos para respaldar sus mentiras, algunas incluso ancestrales, y mucho menos defender sus acciones actuales de terrorismo de estado y genocidio. Con esa calumnia pretenden terminar cualquier discusión y convalidar sus acciones. Pasaron de ser víctimas a ser victimarios, eso está claro para la mayoría del mundo, incluso para muchos de sus nacionales. El antisemitismo es profundamente europeo; fue allá donde se dieron los acontecimientos que terminaron con la creación de la entidad sionista que llaman Israel, determinada a acabar con la población palestina incluso contra sus propios nacionales.
Continuidad y Cambio, año 8, Nº 115, pp 29-30, febrero 2019,