Por Natacha Sánchez /Crónica Uno
Maturín. El sueño americano se ha vuelto la bandera de quienes deciden tomar el riesgo de cruzar la peligrosa selva del Darién, ese trecho que divide la frontera entre Colombia y Panamá y que se ha convertido para una buena parte de los migrantes en una pesadilla.
En búsqueda de una mejor calidad de vida, cientos de familias venezolanas asumen el reto de caminar por un tupido trayecto en medio de montañas, ríos caudalosos, animales salvajes y grupos criminales.
Para los que emprenden el viaje, la selva del Darién es una escapatoria de la terrible crisis que vive el país, pero muchos han tenido que pagar un alto precio por ello.
Deiby Itanare forma parte de los casi 70.000 venezolanos que, según organizaciones como la Defensoría del Pueblo de Colombia, han cruzado la selva del Darién durante 2022, para llegar por vías irregulares a Estados Unidos.
A Itanare no le tomó mucho tiempo decidir cruzar el Darién, el monaguense ya tenía la experiencia de haber emigrado hace cinco años a Perú y, recientemente, su hermano había transitado el camino por el tapón de Darién lo que, a su juicio, le facilitó la travesía.
Tomé la decisión cuando me entregaron el pasaporte en mayo de este año; dije ‘me voy’ y no investigué porque ya mi hermano había hecho el recorrido tres meses atrás”, contó a Crónica.Uno una vez en suelo norteamericano.
Itanare asegura que migrar siempre estuvo dentro de sus planes, pues su objetivo es tener calidad de vida, la razón recurrente por la cual más de seis millones de venezolanos, según las Naciones Unidas, han decidido abandonar el país.
Me sentía en condiciones físicas y estabilidad emocional para cruzar el Darién, por eso tomé la decisión, y además tenía el apoyo de mi hermano”, expresó.
El monaguense cuenta que salió de Maturín el 2 de agosto de 2022, en un viaje directo hacia la frontera con Colombia. Desde ese momento comenzó la travesía.
Recorrido extenso
Deiby tenía en cuenta que para llegar a su destino no solo tenía que cruzar la selva, que para muchos se ha convertido en una pesadilla, sino también atravesar cinco países.
En un grupo de ocho personas, entre ellos dos menores de edad, todos venezolanos, Deiby inició el trayecto por el tapón del Darién. La caminata comenzó seis días después de su despedida de Maturín, el 8 de agosto. Pasó tres noches y cuatro días en la peligrosa selva.
Hay que tener mucha condición física para ir a la marcha del grupo. Había una señora mayor que siempre se quedaba atrás, nosotros descansábamos para esperarla, pero ya cuando ella llegaba no le daba tiempo a descansar porque había que seguir”, relató.
Deiby cuenta que en la selva se viven muchos momentos de incertidumbre y soledad, siendo las noches el periodo más difícil. Asegura que quienes decidan cruzar por este camino deben tener estabilidad emocional, porque son momentos difíciles los se pueden vivir en el arduo trayecto.
“No es fácil, hay muchos momentos de incertidumbre y soledad. Son momentos en los que hay que centrarse para continuar con el objetivo. Siempre hay riesgo por eso hay que considerarlo muy bien”, acotó.
En los cuatro días que estuvo dentro de la selva llegó a campamentos instalados por indígenas en los que podían comer e incluso dormir. Deiby agradece que durante su paso no vio ni vivió experiencias traumáticas como las que han contado sus connacionales.
Nosotros no vimos cadáveres, ni animales salvajes y agradezco mucho que eso no haya pasado. Hay muchas cosas que agotan física y mentalmente. Las personas que van con niños tienen que considerarlo muy bien”, detalló.
El 12 de agosto fue su último día en la selva, Itanare contó que fue el más difícil: para ese momento se había acabado la comida y debían caminar un largo trayecto para poder llegar al campamento de la ONU en Panamá.
“Ese día no habíamos comido nada. Estuvimos sin comer desde la mañana hasta la noche que salimos de la selva y llegamos al último campamento. Era difícil caminar así”, expresó.
“La selva no es lo único complicado”
Luego de pasar la primera prueba y salir de la selva, a Itanare le esperaba un trayecto de cinco países para lograr su objetivo: llegar a los Estados Unidos.
El joven monaguense detalla que en Panamá la atención a los migrantes es cordial para facilitar la salida, pues, el objetivo es que se abandone el país.
En Panamá nos atendieron de manera formal y nos facilitaron la salida del país. Cuando llegamos al campamento de la ONU nos tomaron nuestros datos y nos preguntaron la nacionalidad”, detalla.
El joven monaguense explica que en países como Nicaragua, Honduras y Guatemala se debe pagar un salvoconducto que ronda los $150 dólares. Cuenta que en varias oportunidades fue detenido por la policía para las pesquisas de rigor.
“Los policías detienen a los autobuses de migrantes y les piden dinero. Fue algo muy estresante porque nos quitan nuestro dinero y revisaban hasta a los niños. Algunos nos decían que si no les dábamos dinero, nos iban a deportar”, comentó.
Cruzar el río Bravo
La experiencia de cruzar el río Bravo también ha sido tema recurrente en las noticias, por las tragedias en las que han sido protagonistas los migrantes.
Itanare cuenta que llegó a un poblado mexicano llamado Piedras Negras, a este lugar arribó gracias a la astucia de quienes se encargan de trasladar inmigrantes en sus carros, mejor conocidos como “coyotes”.
Relata que iba en una camioneta tipo pickup y el chofér pidió que se acostaran en la plataforma para evitar ser descubiertos por la policía mexicana.
Después de Piedras Negras llegamos a un punto de control policial, nos tomaron fotos, nos ofrecieron comida y nos mostraron en el mapa la ruta que debíamos seguir para llegar a la frontera. Caminamos mucho, estuvimos cuatro horas caminando para llegar a la frontera”, dijo.
Una vez que llegaron al río, procedieron a cruzar junto con otro grupo, el cruce tardó aproximadamente cinco minutos, que para Itanare lucieron eternos. Con el agua a nivel de su pecho y muchos miedos, estaba cada vez más cerca de su destino.
Ese día el río estaba tranquilo, no tenía corriente. Cruzamos en cinco minutos y ya del otro lado nos cambiamos la ropa mojada por una seca, luego caminamos y vimos a unos militares. Ahí nos entregamos a la policía de Estados Unidos (patrulla fronteriza)”, precisó.
El 9 de septiembre, Deiby Itanare cruzó el río Bravo y pisó suelo estadounidense. Cuenta que estuvo cuatro días detenido en Texas. El lunes 12 de septiembre fue liberado y enviado a Miami, ciudad en la que se reencontró con su hermano.
Itanare detalla que, sacando cuentas, su gasto fue de al menos 1500 dólares. Destaca que de alguna manera tener el dinero le evitó pasar por situaciones adversas.
Para el momento de publicación de este trabajo, el estatus migratorio de Deiby está en proceso, hasta ahora no se ha presentado a juicio. Está en búsqueda de trabajo y no pierde la esperanza de conseguir en Estados Unidos lo que nunca obtuvo en Venezuela.
“Ahorita después de todo estoy cómodo. Lo que me preocupa es conseguir trabajo. Y el estatus migratorio está en proceso, esperemos que todo salga como lo tengo planeado”, puntualizó.
Darién en estadísticas
El Servicio Nacional de Migración de Panamá contabiliza que hasta agosto de 2022, 102.067 migrantes han cruzado la selva del Darién, de los cuales 68.575 son venezolanos.
Únicamente en el mes de agosto de 2022 ingresaron 31.055 migrantes de distintas nacionalidades y 23.632 proceden de Venezuela. Esta cifra supera 42 veces la reportada en agosto de 2021 y representa un aumento de 4060 %, de acuerdo con datos del Servicio Nacional de Migración en Panamá.
En 2022 han muerto 18 venezolanos en la selva. El caso más reciente fue reportado este 21 de septiembre cuando se informó el fallecimiento de un niño venezolano de seis años tras el ataque de grupos armados.
El niño formaba parte de una familia de 16 personas que salió el pasado 15 de septiembre de Necoclí, un pueblo fronterizo de Colombia, para comenzar su travesía por la selva del Darién. El viaje se vio interrumpido tras ser secuestrados por un grupo de antisociales.
“El Darién es el infierno en la tierra. Tiene que parar esto. Reiteramos nuestro llamado y denuncias a las autoridades competentes”, escribió en su cuenta en Twitter David Smolansky, comisionado de la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos.
Smolansky indicó que en los últimos dos meses, al menos 14 migrantes venezolanos han muerto en la selva del Darién. El casó más sonado fue el de la recuperación del cuerpo de una niña venezolana de 10 años, que murió por “inmersión” en el área montañosa de Tacartí.
Fuente Crónica Uno
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