El objetivo invisible es colocar la vida en total incertidumbre. Se disuelve el futuro, desaparece la promesa. En todo caso, nada serio puede pasar. Digo invisible porque no es fácil ni de demostrar ni de interpretar, mucho menos verlo. Es como un apagón de la inteligencia, y lo peor de todo, ha desaparecido el nacionalismo más elemental entendido como el amor a la patria, ese que la maestra de la escuela llama “amor patrio”. El objetivo invisible es desaparecer el sentido de pertenencia, por eso se conjugó una campaña con resultados nefastos que rebajaba a la patria a la condición del “ano”. Un slogan resumía tal significación: No tenemos papel toalet pero tenemos patria. Resultado: en ausencia del papel nos limpiamos con la patria.
Sabiéndolo o no, distintos sectores-seres-instituciones juegan a su aniquilación. Por ejemplo, el corrupto juega a su quiebra moral. S. Bolívar trató de frenar el fenómeno ordenando por decreto el fusilamiento de corruptos y jueces “complacientes” que se hacían del tesoro nacional empobrecido además por la guerra. Bajo los efectos de la esfera rota, se genera un doble fenómeno en la actualidad. Primero, la incapacidad del gobierno de detener la corrupción que invade todos los niveles de la administración pública (y privada). Segundo, la incapacidad de la oposición para, con su larga historia de corruptelas, corruptos y corrompidos, presentarle al país un programa concreto de “salvación nacional” para usar un concepto empleado a lo largo de las crisis en la cuarta república, conservando eso sí la capacidad de “seguir viviendo en la quinta república”.
La política se ha convertido para las mayorías en un mecanismo de sobrevivencia, crea un nido de angustias pero hace creer que en ella misma está la solución. Esta política dejó de ser política, no servir para la vía revolucionaria de las transformaciones que requiere el mundo para la supervivencia. Debo insistir en un detalle, la guerra no es económica, esta es una guerra cultural cuyo instrumento formidable ha sido una economía hambreadora cuyos empresarios de arriba y de abajo son los únicos que ganan en el mundo de la incertidumbre. Una guerra combinada para que nada ocurra. Aquí es donde debe aparecer, en la escena social, una especie de tercera fuerza cultural en cuya capacidad inventiva surja la posibilidad cotidiana de reunirse por encima de las dificultadas e introducir un sistema de relaciones que descomponga el objetivo invisible de la vida en incertidumbre. La relación no debe plantearse entre una derecha recalcitrante y una izquierda boba. Los códigos de la república han sido minados en esta guerra. Cada vez que estalla una de esas minas se reduce nuestra fuerza moral.