Madrid, 9 ago (EFE).- Son partículas que en su mayoría no superan el diámetro de un cabello, proceden del cometa Swift-Tuttle y constituyen uno de los espectáculos astronómicos más populares del verano cuando, al colisionar con la atmósfera, desencadenan las «perseidas», una lluvia de estrellas que en los próximos días alcanzará la máxima actividad.
Las «Lágrimas de San Lorenzo», conocidas así en algunos lugares por coincidir su máxima actividad con las noches anteriores y posteriores a esa festividad, convocarán durante los próximos días a científicos, aficionados a la astronomía y a personas interesadas en su observación en numerosos lugares del mundo.
Pero ni son estrellas ni son lágrimas. Son partículas de polvo, aunque algunos objetos pueden alcanzar el tamaño de un guisante y hasta el de una pelota de tenis, y al chocar bruscamente con la atmósfera terrestre se desintegran y emiten esa traza luminosa con apariencia de estrella fugaz.
El cometa Swift-Tuttle -que tiene un diámetro de 26 kilómetros y es el mayor objeto que de forma periódica se acerca a la Tierra- completa una órbita alrededor del Sol cada 133 años, y cada vez que se acerca a la estrella se calienta y emite chorros de gas y pequeñas rocas; son esas minúsculas partículas las que acaban colisionando cada verano con la atmósfera terrestre.
El investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) José María Madiedo ha explicado que las perseidas han sido ya ampliamente estudiadas por los astrónomos y el valor científico que tienen no es por lo tanto comparable al de otras lluvias de estrellas menos conocidas y más recientemente descubiertas.
Pero Madiedo, en declaraciones a EFE, ha valorado su importancia como herramienta idónea para divulgar al público cuestiones relacionadas con este tipo de fenómenos y fomentar el interés por la astronomía, y ha asegurado que la utilidad científica de las perseidas no es irrelevante, ya que de su estudio se puede obtener información importante sobre los procesos que han tenido lugar en su cometa «progenitor».
Según los datos facilitados por el Instituto Astrofísico de Canarias (IAC), la actividad de las perseidas comenzó el pasado 21 de julio y se prolongará hasta el 24 de agosto, pero durante las próximas noches alcanzará la máxima actividad, con unos cien meteoros por hora, aunque no todas llegan a ser visibles para el ojo humano.
El Instituto Astrofísico de Andalucía (IAA) ha observado que los restos del cometa entran en la atmósfera terrestre a unos 210.000 kilómetros por hora y que la colisión con la atmósfera es tan brusca que la temperatura de esas partículas aumenta hasta 5.000 grados en solo una fracción de segundo, por lo que se desintegran al instante y «dibujan» esa estela.
La colisión y desintegración se produce a una distancia de la superficie de la Tierra de entre ochenta y cien kilómetros, por lo que solo las partículas más grandes generan «bólidos» o bolas de fuego visibles desde la tierra sin necesidad de instrumentos ópticos especiales.
Las perseidas impactan también contra la Luna, pero al no tener esta una atmósfera que la proteja, chocan directamente contra el suelo lunar a esas velocidades y de una forma tan brusca que provocan la formación de nuevos cráteres y breves destellos de luz que en este caso no son perceptibles por el ojo humano pero sí con telescopios.
Los centros de investigación y los expertos aconsejan siempre desplazarse hasta lugares oscuros y donde la contaminación lumínica es menor para observar este espectáculo, pero el investigador del IAA José María Madiedo ha subrayado a EFE que la lluvia de estrellas también se puede contemplar desde las grandes ciudades, aunque en este caso solo sean visibles para el ojo humano las «estrellas» más brillantes.
Raúl Casado