Este año ha sido tan difícil como esperanzador. Entre ilusiones y realidades casi siempre asimétricas han discurrido los meses marcados por la persistente y agobiante crisis de los venezolanos.
El año concluye con los bríos disminuidos por las fiestas navideñas y las circunstancias; observándose algunos avances en el terreno de la lucha por la liberación de la Tierra de Gracia, cautiva de tantos años, cuyos actores principales —continuistas y promotores del cambio— siguen manteniendo la indeseable ‘idiosincrasia’ en sus procedimientos invariables: erráticos y deficientes, contradictorios del liderazgo requerido por Venezuela.
Aunque la ruta electoral hacia el 2024 sigue manteniendo la esperanza, no existe la certeza del feliz desenlace a través de un eficaz gobierno de transición para iniciar con buen pie la reestructuración y el adecuado funcionamiento de las instituciones; principalmente, en la administración de justicia como garante del nuevo Estado de derecho, en medio del compendio de libertades, sociales, económicas y políticas.
Se ha avanzado a duras penas en la reorganización opositora a través de las Primarias, porque a partir de la participación ciudadana se ha legitimado y perfilado el liderazgo democrático, distinguido entre otros partidos ajenos y miedosos de la presencia y determinación del pueblo cansado de las componendas oficialistas y ‘opositoras’. La oposición partidista, casi en general, sigue en trance, viviendo sus peores momentos. La judicialización y el celestinaje los ha llevado al descrédito colectivo, y esto ha conllevado a confiar la esperanza a liderazgos personalizados.
La participación ciudadana, tendiente a ser verdadera garantía del ejercicio democrático en todo país, aún no ha percibido con suficiencia la necesidad de asumir su propio criterio, su autonomía frente al liderazgo individualizado, anclado en sus conveniencias intrascendentes de nacionalismo. Sigue, la ciudadanía, indecisa y sin voluntad propia ni resolución, a expensas del liderazgo individual muchas veces creído e insuficiente.
La ciudadanía ha de tener como norte el perenne propósito de participar no a la carta, sino en general en el menú de los ingentes problemas de la nación
En las Primarias, tanto precandidatos como electores dieron clase magistral de su talante ciudadano y democrático, desafiando el asedio del Régimen para evitarlas, obstruyendo su realización y disuadiendo con amenazas a sus proponentes y convencidos seguidores.
No obstante, para el Referendo 3D, la ciudadanía quedó desnuda y huérfana, íngrima, sin sus ungidos y legítimos líderes — y sin sus pastores espirituales— ante el deber de participación, su esencia fundamental; y, lo peor, ante su responsabilidad nacional al tratarse nada más y nada menos de la integridad territorial de Venezuela.
La excusa del liderazgo ungido de legitimidad, ante el Referendo 3D, no debió ser evadirse de su responsabilidad política, a favor del manido cálculo de ganancia electoral
Con ello mostraron, además de su miedo e incompetencia, su enorme incapacidad en aras de la Unidad Nacional. Decidieron observar las acciones —erráticas o no— del régimen desde las gradas, cuando debieron estar en el ruedo luciendo las mayorías nacionales en un espléndido paréntesis de necesidad y conveniencia nacionalista y patriótica, al tratarse del rescate de la Guayana Esequiba.
La oposición legítima, provenida de Primarias, prefirió colocar su perfil bajo la arena como el avestruz; llevando al extremo su rechazo y aviesa crítica contra el Referendo 3D, atenuando y confundiendo a la Ciudadanía en su esencial deber de participación; colocando la ausencia de la misma como descrédito de un evento constitucional tendiente a hacer la presión necesaria contra las aspiraciones usurpadoras del gobierno guyanés.
Por ello, las declaraciones de mediáticos y contraproducentes líderes y comentaristas venezolanos —quienes siguen tildando las nueve medidas post Referendo 3D de show y fracaso del oficialismo—, fueron y siguen siendo muy bien recibidas y utilizadas por guyaneses y sus solidarios contra Venezuela, a quien le enrostran la escasa reputación e impopularidad de sus gobernantes en los centros de poder OEA – ONU, y seguramente en la propia CIJ, para imposibilitar el arreglo bilateral de la controversia a través del Acuerdo de Ginebra [1966].
Algunos países, de los tantos que no reconocen a la Corte Internacional de Justicia [CIJ] sin su explícita anuencia en casos específicos y determinados, entonces están obligando al Estado venezolano a comparecer a un juicio donde tradicional y doctrinariamente no acepta su jurisdicción. Canadá, siguiendo los pasos de la Commonwealth, se ha inmiscuido irrespetuosamente a favor de la impostora soberanía guyanesa sobre la Guayana Esequiba y su proyección atlántica, en la cual ya milita Antony Blinken, Secretario de Estado de EEUU; el gobierno británico; el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, entre otros. Aparte de los incondicionales de la Caricom, y los cubanos, vinculados a la indeclinable postura de Guyana basada en el Laudo del despojo de 1899.
La oposición adscrita a la Plataforma Unitaria Democrática de Venezuela debe exponer las razones de su silencio ante la lucha esequiba, en la cual decidió participar mancomunadamente, según Acuerdos de Barbados; e igual el liderazgo ‘primaveral’ ahora en el reducto de su invierno; en su ansiedad por la habilitación oficial de la lideresa de las Primarias y candidata presidencial del austero cambio.
Además de la política de canje exhibida por Venezuela y EEUU —de tú a tú—; en beneficio de estadounidenses y compatriotas injustamente detenidos, pero de sabor amargo para la justicia, porque representa un lamentable precedente para la dignidad de las naciones, y del imperio de la ley en su espíritu socavado; se espera luego de la tregua navideña de paz y armonía —mas no del desconcierto de una lucha con poderosas razones para continuar—; se exige, cohesión y coherencia, nunca vistas en el enrevesado mundo opositor, disperso y dando tumbos sin parar; cayendo en las trampas oficialistas como ingenuas liebres, a merced.
…
Feliz Navidad, por Venezuela
Celebrar es un don
connatural del arte de la vida,
mediante el cual se nos
infunde la alegría
por el virtual sentido que nos brindan
nuestras firmes creencias
y tradiciones, roles asumidos,
talentos y avenencias,
y el ponderado juicio
de ser útiles siempre al colectivo.
Es la oportuna idea
configurada con fe en el adviento,
para la predilecta
celebración del tiempo
de Navidad que nos provee el cielo.
¡A Jesús el Señor
gloriemos!, asumiendo
[prioridades
que piden atención
Unitaria cuanto antes:
¡El país y Esequibo han de
[salvarse!
L A V P
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